Las ideologías

El siglo XX ha sido el siglo que ha asistido al nacimiento, crecimiento, triunfo y posterior fracaso de las ideologías. El «ciclo vital» del nazismo y del comunismo ha acompañado la historia de nuestro siglo, sembrán­dola de cadáveres. La historiografía posterior establecerá, quizás, este hecho como el rasgo distintivo de nuestro tiempo. Juan Pablo II ha afir­mado al respecto: «En el fondo, el paganismo nazi así como el dogma marxista, tienen en común el ser “ideologías totalitarias”, con “tendencia a transformarse en religiones sustitutivas” (...). El abismo moral en el que el desprecio de Dios, y también del hombre, ha precipitado al mundo hace cincuenta años nos ha llevado a experimentar el poder del “Príncipe de este mundo” (Jn. 14, 30) que puede seducir las conciencias con la mentira, con el desprecio del hombre y del derecho, con el culto del poder y del dominio. Hoy nos acordamos de todo esto y meditamos sobre los límites a los que puede llevar el abandono de toda referencia a Dios y de toda ley moralmente transcendente». Las reflexiones que siguen se inspiran en autores que han hecho en su carne la experiencia del orden social creado por la ideología. F. M. Dostoyevski, en particu­lar, fue testigo excepcional de su surgimiento y de su rápida difusión en Rusia. En su obra Demonios nos entregó su lúcida reflexión al respecto. Su simple título expresa el convencimiento de que, detrás del fenómeno de la ideología, se esconde una opción espiritual contra Dios, de que no se trata de un simple error, sino de algo más grave, de una mentira. 

«Ideología», en efecto, posee una doble referencia semántica —idea e ídolo— que sugiere uno de sus rasgos constitutivos: la confusión entre el orden especulativo y el orden religioso. De hecho el pensamiento ideológico adviene cuando la idea se convierte en ídolo. Precisando más diremos que con el término «ideología» designamos toda síntesis extraña entre ciencia y religión que consista en una ciencia que exija un acto de fe y una religión que pretenda ser científica. De modo que en las ideolo­gías la forma es científica («las leyes necesarias de la historia») y el contenido es religioso («conducirán a la salvación»). Lo típico de la ideolo­gía es esta mezcla de ciencia y religión en base a la cual la ciencia está adulterada por la fe y la fe es adulterada por la ciencia. De Lenin en este sentido se ha afirmado que «creía que sabía y no sabía que creía». 

Toda ideología es, en el fondo, una doctrina de salvación que recoge y canaliza la pasión por lo absoluto que existe en el hombre. De ahí proviene la certeza y la seguridad tan fuertes que engendra en sus adeptos. En teoría esta certeza proviene del componente científico, pero de hecho proviene de la adhesión de fe que suscita. Este carácter religioso es el que confiere a la ideología su fuerte componente emocional. Dostoyevs­ki lo subrayó al afirmar: «Ya sabe usted que el socialismo, entre noso­tros, se difunde principalmente por el sentimentalismo». Soloviev lo expresó gráficamente al definir la ideología con esta frase: «El hombre desciende del mono, por lo tanto amaos los unos a los otros». Podríamos traducirla en lenguaje marxista diciendo: «La lucha de clases es el motor de la historia, por lo tanto paz a los hombres de buena voluntad» (continúa)