Para pedir la conversión

Dios y Señor de todas las cosas,
que tienes poder sobre toda vida y sobre toda alma,
tú solo puedes curarme:
escucha la plegaria de este pobre pecador.

Haz morir y desaparecer,
por la presencia de tu santo Espíritu,
la serpiente que anida en mi corazón.

Concede la humildad a mi corazón
y pensamientos convenientes a este pecador
que ha decidido convertirse.

No abandones para siempre a un alma
que quiere someterse a ti,
que ha confesado su fe en ti,
que te ha elegido y honrado
prefiriéndote al mundo entero.

Sálvame, Señor,
a pesar de mis malas costumbres
que dificultan mi deseo de ser tuyo;
porque para ti, Señor, todo es posible,
incluso lo que es imposible para los hombres.

San Simeón el Nuevo Teólogo
(949-1022)