La vida no es como uno se la espera

(La acción transcurre en Islandia. María lleva once años casada con su marido, Floki, y es madre de dos mellizos, un varón y una mujer. Al terminar la cena de fin de año su marido le anuncia que va a dejarla porque se va a vivir con un amigo suyo, que se llama igual que él. María se ve así inesperadamente sola con sus dos hijos. Su vecina, Perla, es una mujer enana que es psicóloga y escribe novelas policíacas. Habla con ella a menudo)

(Extractos de las conversaciones entre María y su vecina Perla)

No soy capaz de darle las buenas noches sin hacerle antes una pregunta que me quema en mi interior.
- ¿Qué dice de mí como persona el hecho de que no me hubiese enterado de nada?
- Nada.
Perla recoge del suelo dos pinzas de la ropa.
- ¿Qué dice de mí como mujer no haberme dado cuenta de que mi marido era homosexual?
- Nada.
(…)
Siento que todavía tengo algo que decir.
- ¿Existe alguna posibilidad de que vuelva?
(…)
Duda.
- De todos modos, la experiencia me ha enseñado que el comportamiento humano es aleatorio, caprichoso e impredecible. Si uno quiere prever las reacciones de la gente, tiene que plantearse todas las opciones posibles, lo cual no es factible. Los resultados serían infinitos.
¿Me serviría de algo hablar con él?
- No considero que haya mucho que conseguir amparándote en las palabras. Mi experiencia me dice que la gente entiende las palabras de maneras muy diferentes.
(…)
- La vida es distinta de cómo yo la pensaba –le digo cuando vuelvo.
- Cuando mis clientes me vienen a quejarse de que la vida no es como se la esperaban, yo les digo: “La vida es sufrimiento y desengaño, confórmate con eso. Es normal pasar malos tragos y complicarse la existencia”. Y ya no vuelven. Ni siquiera muestran la consideración de cancelar las citas. La gente se niega a mirar la verdad a los ojos: que el mundo está lleno de cristales rotos y que el sufrimiento profundo agudiza la percepción y le otorga un valor a la vida.

 * * *

(En una noche de insomnio)


- De pronto pienso que podría oír a mi marido. En su voz no hay el menor rastro de sorpresa porque le llamé por teléfono a las dos de la madrugada.
- ¿Sabías que los cisnes no se separan? –le digo yo.
- Nosotros no somos cisnes,
Durante unos instantes se hace un silencio al otro lado de la línea.
- Tienes que dormir –me dice al final.
- No puedo.
- Tómate una manzanilla.
- Lo que me parece más difícil de aceptar es que el futuro vaya a ser diferente a como yo pensaba. Que tú ya no estés conmigo, sino en otro lugar.
- Eres mi mejor amiga.
- Yo no quiero ser tu amiga.
- Puedo ser muy bueno contigo.
- No, es demasiado difícil.
- Yo nunca habría podido vivir con una mujer durante once años si no fuese porque es maravillosa –titubea-. Había dejado de crecer como persona.

* * *

(Perla, la vecina enana, psicóloga y escritora, le habla a María de su infancia)

En otra ocasión le dije a mi madre que me fastidiaba tener que esperar a que alguien viniese a llamar a la puerta para preguntar si yo quería salir a jugar. Ella sostenía que la vida consistía en esperar y que la sociedad actual subestima el aburrimiento. En el vacío del aburrimiento yacen incontables posibilidades y de ellas surgen creaciones importantes. Los mayores logros de la humanidad han nacido del hastío, ¿o acaso crees que Brahms no se aburrió nunca? Si le hubiese confesado que estaba sufriendo, ella me habría respondido que dolor y deseo son precisamente el sentimiento básico de la creación. Y asimismo podría haber añadido: “El mundo recuerda el sufrimiento durante medio día; el poeta le da un significado y hace que perdure. Porque un hombre atormentado busca la belleza”.

El asunto es que a mí me apetecía mucho más estar con los otros chiquillos jugando al fútbol que en el mismo grupo que Brahms. Yo quería que los enanos también formasen parte del resto del mundo.



Autor: Audur Ava OLAFSDÓTTIR
Título: La excepción
Editorial: Alfaguara, 2014