Pacifica mi alma; haz de ella tu cielo, tu morada predilecta, el lugar de tu descanso. Que nunca te deje allí solo sino que permanezca totalmente contigo, vigilante en mi fe, en completa adoración y en entrega absoluta a tu acción creadora.
¡Oh mi Cristo amado, crucificado por amor! Quisiera ser una esposa para tu corazón; quisiera cubrirte de gloria; quisiera amarte… hasta morir de amor. Pero reconozco mi impotencia. Por eso te pido ser “revestida de Ti mismo”, identificar mi alma con todos los sentimientos de tu alma, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti para que mi vida sea solamente una irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándote; quiero ser un alma atenta siempre a tus enseñanzas para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero mantener mi mirada fija en Ti y permanecer bajo tu luz infinita.
¡Oh mi Astro querido! Fascíname de tal modo que ya no pueda salir de tu irradiación divina.
¡Oh Fuego abrasador, Espíritu de amor! Ven a mí para que se realice en mi alma como una encarnación del Verbo. Quiero ser para Él una humanidad suplementaria donde renueve todo su misterio.
Y Tú, oh Padre, protege a tu pobre criatura, “cúbrela con tu sombra”, contempla solamente en ella al “Amado en quien has puesto todas tus complacencias”.
¡Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Me entrego a Vosotros como víctima. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vosotros hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.