La transmisión de los valores humanos y de la fe religiosa en la familia

La familia es una comunidad de personas, que surge del matrimonio, es decir, de la unión estable y definitiva entre un hombre y una mujer, realizada por amor y abierta al don de la vida. Lo que está a la raíz de la familia y define, en última instancia su ser, es el amor: amor entre el hombre y la mujer que se unen en matrimonio y amor entre todos los miembros de la misma familia, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares. El amor es el dinamismo interior y secreto de la familia, el que va haciendo de ella una comunidad de personas entre las cuales existe una comunión cada vez más profunda e intensa. Si falta el amor, la sensación que se tiene es que eso “ya no es una familia”.

La familia, al ser una comunidad de personas, está hecha de un entramado de relaciones: esposo y esposa, padres e hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos etc. Vivir la familia es vivir todo ese entramado de relaciones humanas, lo que supone salir del propio aislamiento y relacionarse, es decir, escuchar, acoger, dar cabida al otro en la propia vida, dar, darse, comunicarse con el otro, ofrecerle algo de nuestro mundo interior. El enemigo de la familia es todo lo que mata o impide o bloquea o hace muy difícil la relación; porque entonces la familia deja de existir. Las realidades de naturaleza relacional sólo existen en la medida en que la relación –o las relaciones- que las constituyen se activan, se ponen en movimiento, entran en juego; si no, no existen. (continúa)