La vida activa y la vida contemplativa

El hombre, cuerpo y alma, está llamado a seguir un doble camino: el de la acción y el de la contemplación.

La vida activa comprende el ayuno, la abstinencia, las vigilias, las genuflexiones, la oración. “¡Qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida! ¡Y qué pocos son los que lo encuentran!” (Mt 7,14).

La vía contemplativa consiste en la elevación del espíritu a Dios, en la atención interior, en la oración pura y en la contemplación de las cosas espirituales a través de estos ejercicios.

El que aspira a la vida contemplativa tiene que empezar por la vida activa. Porque es imposible acceder a la vida contemplativa sin pasar por la vida activa.

No conviene abandonar la vida activa después de haber pasado, a través de ella, a la vida contemplativa; puesto que la vida activa enriquece la vida contemplativa y ayuda a su elevación.


San Serafín de Sarov