Oración al Espíritu Santo



Te adoro, Señor y Dios mío, Paráclito eterno,
de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo.
Te adoro, oh Vida de todo lo que vive.
Por Ti el universo material
se mantiene unido y en armonía,
permanece en su lugar y va transformándose
en la compenetración recíproca de sus elementos.
Por Ti fue creada la tierra
y fue ordenada durante seis días
para que fuera la morada del hombre.
Por Ti todos los árboles, hierbas y frutos, crecen y maduran.
Por Ti la primavera llega después del invierno
y renueva todas las cosas: esa belleza y maravilla,
ese estallido incontenible de vida que vence todos los obstáculos,
ese formidable triunfo de la naturaleza,
es fruto únicamente de tu Presencia gloriosa.
Por Ti las innumerables criaturas animales
viven día tras día, al recibir tu aliento.
Tú eres la vida de toda la creación, ¡oh Paráclito eterno!;
y si lo eres de este orden inferior, ¡cuánto más del mundo espiritual!
Pues por Ti, Señor todopoderoso, los ángeles y los santos
cantan himnos de alabanza en lo alto del cielo.
Por Ti nuestras almas muertas reviven para servirte.
De ti proceden todos los buenos pensamientos y deseos,
todos los buenos propósitos y todos los esfuerzos por el bien.
Por Ti los pecadores se convierten en santos
y la Iglesia es confortada y fortalecida;
por Ti combaten los defensores de la fe
y por Ti los mártires obtienen su corona.
Por Ti florecen en la Iglesia nuevas formas de vida evangélica
y nuevas devociones.
Por Ti nuevos pueblos adhieren a la fe,
y el antiguo credo apostólico encuentra nuevas expresiones
y profundizaciones.
Yo te adoro y te alabo,
Señor Dios y soberano mío,
Espíritu Santo.

Beato John Henry Newman