Haz que, aun oculto bajo el disfraz poco atrayente de la ira, la arrogancia o la demencia, sepa reconocerte y decir: "Oh Jesús, mi paciente, cuán dulce es servirte".
Dame, oh Señor, esta visión de fe, y mi trabajo nunca me resultará monótono. Experimentaré siempre alegría acunando las pequeñas veleidades y los deseos de todos los pobres que sufren.
Oh queridos enfermos, me resultáis aún más queridos porque representáis a Cristo. ¡Qué gran privilegio poder serviros!
Señor, hazme sensible a la dignidad de mi elevada vocación y a la gran responsabilidad que comporta. No permitas que nunca me muestre indigna de ella pecando de dureza de corazón, falta de amabilidad o impaciencia. Y luego, oh Dios, puesto que tú eres Jesucristo, mi paciente, dígnate ser también conmigo un Jesús paciente. Sé indulgente con mis faltas, mira solo mi voluntad de amarte y servirte en la persona de cada uno de tus enfermos. Señor, incrementa mi fe, bendice mis esfuerzos y mi trabajo, ahora y por siempre. Amén.
Madre Teresa de Calcuta