La caridad

Madre Teresa afirmaba que sin la presencia intensa y ardiente de Dios en nuestro corazón, sin una vida de profunda e intensa intimidad con Jesús, somos demasiado pobres para ocuparnos de los pobres. Pues es Jesús, presente en nosotros, quien nos empuja hacia los pobres. Sin él, no podemos hacer nada. Pues nosotros somos muy pocas veces capaces de hacer el don de nosotros mismos a los demás. Los cristianos no están solo llamados a comprometerse en acciones humanitarias, porque la caridad va más allá. Con frecuencia, la acción de las organizaciones no gubernamentales humanitarias que yo he podido observar en África o en otros lugares es verdaderamente útil. Pero tiene siempre tendencia a convertirse en un comercio en el que se mezclan los intereses egoístas y la generosidad.

La verdadera caridad es gratuita: no espera nada en contrapartida. La verdadera gratuidad procede de aquel que ha dado su vida gratuitamente por nosotros. La caridad es así una participación en el amor mismo del corazón de Jesús a los hombres. Sin Cristo, la caridad es una mascarada. Cuando las hermanas de Madre Teresa llegan a un país, no piden nada. No desean más que servir en las chabolas más oscuras, humildemente, con la sonrisa, después de haber contemplado durante mucho tiempo al Señor. Lo único que quieren es que un sacerdote vaya a celebrarles la misa cada día a su casa. Estas mujeres saben que es imposible tener caridad sin la ayuda del Hijo de Dios, pues la fuente del amor es Dios. 

Estoy convencido de que las organizaciones caritativas católicas no pueden ser unas ONG entre otras. Tienen que ser la expresión de una fe radiante en Jesucristo. Todos los grandes santos que han servido a los pobres han fundado su trabajo caritativo en el amor de Dios.



Cardinal Robert SARAH avec Nicolas DIAT
"Le soir approche et déjà le jour baisse"
 Fayard, 2019 (pp. 46-47)