Entrar en una iglesia

Ayer por la tarde, después de despedirme de ti, Julia querida, como no encontré a la persona que tenía que ver, ni a nadie más, y teniendo necesidad de librarme de las muchas preocupaciones que oprimen, dentro de mi débil organismo, a mi alma fatigada, entré -era ya tarde, pero todavía llegué a tiempo- en una iglesia, en la pequeña, recogida y entrañable iglesia de Santa Maria della Pace.

Entrar en una iglesia siempre es una liberación: entrar en una iglesia significa librarse de de las terribles preocupaciones, de las angustias que las potencias del mal introducen en el alma de los hombres. Recuerdo que, en la iglesia de Grottaferrata, apenas se entra está escrito: “Oh vosotros, que entráis en la casa del Señor, dejad fuera las preocupaciones que os embriagan, a fin de que podáis encontrar aquí dentro un juez benigno”.

Yo ayer por la tarde entré, pues, en Santa Maria della Pace y, ciertamente, no pude dejar fuera las preocupaciones que me embriagaban; sin embargo, al asistir a aquel austero oficio, en aquella iglesia casi vacía y casi en penumbra, me pareció que era transportado lejos, a una región celestial en la que sólo estaba el Señor y la Virgen y unas voces argentinas que oraban y suplicaban la gracia de Dios.

Y en el alma obsesivamente atormentada se hizo una paz repentina e infinita, un silencio maravilloso y misterioso, una especie de liberación de las preocupaciones de la vida. Y bajo los ojos benignos del Señor, que es Caridad, las preocupaciones de la vida se desvanecían como si fueran nieve que se deshacía bajo el sol, y quedaba sólo un alma pecadora que vivía y suplicaba Misericordia al Señor de la Misericordia, al Padre de la Misericordia.

El Dios del Consuelo estaba allí, y ¿qué quería -qué puede querer- sino consolar? Recemos siempre a Dios, Julia: Él es el Camino, y la Verdad, y nuestra Vida. Te quiero. Y soy tú.



Autor: Giuseppe CAPOGRASSI
Título: Pensaments per a Giulia. Antologia
Editorial Denes, Col•lecció Rent nº 5, Paiporta (València), 2009, pp. 61-62