A la Santa Madre de Dios

Me dirijo a ti, santa Madre de Dios,
tú que has sido fortalecida y protegida por el Padre del Cielo,
preparada y consagrada por el Espíritu que ha descendido sobre ti,
embellecida por el Hijo que habitó en ti,
acoge mi oración y preséntala a Dios.
De este modo yo seré siempre socorrido por ti
y colmado de tus beneficios,
habiendo encontrado refugio y luz junto a ti,
viviré para Cristo, tu Hijo y Señor.

Sé mi abogada, mi petición y mi súplica;
puesto que creo en tu indecible pureza,
creo también que tu palabra será bien acogida por Dios.

Que así sea, oh Madre del Señor.
Acógeme en mi búsqueda incierta,
tú que siempre estás disponible;
tranquilízame en mi agitación,
tú que eres descanso;
cambia en paz el torbellino de mis pasiones,
tú que eres pacificadora;
endulza mis amarguras,
tú que eres dulzura;
limpia mis impurezas,
tú que has superado toda corrupción;
detén al instante mis sollozos,
tú que eres alegría.

Te lo suplico, Madre del Altísimo Señor Jesús,
que tú engendraste Hombre y Dios a la vez,
y que hoy es glorificado con el Padre y el Espíritu Santo,
Él que lo es todo y está presente en todas las cosas.
A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.

Amén.

(San Gregorio de Narek, 944-1010)