La muerte del padre

Estrellita. Así es como me llamaba él, todavía me parece oírlo por la noche, cuando me estoy quedando dormida. No le echo de menos solo a él, echo de menos todo lo que habría podido ser si él hubiera estado. Quizá sería menos tímida y más alta, y no tendría lágrimas en los ojos todo el día. Tenía diez años cuando murió: un tumor en el páncreas se lo llevó en un suspiro, y él, que era un guerrero, ni siquiera tuvo tiempo de empuñar sus armas. Yo no estaba preparada. No creo que nunca se esté preparada para la muerte de un padre. La última vez que lo vi intentó abrazarme, pero no tenía fuerza en los brazos y más que apresarme se abandonaron sobre mí buscando un apoyo. Siempre que pienso en ese abrazo frustrado, me pongo a llorar, sin ningún motivo, en medio de un trayecto en metro o mientras estoy escuchando una canción. A veces me parece que lo veo entre la gente y, después de seguirlo durante un rato, vuelvo en mí con un dolor agudo entre las costillas y lágrimas en los ojos. Cada día lucho por recordar algo que, de otro modo, se perdería. Es como repasar continuamente una asignatura y no llegar nunca a aprenderla. Lo primero que perdí fue su voz, no consigo recordarla. Claro que tenemos vídeos, pero yo sola no consigo evocar esa voz.



Autor: Alessandro D’AVENIA
Título: ¡Presente!
Editorial: Encuentro, Madrid, 2022, (p. 48)