XI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

18 de junio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa (Ex 19, 2-6a)
  • Nosotros somos su pueblo y ovejas de su rebaño (Sal 99)
  • Si fuimos reconciliados por la muerte del Hijo, ¡con cuánta más razón seremos salvados por su vida! (Rom 5, 6-11)
  • Llamó a sus doce discípulos y los envió (Mt 9, 36 - 10, 8)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf


“Al ver Jesús a las gentes”. 

El evangelio de hoy nos permite penetrar en la mirada de Jesús –que es la mirada de Dios- sobre los hombres, revelándonos cómo es esa mirada. Jesús, en efecto, con su mirada, ve a los hombres de la siguiente manera:

a) Se compadecía de ellas (las gentes) porque estaban extenuadas. 

Jesús es sensible al dolor de los hombres, al “peso de la vida”. Según nos relata San Mateo, Jesús pronunció estas palabras después de haber curado a una mujer que sufría flujos de sangre desde hacía doce años, de haber resucitado a la hija de un magistrado –Jairo-, de devolver la vista a dos ciegos y después de haber expulsado a un demonio que impedía hablar a un hombre. Jesús, por lo tanto, se acaba de encontrar con el sufrimiento de los hombres, con la enfermedad, con la muerte, con la acción del demonio esclavizando a los hombres. 

b) Porque estaban abandonadas como ovejas que no tienen pastor. 

Pero la mirada de Jesús va más allá del sufrimiento humano inmediatamente perceptible y detecta algo mucho peor: que no tienen quien les oriente, quien les guíe, en el camino de la Verdad. La miseria más honda del hombre no son los sufrimientos, sino la desorientación en relación a la Verdad. 

Cuando el hombre conoce la Verdad, aunque camine cojeando y cayendo, se va acercando hacia la meta. Mientras que cuando el hombre está desorientado en relación a la Verdad, cuanto más camina y corre, más se aleja de la meta. Por eso la obra de caridad más grande consiste en ayudar a los hombres a conocer la Verdad –que es Cristo- a encontrarse con ella. Porque la Verdad es como el aire para el hombre. 

c) Entonces dijo a sus discípulos: la mies es abundante, pero los trabajadores son pocos; rogad…

Y a pesar de esta situación de desamparo y de sufrimiento, “la mies es abundante”, es decir, hay muchos hombres y mujeres que pertenecen a Dios, que son “cosecha suya”, aunque tal vez ellos mismos no lo sepan, no sean conscientes de ello. Por eso hay que ayudarles a que reconozcan que todo aquello que desean y aman no es sino un destello del rostro de Cristo, que al amar todo lo que aman y desear todo lo que desean están amando y deseando a Cristo, aunque no se den cuenta de ello. Porque Cristo es el Bien del hombre, es lo que el corazón del hombre anhela y busca, aunque no lo sepa de modo explícito. “Mi alma está sedienta de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua” (Sal 62,2).

Por eso “rogad al dueño de la mies que mande obreros a su mies”. Que el Señor suscite corazones valientes que sirvan a la Verdad, que se gasten,  que  se  quemen,  anunciando  la   Verdad  que es Cristo. Si el problema  la abundancia de la mies y la escasez de obreros, parecería lógico que Jesús, que tiene junto a él a sus discípulos, los enviara enseguida a trabajar. Y sin embargo no. Lo primero que dice el Señor no es “id a trabajar”, sino “rogad al Señor de la mies que mande obreros a su mies”. Esto significa que lo primero y más urgente es reconocer que la mies tiene un dueño, tiene un Señor, que es Dios, y que nadie puede trabajar en ella si no lo hace como enviado por Dios.

El evangelista da los nombres de cada uno de los apóstoles. Jesús no envía a una colectividad, sino a unas personas concretas, cada una con su propio nombre, con su propia historia, con su propia personalidad. El Señor obra siempre así: no elige a un grupo sino que va eligiendo uno a uno. Por eso afirma el salmo 86: “De Sión se dirá: uno por uno todos han nacido en ella” (v. 5). Lo que me hace ser yo mismo, lo que me da mi unicidad más personal, es la llamada y el envío de Cristo, que me ama, me elige y me envía; y esto mismo lo hace con todos los que él elige, ama y envía.