A propósito de la sexualidad

(La novela se basa en la ficción de que hay una tierra donde los hombres que llegan a ella inician una vida nueva olvidando los recuerdos de su antigua vida, de su vida pasada. En esta tierra de la vida nueva, prevalece lo universal abstracto sobre lo particular individual, que es visto como un recuerdo del pasado que hay que olvidar. Un mundo así ¿es más o menos humano que el mundo anterior del que se procede? ¿Qué es más conforme con las exigencias del corazón del hombre? Ésta es la cuestión)

A propósito de la sexualidad


(Diálogo entre Simón, un hombre adulto que ha llegado a la nueva tierra, junto con un niño que ha perdido a sus padres, y Ana, una asistente social que les atiende y por la que Simón se siente atraído)

- Rechazar los deseos no tiene nada que ver con que se sea o no monja. Sencillamente, no lo hago. No lo permito. No me gusta. Y no siento ese apetito. No lo tengo y no quiero ver lo que causa en las personas. Ni lo que le hace a un hombre.
-¿A qué se refiere con lo de "lo que le hace a un hombre"?
Ella mira fijamente al niño.
- ¿Está seguro de que quiere que siga?
- Continúe, nunca es demasiado pronto para aprender cosas sobre la vida.
- Muy bien. Usted me encuentra atractiva. Lo noto. Tal vez incluso le parezca guapa. Y como le parezco guapa, su apetito, su impulso, es abrazarme. ¿He interpretado bien las señales, los indicios que me ha dado? Sin embargo, si no me encontrase usted guapa, no sentiría ese impulso. -Él guarda silencio-. Cuánto más guapa le parezco, más acuciante se vuelve su apetito. Así funcionan esos apetitos por los que usted se guía y que sigue ciegamente. Ahora reflexione. Dígame: ¿qué tiene que ver la belleza con ese abrazo al que quiere que me preste? ¿Qué relación hay entre una cosa y la otra? Explíquemelo. -Él guarda silencio, más aún: se ha quedado mudo-. Adelante. Ha dicho usted que no le importaba que su ahijado aprendiera cosas sobre la vida.
- Entre un hombre y una mujer -dice por fin- a veces surge una atracción natural, imprevista e impremeditada. Los dos se encuentran atractivos o incluso, por utilizar la otra palabra, guapos. Por lo general, la mujer más que el hombre. Por qué una cosa sigue a la otra, la belleza y la atracción y el deseo de abrazarse, es un misterio que no puedo explicarle salvo para decir que sentirme atraído por una mujer es el único tributo que yo, en cuanto a mi ser físico, puedo pagar a la belleza de una mujer. Lo llamo tributo porque me parece una ofrenda, no un insulto.
Hace una pausa.
- Continúe, dice ella.
- Es todo lo que quería decir.
- Es todo. Y como tributo a mí, como ofrenda y no como insulto, quiere abrazarme y empujar parte de su cuerpo dentro de mí. Como tributo, dice usted. Estoy atónita. Todo me parece absurdo… me parece absurdo que quiera usted hacerlo, y que yo pudiera permitírselo.
- Sólo parece absurdo planteado así. En sí mismo no lo es. No puede serlo, puesto que se trata de un deseo natural del cuerpo. Es la naturaleza que habla en nosotros. Así son las cosas. El modo de ser de las cosas no puede ser absurdo.
- ¿De verdad? Pero ¿y si le dijera que a mí no sólo me parece absurdo, sino repugnante?
- Él mueve la cabeza con incredulidad.
- No creo que lo diga en serio. Tal vez yo le parezca viejo y poco atractivo… Yo y mis deseos. Pero no creo que opine que la naturaleza es repugnante.
- Sí. La naturaleza puede ser bella, pero también fea. Esas partes del cuerpo que usted modestamente no quiere mencionar en presencia de su ahijado: ¿le parecen hermosas?
- ¿En sí mismas? No, en sí mismas no lo son. Lo que es hermoso es el conjunto, no las partes.
- Y esas partes que no son hermosas… ¡usted pretende empujarlas dentro de mí! ¿Qué debería pensar?
- No lo sé. Dígame qué es lo que piensa.
- Que toda su palabrería sobre pagar un tributo a la belleza es una tontería. Si me considerase usted una encarnación del bien, no querría hacerme eso. ¿Por qué va a querer hacerlo si soy una encarnación de la belleza? ¿Es que la belleza es inferior al bien? Explíquese.
(…)


(Simón traba amistad con Elena, la madre -sin marido- de un niño que se ha convertido en el mejor amigo de Jesús, el niño que va con él y con quien se comporta como un tutor, mientras buscan a su madre. Una noche se quedan a dormir en casa de Elena y de su hijo)

Cuando él mismo sale del baño ella ya está en la cama y los dos niños duermen uno al lado del otro. Se envuelve en la manta que sobra y apaga la luz.
Durante un rato reina el silencio. Luego, en medio de la oscuridad, ella dice:
- Si estás incómodo, y seguro que lo estás, puedo hacerte sitio.
Se mete con ella en la cama. Silenciosa y discretamente cumplen con el trámite del sexo sin olvidar que los niños duermen al lado.
No es como él había esperado. Enseguida nota que está distraída; y en cuanto a él, las reservas de deseo acumuladas con las que había contado resultan ser una ilusión.
- ¿Ves lo que te decía? -susurra ella cuando terminan. Le acaricia los labios con un dedo-. No hemos a avanzado mucho, ¿verdad?
¿Tiene razón? ¿Debería aprender de esa experiencia y despedirse del sexo como parece haber hecho Elena? Tal vez. Pero el mero hecho de tener a una mujer entre sus brazos, aunque no sea una belleza arrebatadora, mantiene a flote sus ánimos.
- No estoy de acuerdo -responde con un murmullo-. De hecho, creo que te equivocas por completo. -Hace una pausa-. ¿Nunca te has preguntado si el precio que pagamos por esta nueva vida, el precio del olvido, no será demasiado alto?
Ella no responde, se limita a arreglarse la ropa interior y a apartarse de su lado.
Aunque no vivan juntos, le gusta pensar que Elena y él, después de esa primera noche, son una pareja, o futura pareja, y que por tanto los dos niños son hermanos o hermanastros.
A menudo ella se refiere al acto simplemente como "hacerlo", pero a veces, cuando quiere hacerle rabiar, utiliza la palabra descongelar: "Si quieres, puedes intentar descongelarme". "Descongelar" es la palabra que se le escapó a él en un momento de descuido: "¡Deja que te descongele!". A ella la idea de descongelarse para volver a la vida le pareció y aún le parece divertidísima.
Entre los dos se está desarrollando una creciente, si no intimidad, al menos amistad que él percibe sólida y fiable. No sabría decir si dicho vínculo habría surgido de todos modos, basado en la amistad de los niños y en las muchas horas que pasan juntos, o si "hacerlo" ha contribuido en algo.

(Elena percibe que en Simón surge el interés por otra mujer, por la que ha recibido a Jesús como madre, y entonces le dice a Simón:)

"Así que voy a poner en palabras algo que tenía la esperanza de que comprendieras por ti mismo. Quieres ver a otra mujer porque no te doy lo que necesitas, en concreto una pasión tormentosa. La amistad en sí misma no te basta. Sin ir acompañada de una pasión tormentosa te parece un poco deficiente. A mi entender es una manera de pensar anticuada. La gente antes siempre pensaba que le faltaba algo. El nombre que has escogido darle a eso que te falta es 'pasión'. Sin embargo, apostaría a que si mañana te ofreciese toda la pasión que necesitas, pasión a carretadas, no tardarías en echar en falta alguna otra cosa. Esta insatisfacción constante, ese anhelo de algo que echas en falta, es una forma de pensar de la que, en mi opinión, nos hemos librado. No nos falta nada. Lo que tú crees echar en falta es una ilusión. Vives por una ilusión".
(…)
(En esta tierra de la vida nueva, los burdeles son considerados como asociaciones y centros de salud para el alivio sexual. Simón quiere hacerse miembro de uno de ellos, para lo que tiene que rellenar dos formularios)
El segundo formulario es más problemático que el primero. "Solicitud de terapeuta personal -dice el encabezamiento-. Utilice el espacio de abajo para describirse a sí mismo y sus necesidades."
"Soy un hombre normal con necesidades normales -escribe-. Es decir, mis necesidades no son extravagantes. Hasta hace poco he sido tutor de un niño a tiempo completo. Desde que entregué al niño (lo que puso fin a mi tutoría) he estado un poco solo. No he sabido qué hacer con mi vida."
"Necesito a alguien que me escuche, para desahogarme. Tengo una amiga íntima, pero últimamente está un poco abstraída. Mis relaciones con ella no son verdaderamente íntimas. A mi entender, uno sólo puede desahogarse en condiciones de verdadera intimidad."
"Echo de menos la belleza -escribe-. La belleza femenina. La echo de menos. Me gusta la belleza, que según mi experiencia me inspira temor y gratitud por ser tan afortunado de tener entre los brazos a una mujer hermosa."
"Lo que no significa que no sea un hombre, con las necesidades propias de un hombre", concluye enérgicamente.
Entrega los dos formularios. La recepcionista los lee con atención de principio a fin. Los dos están solos en la sala de espera. A esa hora del día hay poco ajetreo. La belleza le inspira temor: ¿detecta una levísima sonrisa al llegar a esa afirmación? ¿Es la recepcionista pura y sencilla, o tiene su propio trasfondo de gratitud y temor?


Autor: J. M. COETZEE
Título: La infancia de Jesús
Editorial: Mondadori
Barcelona, 2013 
pp. 40-41;  67-70; 138-139)