El diálogo entre la fe y la ciencia

El actual ateísmo de masas tiene, sin duda, múltiples causas, pero parece difícil negar que una de ellas haya sido el desarrollo de las ciencias naturales y de sus aplicaciones técnicas. Las ciencias naturales explican todo estado, situación o composición de la materia a partir de las leyes de un estadio anterior y la técnica, que se apoya en el conocimiento de estas leyes, parece liberarse en medida creciente de la vinculación a la naturaleza, sin detenerse ni siquiera ante las fantasías de ‘autoliberación’ basadas en la manipulación técnica. Todo ello es síntoma de una profunda revolución en la manera de entender la relación del hombre con la realidad.

A lo largo de la Modernidad, el desarrollo de las ciencias con sus maravillosas aplicaciones técnicas, ha provocado un deslizamiento de la razón, desde un pensamiento preferentemente especulativo a otro más experimental. Ello ha supuesto un gran enaltecimiento, de la razón, pero, al mismo tiempo un fuerte empobrecimiento de la misma, puesto que se ha marginado a la razón que buscaba la verdad última de las cosas para sustituirla por una razón satisfecha con descubrir la verdad contingente de las leyes de la naturaleza. Digamos que la razón, en su uso científico, se ha desvinculado del misterio olvidando que “no es la razón la que ilumina el Misterio, sino el Misterio quien ilumina y nutre a la razón” (P. Evdokimov). (continúa)