Una difícil conversación II

(El texto recoge una conversación bastante dura, largamente esperada, entre un anciano padre y su hijo Jack que ha sido “la oveja negra” de su familia. Habitando en un pequeño pueblo llamado Gilead, en el que el padre era pastor metodista de una de sus parroquias, Jack, en efecto, tuvo una hija, de una relación extramatrimonial con una chica de familia muy pobre y no luchó por conseguir su tutela, permitiendo que la niña muriera y desapareciendo después de su casa sin dar noticias de su paradero. También cometió algunos hurtos que le convirtieron en el “delincuente” de la familia y que le llevaron más tarde a la cárcel. El padre se sintió deshonrado por la conducta de este hijo, que le costó el ser desposeído de su parroquia. Ahora, al cabo de muchos años, cuando ya su madre ha muerto, ha regresado por un tiempo y está en la casa paterna, donde solo habita su padre y su hermana Glory, la hija soltera que cuida del padre)


Finalmente, Jack carraspeó. Con todo, su voz fue un susurro ronco.

-Señor –dijo-, tengo varias cosas que desearía decirle. Si es un buen momento. Se me ha ocurrido que éste puede ser tan bueno como cualquiera.

Su padre le dedicó una sonrisa amable.

-No es precisa tanta formalidad. Hace bastantes años que me he retirado. Llámeme Robert, por favor .

Jack miró a su hermana.

-Papá –dijo ella-, ¿te hago un café?

-Par mí, no, gracias. Pero quizá a nuestro amigo le apetezca.

Al cabo de un momento, Jack dijo:

-Si pudiera hablarle de una cosa… Quería decirle que después de considerables reflexiones, después de pensar detenidamente en el asunto… -miró a Glory y sonrió. El viejo asintió.

-¿Está considerando la posibilidad de abrazar el ministerio?

Jack exhaló un profundo suspiro y se frotó los ojos.

-No, señor.

-Hoy en día se produce un notable resurgir de las vocaciones. Muchos jóvenes se sienten atraídos al ministerio. Es maravilloso. Quizá quiera usted reflexionar sobre ello.

-Sí, señor. –dijo Jack y se puso a jugar con el vaso, reflexionando-. He hecho un esfuerzo, por diversas razones para creer en algo. He leído la Biblia no sé cuántas veces. Y he reflexionado. Por supuesto he estado en situaciones en que éste es el único libro que te dejan tener, en las que no hay mucho más en que pensar. En que quieras pensar. –Miró a Glory-. Pero le he intentado. Quizá esto solo me hace… impenitente, ¿no es ese el término? No sé por qué soy lo que soy. Si hubiera podido, habría sido como usted.

Su padre le miró con aire de solemne incomprensión. Jack continuó:

-Me había hecho el propósito de decirle que… que después de muchas reflexiones, me había convencido de la verdad de las Escrituras. Teddy dijo que haría bien en decirlo. Yo quería que dejara de preocupare por mí, señor. Pero lo único que puedo decir, realmente, es que he intentado entender. Y que he intentado llevar una vida mejor. No sé qué haré ahora. Pero lo he intentado.

El anciano lo miró fijamente. Luego, dijo:

-Eso está bien, buen hombre. ¿Hemos hablado antes? No lo creo, pero quizá me equivoco.

Jack se retrepó en la silla y cruzó los brazos. Miró a Glory y sonrió.

-¡Lágrimas! –susurró.

-Jack quiere hablar contigo, papá –dijo ella-. Intenta decirte algo.

-Sí, has dicho que Jack estaba aquí. Me sorprendería mucho. No viene nunca.

-Yo soy Jack –dijo él tras un largo suspiro.

El viejo se volvió rígidamente para estudiar con detalle a su hijo.

-Aprecio un parecido –dijo. Alargó la mano dolorosamente y cerró los dedos en torno a la vela para acercarla más a Jack, que se llevó la mano a la cara y se rió-. Hay un parecido, no lo sé –repitió su padre-. Si apartara esa mano…

Jack dejó caer la mano sobre el muslo y soportó el escrutinio de su padre con una sonrisa, sin alzar la mirada.

-Bien –dijo el padre-, lo que esperaba. Iba a tener una vida dura, eso ya lo sabía. –Volvió a sumirse en reflexiones-. Temía que así fuera y recé mucho, pero sucedió de todos modos. De modo que aquí está Jack –añadió-. Después de tanto esperar.

Jack sonrió a Glory desde el otro lado de la mesa y movió la cabeza en gesto de negativa. Había sido otra mala idea. Pero ahora ya no podía hacer nada.

-Le ha costado mucho venir –dijo ella-. Deberías ser más amable con él.

Transcurrió un momento y su padre despertó de sus ensoñaciones.

-¡Más amable! He dado gracias a Dios por él todos los días de su vida, por mucho dolor, por mucho pesar que me causara… y al final lo único que hay es más dolor, más pesar, y su vida continuará así, ya no hay modo de evitarlo. Ves en un hijo algo hermoso y casi vives para él, pero no es lago tuyo que puedas guardar o poseer. Y si el niño se convierte en un hombre que no se respeta a sí mismo, se destruye hasta que apenas puedes recordar cómo era –dijo-. Es como ver morir en tus brazos a un niño. –Miró a Jack-. Lo cual me ha sucedido.

-Oh. Eso no lo sabía. Yo no… -se llevó las manos a la cara.

-No –intervino Glory-. Esto es terrible. Yo no quería que esto sucediese.

-Permítelo –replicó Jack en voz baja-. N o tengo nada que perder-. Dejó caer las manos a los costados, como quien rinde todas sus defensas.

El viejo buscaba a tientas la servilleta, que había caído en el suelo. Jack la recogió y se la dio.

-Gracias, querido –dijo con la voz entrecortada por las lágrimas y se enjugó el rostro con el paño.

-No fue culpa de Jack –dijo Glory-. Ya sabes que no.

-Entonces, ¿por qué abofeteaste al viejo Wheeler? Lo hizo, le cruzó la cara de un bofetón. Porque la casa de ese hombre no era un lugar adecuado para una niña, por eso lo hizo. Cosas rotas, cosas oxidadas en el suelo por todas partes. ¡Por todas partes! ¡Habríamos podido traerla a casa! Si Jack hubiese abierto la boca… Él sabía en qué clase de lugar vivía –dijo con acritud-. Había estado allí.

Jack se retrepó en la silla y se cubrió los ojos con la mano.

-Eso sucedió hace mucho –dijo Glory-. ¿No podríamos dejarlo estar, papá?

-¿Tú lo has dejado estar? Pensábamos que no lo superarías nunca. Tu madre casi se muere del susto al ver cómo llorabas a esa niña.

-Pero ahora Jack está aquí –dijo ella-. Ha tenido una vida dura. Ahora está en casa. Ha vuelto a casa.

-Sí –dijo el viejo- y está despidiéndose de nosotros. Sabes que así es. Dice que ha leído la Biblia. Bien, eso lo vería cualquier tonto. La conoce mejor que yo. ¿Por qué ha de molestarse en contármelo? Por eso pienso que está trabajándose su salvación. Bueno, tal vez sea eso. Espero que lo sea. Pero no es ése el motivo de que me hablara de ello. Cree que no debe dejarme aquí preocupándome por su alma. Tiene unas cuantas tareas por terminar aquí. Le dará un par de seguridades alviejo y después cruzará la puerta.

Jack se rió y, en voz muy baja, dijo:

-No es exactamente así como lo había pensado –carraspeó-. Pero probablemente me iré. Eso es cierto.

Su padre hundió la cabeza.

-Todos la llaman casa, pero nunca se quedan.

Al cabo de un momento, Jack dijo:

-Usted no me quiere rondando por aquí. Recordándole cosas que preferiría olvidar. –Su voz seguía siendo poco más que un susurro.

-No las olvido nunca. Por mucho que lo intento. Son mi vida. –Alzó la vista a su hijo-. Y tú también.

Jack se encogió de hombros y sonrió.

-Lo siento.

El padre alargó la mano y le dio unas palmaditas en la suya.

-A veces me preocupa. No sé qué ha sido de mi vida. –Luego, tocando con los dedos la manga de Jack, añadió en un tono de apesadumbrada confesión-: Perdí mi iglesia, ya lo sabes.

-Bueno, sabía que se había jubilado.

-Es una manera de verlo –asintió el viejo. Las velas habían empezado a vacilar con la brisa vespertina. El viento jugaba con las lágrimas de cristal de la lámpara-. Perdí a mi esposa.

Jack se volvió como si esperase más censuras, pero el padre se limitó a mover la cabeza.

-¿Por qué tuve siquiera la esperanza de conservarlo todo? No es así como va la vida. Estoy…, estoy terriblemente preocupado por Ames. Ahora tiene a ese chiquillo… No sé. –Al cabo de un momento levantó la vista-. He dejado la casa a Glory. Todos los demás están establecidos. Hay cierta cantidad de dinero que os repartiréis, y otra para el hijo de Ames. No es mucho. Sé que Glory se alegrará de verte ai alguna vez te apetece volver a casa.

Jack dedicó una sonrisa a su hermana desde el otro lado de la mesa.

-Bueno es saberlo.

El viejo cerró los ojos.

-Dejo tantas cosas sin atender aquí, que no puedo disfrutar la perspectiva del cielo como debería. Sé que está mal pensar que tu madre va a preguntarme por eso. –Guardó silencio un rato y luego añadió-: Esperaba poder decirle que Jack había vuelto a casa.

Jack se qeudó estudiando a su padre ya pareció en su rostro una exopresión que era más absoluta que la gentileza o la compasión, algo expurgado de todas las palabras que podrán describirlo. Finalmente susurró:

-Espero que le transmitas mi amor.

El viejo asintió:

-Sí. Desde luego que lo haré.







Autor: Marilynne ROBINSON
Título: En casa
Editorial: Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2012, (pp. 329-334)