XXV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 24 de septiembre de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Mis planes no son vuestros planes (Is 55, 6-9)
  • Cerca está el Señor de los que lo invocan (Sal 144)
  • Para mí la vida es Cristo (Flp 1, 20c-24. 27a)
  • ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? (Mt 20, 1-16)
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- Muchas y muy importantes son, hermanos, las verdades que el Señor nos recuerda con esta parábola. En primer lugar nos recuerda que Dios no es un empresario del que cabe esperar que proceda con justicia y equidad. Cuando un empresario es justo y equitativo, da a cada uno de sus obreros según sus merecimientos, según el rendimiento de su trabajo. Si Dios fuera un empresario la queja de los trabajadores de la primera hora estaría completamente justificada. Pero Dios es un padre que tan sólo quiere que sus hijos se esfuercen por estar con Él, por vivir en su casa, por ayudarle en su tarea, por trabajar en su viña. Entonces el Padre da a cada uno lo que un padre da a todos sus hijos: su abrazo de amor, su Espíritu Santo. ¿Qué otra cosa puede dar un padre?

- Nos recuerda también, en segundo lugar, que Dios es libre. Si los hombres somos libres -y lo somos-, si queremos, con toda razón, que los demás respeten nuestra libertad, también nosotros tenemos que respetar la libertad de Dios. ¿O es que Dios no es libre? Todos consideramos que tenemos pleno derecho a disponer de lo que es nuestro según nuestro libre arbitrio, según nuestro leal saber y entender. Pues también Dios puede disponer de lo suyo según su libertad, que nunca es caprichosa ni injusta. “Lo suyo” son sus dones: Dios puede dar a este hermano unos dones que no me ha dado a mí. Y no debo protestar por ello. “Lo suyo” son también las misiones, las tareas, que Él encarga a los hombres, es decir, los diferentes “trabajos” que hay que hacer en su viña: a unos predicar, a otros gobernar, a otros sufrir en silencio ofreciendo su dolor por la salvación del mundo, a otros testimoniar el amor de Dios en la recíproca entrega y mutua fidelidad conyugal, a otros el renunciar al mundo, retirándose de él, para orar por la salvación de todos, etc., etc. Y yo no debo envidiar el don y la misión que mi hermano ha recibido, sino vivir la mía con amor, como enseña san Francisco de Sales.

La oración



1. El fundamento de la oración: dios es un ser personal.

Dios es un ser personal, no un anónimo “algo” sino un concreto “Alguien” a quien podemos dirigirnos llamándole “tú”: yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío (Salmo 17,6). Por eso la fe en Dios se expresa ante todo en la oración. El mismo Señor en su vida terrestre oró mucho: los sábados como era su costumbre iba a la sinagoga (Lucas 4,16) y en los momentos cruciales de su vida pública se retiraba a veces a la soledad para orar a Dios, su Padre (Lucas 3,21; 5,16; 6,12; 9,28; 10,21; 11,1). Su oración era tanto acción de gracias y alabanza -¡yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a los pequeños (Mateo 11,25)-, como también clamor y súplica para conformarse a la voluntad del Padre: ¡Abbá, Padre!; todo es posible para ti; aparta de mí este cáliz, pero no sea lo que yo quiero sino lo que quieras tú (Marcos 14,36). Por eso nadie puede ser cristiano, es decir, participar en la vida de Cristo, sin orar.

2. Qué es la oración.

La oración es la expresión de los deseos del hombre delante de Dios (Santo Tomás de Aquino). En la oración el hombre se considera a sí mismo con su propia situación delante de Dios, en Él y desde Él. Orar es, pues, ponerse uno mismo, con sus circunstancias, delante de Dios: a la luz de Dios, de su presencia, de su rostro, uno aprende a ver su propia situación de otra manera (con la mirada de Dios), a valorarla con otros criterios (los criterios de Dios cuyos caminos no son nuestros caminos), a reaccionar ante ella con otra “sensibilidad”, con la “sensibilidad” de Dios. Por eso la oración no cambia a Dios, que no necesita cambiar para nada (ya que Él es justo, sabio y bueno), sino al hombre: al poner el hombre ante Dios su situación, aprende a verla y vivirla de otra manera, con otro estilo, el estilo y la manera de Dios. La finalidad de la oración es “trasvasar” al hombre el modo divino de vivir la vida.

Al anochecer



Ahora que el día ha pasado y que se acerca la noche
os ofrecemos, Señor, la ofrenda vespertina de la luz
implorando vuestra clemencia.

Haced brillar vuestra claridad
sobre las tinieblas que nuestros pecados
han acumulado en nosotros.

Introducid el amor y la luz
en nuestro corazón,
donde el enemigo quiere poner oscuridad.

Mientras los ojos de nuestro cuerpo duermen durante la noche,
concedednos, Dios Todopoderoso,
que los ojos de nuestro espíritu estén fijos en Vos.

Que al terminar la noche,
nos levantemos para la oración,
en la claridad de la nueva luz,
y os demos gloria durante el nuevo día.

Amén

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

17 de septiembre de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Perdona la ofensa a tu prójimo y, cuando reces, tus pecados te serán perdonados (Eclo 27, 30 - 28, 7)
  • El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia (Sal 102)
  • Ya vivamos, ya muramos, somos del Señor (Rom 14, 7-9)
  • No te digo que perdones hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete (Mt 18, 21-35)
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“Diez mil talentos”, queridos hermanos, era una suma increíble de dinero; para ganarlo, un obrero de los tiempos de Jesús habría necesitado varios centenares de siglos trabajando. Se trata, por lo tanto de una deuda propiamente hablando impagable y si el rey se empeñara en cobrarla, es decir, en hacer prevalecer la justicia, el siervo se vería abocado a una miseria total, se quedaría sin bienes, sin familia, sin libertad. En cambio “cien denarios” era una suma de dinero que un obrero ganaba en tres meses de trabajo.

Por tanto la enseñanza que esta parábola nos da es que mi deuda con Dios es enorme e impagable, mientras que la deuda que los demás tienen conmigo es una insignificancia comparada con ella. La razón fundamental de esta diferencia estriba en el sujeto que ha sido ofendido. Dios es la Pureza, la Verdad, la Bondad, sin mezcla alguna de impureza, de mentira o de maldad; mientras que en la pureza que hay en mí siempre hay algo de egoísmo, en el bien que hay en mí siempre hay algo de mal, y en la verdad que hay en mí siempre hay algo de mentira. Mi inocencia, por lo tanto, es siempre relativa, mientras que la inocencia de Dios es absoluta. El único Inocente, con mayúscula, es Dios, tal como dijo Jesús: “¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios” (Mc 10, 18). Por eso la menor ofensa o desatención hacia Dios posee unas dimensiones que no son comparables, en absoluto, con las que puedan tener las ofensas que me hacen a mí. Quien comprende esto, está en el buen camino en la relación con Dios, entre otras cosas porque sabe que él no es Dios. Por eso los Padres del desierto aconsejan no defenderse del mal del que a uno le acusan, incluso aunque no sea verdad que uno lo ha cometido. Y esto, queridos hermanos, nos cuesta mucho de entender.

Frases...

Jamás hay que intentar comprender por qué alguien nos desea.



David FOENKINOS

¿Quién soy yo?

Identidad personal y conocimiento de sí mismo


San Agustín entiende que, una vez que hemos reconocido cuán oscuros somos para nosotros mismos, de alguna forma advertimos que únicamente en la relación con la infinitud de Dios podemos acceder a alguna comprensión respecto de la clase de seres que somos –moviéndonos a través del tiempo y “llegando a ser” nosotros mismos en el encuentro con otro inextinguible.

San Agustín quiere que veamos nuestras vidas como algo mucho menos inteligible de lo que habitualmente pensamos que son. Se siente fascinado por la forma en que la voluntad o el deseo se adelantan al razonamiento, y por la imposibilidad de hacer acopio de todos los recursos de la mente con objeto de tomar decisiones inequívocas; por el papel desempeñado por la casualidad aparente a la hora de mover la voluntad en dirección a tomar determinaciones importantes; por los celos irracionales de los niños pequeños (etc. etc.).

Ninguna explicación particular de mí mismo que yo pueda elaborar será finalmente e infaliblemente cierta; dicho con otras palabras, desconozco aquello que pudiera ser relevante para comprender la verdad última de mi identidad tal y como Dios la ve.

San Agustín propone la enérgica concepción de que la comprensión amorosa entre los creyentes entraña el reconocimiento común de la incapacidad y la oscuridad respecto de nosotros mismos, y la referencia común a Dios como fundamento y base de la inteligibilidad mutua.

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

10 de septiembre de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Si no hablas al malvado, te pediré cuenta de su sangre (Ez 33, 7-9)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94)
  • La plenitud de la ley es el amor (Rom 13, 8-10)
  • Si te hace caso, has salvado a tu hermano (Mt 18, 15-20)
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“Te he puesto de atalaya en la casa de Israel”. Estas palabras del profeta Ezequiel describen el oficio del cura. “El atalaya, explica san Gregorio Magno, está siempre en un lugar alto para ver desde lejos todo lo que se acerca”. Lo que se acerca es el Señor Jesús que “vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos” y que “iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón; entonces cada uno recibirá de Dios lo que merece” (1Co 4,5). El deber de quien ha sido constituido “atalaya” es avisar a los demás de lo que se acerca, de lo que viene.

Es un deber antipático. A uno le gustaría no tener que dar disgustos, decir a los demás lo que los demás desean oír. Y sin embargo quien ha recibido el encargo de ser “atalaya” tiene que decir a los demás lo que la luz de Dios le hace ver. Y eso, a menudo, contradice los deseos de los hombres. El sacerdote tiene que decir lo que Dios le encarga decir, independientemente de que eso coincida o no con los deseos de los hombres.

Lo que Dios manda decir es siempre nuestro bien, es el Bien. Pero el Bien no coincide siempre con nuestros deseos. Pues los hombres unas veces deseamos el Bien y otras veces deseamos, incluso ardientemente, cosas que no son nuestro bien.

Frases...

“Trabajar por el Reino de Dios, es algo que está bien. Orar por el Reino, es todavía mejor. Sufrir con Cristo crucificado por el Reino de Dios, eso es todo”


Cardenal Tomasek

La paz interior

Nada contribuye tanto a la paz interior como el silencio, la meditación tan incesante como sea posible y la poca conversación con los demás.

Para salvaguardar la paz interior hay que evitar juzgar a los demás.

San Serafín de Sarov

XXII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

3 de septiembre de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • La palabra del Señor me ha servido de oprobio (Jer 20, 7-9)
  • Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío (Sal 62)
  • Presentad vuestros cuerpos como sacrificio vivo (Rom 12, 1-2)
  • Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo (Mt 16, 21-27)
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El evangelio de hoy, queridos hermanos, es la continuación inmediata del evangelio del domingo pasado, por lo que llama mucho la atención que Pedro, que fue declarado “dichoso” por el Señor y constituido “piedra” sobre la que edificar su Iglesia, sea ahora mismo llamado Satanás y conminado a alejarse de él. ¿Qué ha ocurrido en tan breve espacio de tiempo?

Ha ocurrido que el Señor ha revelado que tiene que realizar su misión como Mesías a través del sufrimiento, la muerte y su posterior resurrección, y esto –el sufrimiento y la muerte- ha descolocado totalmente a Pedro, que probablemente esperaba de Jesús que pusiera fin a toda necesidad y sufrimiento humano y no precisamente que fuera él mismo sometido al sufrimiento y a la muerte. La reacción de Pedro es como la de aquellos que piensan que un Dios que no me libra del dolor no me sirve para nada. Por eso Pedro intenta disuadir a Jesús de seguir ese camino.

Frases...

“El secreto exige una solución, el misterio una genuflexión”




Autor: Alessandro D’AVENIA
Título: ¡Presente!
Editorial: Encuentro, Madrid, 2022, (p. 392)

Dios uno y trino



1. El carácter personal de Dios.

Cuando el hombre dice “Dios” no emplea una palabra como las demás palabras que designan los distintos objetos de su experiencia. Pues con esta misteriosa palabra denomina un ser todavía más misterioso y enigmático, un ser que, propiamente hablando, no es un ser, sino el fundamento último de todo ser, de toda realidad, que no necesita a su vez de ningún otro fundamento, puesto que es él mismo quien todo lo sustenta y rige. “Dios” designa, pues, la realidad que todo lo abarca, que todo lo sostiene y todo lo determina, la realidad englobante de todos los seres y de todos los acontecimientos de la historia humana, pues en él vivimos, nos movemos y existimos, según proclamó San Pablo en el Areópago de Atenas (Hechos 17,28). “Dios” significa también el bien supremo en el que participan todos los bienes finitos y que es su base, así como el último fin que dirige y ordena todas las cosas. Por todo ello “Dios” no es nunca, para el hombre, una realidad más, ni tan siquiera una realidad superior a las demás realidades, sino más bien la respuesta a la pregunta latente en todas las preguntas, es decir, la respuesta a la pregunta sobre el fundamento y el sentido últimos del hombre y del mundo.

Cuando el hombre ha intentado pensar el ser de este fundamento, tan distinto y superior al ser de todas las criaturas, lo ha concebido siempre como esencia inmutable, como necesidad intrínseca de ser. Y así Dios ha sido pensado como el ser Infinito que, por ello mismo, nunca puede ser finito, o como el Absoluto que, por ello mismo, nunca puede ser relativo, o como el Uno que, por ello mismo, nunca puede ser múltiple, o como la coincidencia de los opuestos -caos o matriz originaria de todos los seres- que, por ello mismo, no puede identificarse con el mundo de las formas diferenciadas. La filosofía, la gnosis y la mayor parte de las religiones coinciden en pensar a Dios como Necesidad, de tal manera que todas ellas suscribirían, en principio, la afirmación de que Dios no puede dejar de ser Dios, es decir, de que Dios está condenado a seguir la férrea Necesidad que le prescribe su naturaleza de Dios.

XXI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

27 de agosto de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Pongo sobre sus hombros la llave del palacio de David (Is 22, 19-23)
  • Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos (Sal 137)
  • De él, por él y para él existe todo (Rom 11, 33-36)
  • Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos (Mt 16, 13-20)
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En el evangelio de este domingo, queridos hermanos, llama la atención el hecho de que Jesús pregunta a los discípulos lo que piensan acerca de su persona. Jesús no les ha preguntado nunca lo que piensan sobre su doctrina, qué les ha parecido, por ejemplo, el sermón de la montaña con las bienaventuranzas. Les pregunta, en cambio, sobre su persona, sobre su identidad, sobre quién es él. Y esto significa que esta cuestión es especialmente importante, que el centro de toda su obra no es su doctrina sino su persona, que el cristianismo no es, en primer lugar, adherir a una enseñanza o cumplir una moral, sino adherir a una persona, a la persona de Jesucristo.

La respuesta que da Pedro a la pregunta del Señor contiene dos afirmaciones distintas. “Tú eres el Mesías” significa tú eres el último y definitivo Rey y Pastor del pueblo de Israel, tú eres aquel en quién y por quien se cumplen las promesas hechas a los Patriarcas. “El Hijo de Dios vivo” significa tú tienes una relación única con Dios, caracterizada por el conocimiento recíproco y por la igualdad con Él, tal como ya había dicho Jesús al afirmar: “Nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo” (Mt 11, 27).

Acto de confianza

Dios mío, estoy tan persuadido de que velas por todos los que en Ti esperan y de que nada le puede faltar a quien de Ti aguarda todas las cosas, que he resuelto vivir en adelante sin cuidado alguno, descargando sobre Ti todas mis inquietudes. Ya dormiré en paz y descansaré, porque Tú, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los hombres pueden despojarme de los bienes y de la reputación, las enfermedades pueden quitarme las fuerzas y los medios de servirte; yo mismo puedo perder tu gracia por el pecado. Pero no perderé mi esperanza; la conservaré hasta el último instante de mi vida y serán inútiles todos los esfuerzos de los demonios del infierno por arrebatármela. Dormiré y descansaré en paz.

Que otros esperen su felicidad de su riqueza o de sus talentos; que se apoyen sobre la inocencia de su vida, o sobre el rigor de su penitencia, o sobre el número de sus buenas obras, o sobre el fervor de sus oraciones. En cuanto a mí, Señor, toda mi confianza es mi confianza misma. Porque Tú, Señor, sólo Tú, has asegurado mi esperanza.

Los libros

Los libros no han perdido del todo ese primitivo valor que tuvieron en Roma, la sutil capacidad de trazar un mapa de los afectos y las amistades. Cuando unas páginas nos conmuevan, un ser querido será el primero a quien hablaremos de ellas. Al regalar una novela o un poemario a alguien que nos importa, sabemos que su opinión sobre el texto se reflejará sobre nosotros. Si un amigo, una amada o un amante coloca un libro en nuestras manos, rastreamos sus gustos y sus ideas en el texto, nos sentimos intrigados o aludidos por las líneas subrayadas, iniciamos una conversación personal con las palabras escritas, nos abrimos con mayor intensidad a su misterio. Buscamos en su océano de letras un mensaje embotellado para nosotros.

Cuando apenas se conocían, mi padre le regaló a mi madre un ejemplar de Trilce, los poemas de juventud de César Vallejo. Tal vez nada de lo que sucedió después hubiera sido posible sin la emoción que esos versos despertaron. Ciertas lecturas son una forma de derribar barreras, ciertas lecturas nos recomiendan al desconocido que las ama. No tengo parentesco con el prodigioso César Vallejo, pero le he injertado en mi árbol genealógico. Igual que mis remotos bisabuelos, el poeta fue necesario para que yo existiera.



Autor: Irene VALLEJO
Título: El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo,
Editorial: Siruela, Madrid, 2021, (p. 301)







XX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

20 de agosto de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • A los extranjeros los traeré a mi monte santo (Is 56, 1. 6-7)
  • Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben (Sal 66)
  • Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel (Rom 11, 13-15. 29-32)
  • Mujer, qué grande es tu fe (Mt 15, 21-28)
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El Evangelio de hoy, queridos hermanos, transcurre en la región de Tiro y Sidón, por lo tanto fuera de los límites de Israel. Es un detalle importante porque la protagonista de este episodio es una mujer cananea, es decir, no-judía, no perteneciente al pueblo de Israel. Y el tema de fondo que, sin ser nombrado, está presente en todo este episodio es el de la salvación de los que no pertenecen al pueblo de Israel, el de la salvación de los gentiles, de los paganos: ¿Tienen o no tienen acceso a la salvación? Y si lo tienen, ¿en qué condiciones?

De entrada llama la atención que el Señor responda con su silencio a los angustiosos gritos de una madre que pide compasión para su hija. Hay como una aparente indiferencia de Jesús que contrasta con el interés de los discípulos que le dicen al Señor que la atienda. Aunque, todo hay que decirlo, este interés está motivado por el hecho de que los gritos de la mujer les molestan: “Atiéndela, que viene detrás gritando”. Parece que los discípulos son muy misericordiosos, pero en realidad lo que quieren es acabar con aquella molestia: quieren sacársela de encima.

Frases...

La vejez es una edad en la que hay que aprender a no hacer nada.



Alain QUILICI, Du bon usage de la vieillesse, Éditions du Carmel, Toulouse, 2017, (p. 9)

La esperanza en la misericordia










“La humanidad no encontrará la paz
hasta que no se vuelva con confianza
hacia mi misericordia (…)
Escribe que cuanto más grande es la miseria,
tanto más tiene derecho a mi misericordia,
e incita a todas las almas
a la confianza
en el inconcebible abismo de mi misericordia,
porque deseo que todos se salven.
La fuente de la misericordia
ha sido ampliamente abierta por la lanza sobre la cruz
para todas las almas,
sin excluir a nadie (…)
Mi Corazón es la misma misericordia.
De este océano de misericordia,
las gracias se derraman sobre el mundo entero.
Ninguna alma que se haya acercado a mí
ha quedado sin consolación.
Toda miseria perece en mi misericordia,
y toda gracia brota de esta fuente salvadora y santificante”

(Palabras de Jesús a santa Faustina)

* * *


"Decid bien, Madre mía,
que si yo hubiera cometido
todos los crímenes posibles,
tendría siempre la misma confianza;
porque siento que toda esta multitud de ofensas
son como una gota de agua
arrojada en un brasero ardiente”


(Palabras de santa Teresita del Niño Jesús, poco antes de morir, a su hermana Paulina, que era la Madre superiora)



Asunción de la bienaventurada Virgen María

15 de agosto 

15 de agosto de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies (Ap 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab)
  • De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir (Sal 44)
  • Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo (1 Cor 15, 20-27a)
  • El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes (Lc 1, 39-56)
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Celebramos hoy, queridos hermanos, la solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, en cuerpo y alma, al cielo. Lo que la liturgia propone hoy a nuestra contemplación es el destino final en el que se encuentra la Madre del Señor desde que terminó el curso de su vida terrena, diciéndonos que ella ha alcanzado ya plenamente el estado glorioso que tendrán, a partir del último día, todos los justos resucitados o los que, por vivir todavía cuando vuelva el Señor, serán transformados sin pasar por la muerte, tal como anuncia san Pablo: “He aquí que os anuncio un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados” (1Co 15, 51).

Los santos que están en el cielo se encuentran en un estado todavía provisional, en cuanto que una parte de su ser, el cuerpo, ha quedado aquí en la tierra, dejando de ser un cuerpo viviente, bien porque haya conocido la corrupción del sepulcro, o bien porque, aunque esté incorrupto, no es un cuerpo viviente, ya que lo que da vida al cuerpo es el alma, y el alma ya no está allí. Su espíritu y su alma están con el Señor y son colmados por la felicidad de contemplar su gloria; pero su cuerpo espera paciente el día de la segunda venida de Cristo, de su venida gloriosa, el día de la Parusía, para resucitar por la fuerza y el poder del Espíritu Santo, y ser transformado en un cuerpo espiritual, un cuerpo glorioso, tal como afirma san Pablo: “Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción (…) se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1Co 15, 42.44), y volver a unirse con su espíritu y su alma en la felicidad total del cielo.

XIX Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

6 de agosto de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Permanece de pie en el monte ante el Señor (1 Re 19, 9a. 11-13a)
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación (Sal 84)
  • Desearía ser un proscrito por el bien de mis hermanos (Rom 9, 1-5)
  • Mándame ir a ti sobre el agua (Mt 14, 22-33)
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En el encuentro con Dios que tuvo el profeta Elías en el monte Horeb, se nos revela, queridos hermanos, que nuestro Dios no se hizo presente en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en el susurro de una suave brisa. Nuestra mentalidad humana asocia más fácilmente al Creador con las experiencias de fuerza y de poder –como son las tres primeras- que con la delicadeza de una suave brisa, descrita como un susurro. Esta suave brisa es un símbolo del Espíritu Santo que se hace presente en nuestro corazón de una manera muy silenciosa y suave, y cuya voz solo puede ser escuchada si en nosotros hay un profundo silencio. De ahí la importancia de la soledad y del silencio para encontrarse con Dios.

Esa soledad y ese silencio es lo que buscaba el Señor el domingo pasado en el evangelio y no lo pudo tener a causa del gentío que lo esperaba. Ahora, después de haber saciado su hambre con la multiplicación de los panes y de los peces y de haberlos despedido, consigue por fin esa anhelada soledad y ese deseado silencio para poder orar. Y se queda él solo en el monte orando, hasta que se hace de noche. Ahí el Señor abriría su corazón al Padre del cielo y pondría ante Él el dolor por el asesinato de Juan el Bautista, para que el íntimo coloquio entre Él y el Padre del cielo, en la unidad del Espíritu Santo, le permitiera acoger esa realidad dolorosa con paz.

La creación


1. Padre, todopoderoso, creador.

El orden de las palabras del credo es significativo: si Dios es todopoderoso y creador lo es como un padre. Padre se refiere a Hijo y, en el caso de Dios, se trata de su Hijo Único, de su Hijo amado, el que se hizo hombre por nosotros. El Padre es creador con el Hijo y en vistas al Hijo: la creación está hecha para ser entregada como una herencia a un hijo. Por eso del Hijo se dice que le instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos (Hebreos 1,2). Por eso a Jesucristo se le llama Señor porque todo ha sido creado por Él y para Él, Él es anterior a todo y todo se mantiene en Él (Colosenses 1,17).

La creación está marcada por la paternidad de Dios: el destino de la creación es ser entregada al Hijo. Pero como el Padre del cielo nos ha hecho (por gracia) hijos en el único Hijo (por naturaleza), el destino de la creación es que todos los hombres lleguemos a ser hijos e hijas de Dios. Dios crea, pues, para exteriorizar su amor de Padre, para que se haga visible su paternidad: Él nos eligió, en la persona de Cristo, antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos e irreprensibles ante Él, por el amor (Efesios 1,4).

Transfiguración del Señor

15 de agosto 

6 de agosto de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Su vestido era blanco como nieve (Dan 7, 9-10. 13-14)
  • El Señor reina, Altísimo sobre toda la tierra (Sal 96)
  • Esta voz del cielo es la que oímos (2 Pe 1, 16-19)
  • Su rostro resplandecía como el sol (Mt 17, 1-9)
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La transfiguración del Señor que celebramos hoy es como un símbolo de lo que es la vida cristina: un camino cuesta arriba –la subida a una montaña alta- y una transformación luminosa de nuestro propio ser. Pues el cristianismo, como explica san Pablo, afirma que somos “ciudadanos del cielo” de donde esperamos un salvador, nuestro Señor Jesucristo, que “transformará nuestra condición humilde según el modelo de su condición gloriosa, con esa energía que posee para sometérselo todo”. Se trata, por lo tanto, de una transformación ontológica de nuestro ser, al hacernos, como explica san Pedro, “partícipes de la naturaleza divina”. El evangelio de hoy es como una visión anticipada del término hacia el cual caminamos.

Se transfiguró delante de ellos. La transfiguración no fue un cambio de la naturaleza de Jesús, sino una revelación de su verdadera naturaleza, de su identidad más profunda. La figura familiar y el aspecto habitual de Jesús se transforman ante sus ojos y ellos caen en la cuenta de que su aspecto habitual terreno-humano no expresa toda su realidad, toman conciencia de que él no está encerrado en los límites de la realidad terrena. Lo mismo indica el “blanco deslumbrador” de sus vestidos, que simboliza el mundo divino, la esfera de la luz esplendorosa de la majestad divina (cf. Mc 16,5; Ap 3,5), porque “Dios es luz sin tiniebla alguna” (1Jn 1, 5).

Frases...

No estamos en paz con los demás porque no estamos en paz con nosotros mismos y no estamos en paz con nosotros mismos porque no estamos en paz con Dios.


Thomas Merton

San Anselmo

Oh Virgen bendita por encima de todo,
cuida a quien se confía a ti;
haz que el grito de mis necesidades
vaya siempre contigo
y que tus miradas de bondad
me acompañen siempre.
Amén.

San Anselmo (+1109)



XVII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

 30 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Pediste para ti inteligencia (1 Re 3, 5. 7-12)
  • ¡Cuánto amo tu ley, Señor! (Sal 118)
  • Nos predestinó a reproducir la imagen de su Hijo (Rom 8, 28-30)
  • Vende todo lo que tiene y compra el campo (Mt 13, 44-52)
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“¿Entendéis bien todo esto?”. Para el Señor es importante que entendamos bien la naturaleza del Reino de los cielos, su condición aquí en la tierra, así como las exigencias que comporta.

La parábola del tesoro escondido nos enseña, en primer lugar, que la belleza y el valor del Reino de los cielos no son evidentes para todo el mundo, pues se trata de un tesoro escondido y son muchos los que ignoran la existencia de ese tesoro. Descubrirlo, verlo, es ya una inmensa gracia, un don de Dios.

La actitud correcta que este descubrimiento del valor del Reino de los cielos debe provocar en nosotros es la que ilustra esta parábola y la de la perla de gran valor: venderlo todo con tal de adquirir el campo o la perla, es decir, con tal de alcanzar ese tesoro y esa perla de gran valor que es el Reino de los cielos. Esto significa una jerarquía de valores, para la cual el valor principal y primero es participar del Reino de los cielos, entrar en él. Y para ello estoy dispuesto a vender todo lo demás, pues “si tu mano o tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo y arrójalo de ti; más te vale entrar en la Vida manco o cojo que, con las dos manos o los dos pies, ser arrojado al fuego eterno” (Mt 18,8).

Acoger la realidad

(La novela relata la historia de Dani, un joven adicto al alcohol, que entra a trabajar en una cooperativa que se encarga de la limpieza del hospital Bambino Gesù –Niño Jesús- de Roma, un hospital de la Iglesia en el que se atiende a los niños enfermos. En su lucha contra el alcohol, que ha deteriorado la relación con sus padres y sus hermanos, consigue no beber de lunes a viernes, pero reservándose el fin de semana para el vino blanco. La novela narra cómo la confrontación con el dolor, la enfermedad y, a veces, la muerte, de los niños, ayudan a Dani a reencontrar su propia humanidad)

A la altura de la vidriera modernista hay dos jóvenes de pie, la madre tiene en brazos a un niño mientras que el padre juega con él, le muestra la fuente del jardín interior, hace reír al hijo haciendo muecas y sacándole la lengua. Cuando estoy a no más de un metro de ellos los dos padres se giran, y con ellos el niño. El pequeño tendrá unos tres años, aparte de los ojos, su rostro no existe. En lugar de la nariz, de la boca, hay agujeros de carne roja. Clavo la mirada en el mármol del suelo, paso a su lado sin volver a mirarlos. En el almacén, mientras preparo el carro, llego a la certeza de que he alcanzado el nivel de saturación. Basta. Con este hospital, con todos estos niños enfermos, lisiados, deformes, muertos. Basta. Me fumo un cigarrillo, luego otro, hago tiempo esperando que los dos jóvenes y su hijo desfigurado se vayan.

Las risas del niño son lo primero que llega. Siguen ahí. Sin embargo, ahora no están solos. Delante de ellos hay una monja, es anciana, está inclinada hacia delante, con su rostro acaricia el rostro tremendo del niño.

“Guapo, tú eres el tesoro de papá y mamá, ¿verdad?”.

Toma una manita y la besa, él quizá por las cosquillas estalla en risas, la monja no tendrá menos de ochenta años, tiene el rostro rollizo, blanco como la leche.

“Entonces no eres solo guapo, también eres simpático, ¿te gusta?”. Y vuelve a pasar la manita por su boca, por la barbilla, porque a él le gusta. Después la monja se endereza, mira al padre y a la madre.

“¿Habéis oído qué carcajadas? Este dentro no tiene plata, tiene oro vivo”.

Lo besa, sin preocuparse de su rostro, ni de nada.

Santiago Apóstol, patrono de España

15 de agosto 

25 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • El rey Herodes hizo pasar a cuchillo a Santiago (Hch 4, 33; 5, 12. 27-33; 12, 2)
  • Oh, Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben (Sal 66)
  • Llevamos siempre y en todas partes en el cuerpo la muerte de Jesús (2 Cor 4, 7-15)
  • Mi cáliz lo beberéis (Mt 20, 20-28)
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Celebramos hoy, queridos hermanos, la fiesta del apóstol Santiago, patrono de España. La riqueza de la liturgia de la palabra de este día nos ofrece abundantes puntos de reflexión, que constituyen llamadas a nuestra conversión como católicos y como católicos españoles.

La primera lectura nos ha recordado la contundente respuesta que Pedro y los demás apóstoles dieron ante las autoridades religiosas judías: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Es una llamada a revisar nuestra jerarquía de valores y a preguntarnos qué es, de verdad, lo primero en nuestra vida, es decir, cuál es el criterio que prevalece sobre todos los demás a la hora de tomar nuestras decisiones. Si nuestro criterio es no distinguirnos de los demás, ser como todos, no llamar la atención, ser socialmente correctos, ajustándonos al comportamiento de la mayoría, entonces Dios no es el primero en nuestra vida, sino que lo primero es una determinada imagen de nosotros mismos que no queremos que desentone de la mayoría social; lo primero serría no querer tener problemas. El cristiano tiene que tener la audacia de poner a Dios, a su voluntad y a su santa ley, como lo más importante en su vida, aunque ello le genere algún problema.

XVI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

23 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Concedes el arrepentimiento a los pecadores (Sab 12, 13. 16-19)
  • Tú, Señor, eres bueno y clemente (Sal 85)
  • El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 26-27)
  • Dejadlos crecer juntos hasta la siega (Mt 13, 24-43)
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La liturgia de la Palabra de este domingo aborda el tema del silencio de Dios durante la historia humana, a pesar de la presencia del mal. A los hombres nos gustaría que, al menor síntoma de mal, Dios interviniera, arrancándolo de cuajo. Pero como Dios no lo hace, a nosotros nos viene la tentación de hacerlo, de “limpiar el campo”, de extirpar el mal. Y la palabra de Dios, en el evangelio de hoy, nos sorprende diciéndonos: “dejadlos crecer juntos hasta la siega”.

Con su parábola el Señor quiere inculcarnos la paciencia como una actitud fundamental. Quiere decirnos que hemos de soportar, durante nuestra vida aquí en la tierra, esta situación de mezcolanza del bien y del mal, del trigo y de la cizaña. Quiere decirnos que hemos de aprender a vivir juntos los buenos y los malos, los piadosos y los impíos. Que hemos de contar con la presencia del mal. El Señor nos dice: es mejor soportar la presencia del mal que arrancar el bien, queriendo extirpar el mal. Porque nosotros no tenemos un método infalible de discernimiento. A lo largo de la historia humana, hemos de aceptar que el Reino de Dios crezca en el seno de una comunidad en la que se mezclan el bien y el mal. Y hemos de vivir esta situación con una paciente confianza. Al final el Señor vendrá y Él realizará el juicio definitivo, el juicio “final”. Pero sólo Él puede hacerlo, porque sólo Él discierne los corazones.

Frases...

No dejes encarcelarte por ningún afecto. Preserva tu soledad. Si alguna vez ocurre que se te ofrezca un afecto verdadero, aquel día no habrá oposición entre la soledad interior y la amistad, sino al contrario. Precisamente lo reconocerás por ese indicio infalible. Los demás afectos deben someterse a una disciplina severa.



Simone WEIL
"La gravedad y la gracia" 
Trotta, Madrid, 2007, (p. 109)

Tareas espirituales para la vejez

La vejez ya no es el tiempo de la vida activa en el que había que atender a muchas ocupaciones. Ahora tenemos mucho tiempo y no hay que perderlo. Este tiempo precioso pertenece a Dios. La vejez es el tiempo para la contemplación de los misterios revelados por Cristo Jesús. Todos esos misterios que ya conocemos, que aprendimos en el catecismo hace muchos años, que se nos han hecho familiares y que hemos celebrado a lo largo de nuestra vida. Pero no teníamos el tiempo necesario para profundizarlos. Ahora lo tenemos. La vejez es el tiempo de la contemplación.

La vejez es también el tiempo del testimonio silencioso. Los ancianos son como esos velones siempre encendidos que señalan en las iglesias la presencia del Señor en el sagrario. Las personas mayores, en silencio delante del Santísimo Sacramento, recuerdan a todos que estar ante Dios pertenece al ser más profundo del hombre. Su silencio ante Dios es una palabra que dice simplemente que Dios es Dios y que estar ante Él nos constituye.

Es también el tiempo de orar por todos los que no tienen tiempo para orar: orar por ellos y orar en lugar de ellos, en nombre de ellos, aunque ellos no nos lo hayan explícitamente pedido. Oración atravesada muchas veces por el dolor y la angustia de preguntarse qué es lo que hemos hecho mal, o lo que no hemos sabido hacer, para que el tesoro de la fe, que es lo más querido para nosotros, no haya sido recogido por nuestros hijos y nuestros nietos. Oración llena de esperanza, sin embargo, porque sabemos también que Dios puede convertir los corazones, que el poder del Espíritu Santo es más fuerte que el del Maligno.



Autor: Alain QUILICI
Título: Du bon usage de la viellesse
Éditions du Carmel, Toulouse, 2017, 
(pp. 14-15; 22-24)














XV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

16 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • La lluvia hace germinar la tierra (Is 55, 10-11)
  • La semilla cayó en tierra buena, y dio fruto (Sal 64)
  • a creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios (Rom 8, 18-23)
  • Salió el sembrador a sembrar (Mt 13, 1-23)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Casi con toda probabilidad podemos afirmar que esta parábola fue pronunciada por el Señor a causa de un cierto desánimo que había en sus discípulos. Éstos, en efecto, veían que eran muchas las personas que escuchaban la predicación del Señor, pero que, sin embargo, no todos se convertían en discípulos suyos. Es una cuestión siempre actual, que no vale sólo de la predicación de Jesús sino también de la predicación de la Iglesia (que es sustancialmente la misma predicación de Jesús) a lo largo de la historia. La parábola sale al paso de esta cuestión y afirma una cosa muy sencilla: que el fruto de la predicación no depende sólo de la semilla que se siembra sino también del terreno que la acoge.

A este respecto la parábola se recrea en la contemplación de los diferentes tipos de “terreno” que la Palabra de Dios puede encontrar. Todos comprendemos que el “terreno” es el corazón del hombre. La parábola viene a decirnos: no todos los corazones son iguales y por eso la misma predicación no da el mismo fruto en todos.

Frases...

Cuando uno es feliz está dispuesto a soportar cualquier clase de disciplina.


Graham GREEN

La vida eterna



1. “Vida eterna”: la vida misma de Dios.

Desde el punto de vista científico la expresión “vida eterna” resulta paradójica, ya que la “vida” tal como la conocemos en nuestra experiencia, es un proceso eminentemente lábil y frágil que está irremediablemente abocado a la muerte. Vida y muerte son nociones correlativas. Esta expresión, en su paradoja, pone de relieve que estamos ante algo inaudito, ante una promesa de Dios, ante un don suyo, y no ante una experiencia biológica o una perspectiva científica.

La temporalidad propia de nuestra existencia aquí en la tierra, hace que nuestra vida se caracterice por la fragmentación en lo disperso y disgregado, por la fugacidad: la vida se nos escapa de las manos en un fluir ininterrumpido entre el pasado y el futuro. Vida eterna significa la superación de esta situación en un presente concentrado, pleno, que no se diluye en el pasado ni se desvanece en el futuro. La eternidad es, en efecto, la posesión simultánea y perfecta de una vida interminable, según definió Boecio en el siglo V.

Esta plenitud del ahora insuperable y único es lo propio de la vida divina. De ahí que la Tradición de la Iglesia no ha dudado en hablar de divinización para expresar el destino al que está llamado el hombre: “Dios se ha hecho hombre para que el hombre pueda llegar a ser Dios” (San Atanasio). El hombre es el ser paradójico que, para ser plenamente él mismo, tiene que aspirar a ser más de lo que es, tiene que aspirar a ser Dios. Puesto que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, su ser se afirma y se realiza en la medida en que se va pareciendo a Aquel del cual es la imagen.

XIV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

9 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Mira a tu rey que viene a ti pobre (Zac 9, 9-10)
  • Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey. (Sal 144)
  • Si con el Espíritu dais muerte a las obras del cuerpo, viviréis. (Rom 8, 9. 11-13)
  • Soy manso y humilde de corazón (Mt 11, 25-30)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

En el evangelio de hoy el Señor da gracias al Padre, que es el Señor del cielo y de la tierra, por haber escondido su plan de salvación a los ojos de los sabios y entendidos y haberlo revelado, en cambio, a la gente sencilla. Los “sabios y entendidos” son los que razonan según la lógica humana que nos dice que para “destruir a los carros de Efraím y a los caballos de Jerusalén” lo que hace falta son unos carros más potentes y unos caballos más veloces. Y sin embargo Dios anuncia, por medio del profeta Zacarías, que Dios alcanzará esa victoria mediante un rey modesto que “cabalga en un asno, en un pollino de borrica”.

Los sencillos de corazón son los que, antes que nada, piensan en Dios y dicen: si Dios lo quiere podrá ocurrir. Son como niños que están seguros del poder y de la fuerza de su padre y que lo creen todo posible si su papá está allí e interviene. Con estas palabras el Señor nos invita a buscar la sencillez de corazón, que consiste en prestar mucha más atención, en todos los asuntos, a la existencia de Dios, a Su voluntad y a Su poder, que al entramado de causas segundas que intervienen en ellos. Quien así procede está convencido de que “para Dios nada hay imposible” (Lc 1,37), tal como le dijo el ángel Gabriel a la Virgen María. La Virgen era sencilla de corazón, y por eso respondió: “aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).

Frases...

Salgo al balcón y el mundo es un himno, enciendo la tele y es un sarcasmo.


Gabriel Insausti

Para dar gracias a Dios

Yo confieso vuestro nombre, oh Dios,
luz y fuerza de mi alma,
que me habéis gobernado y dirigido desde mi infancia
contando todos los cabellos de mi cabeza.
Os doy gracias por todos los beneficios
que habéis querido obrar en mí, por mí y a causa de mí.

Me habéis protegido día y noche
a la sombra de vuestras alas
y me habéis guardado como a la niña de vuestros ojos.

Como el águila que invita a sus pequeños a volar
y que vuela sobre ellos,
extiende sus alas y los toma y lleva sobre sus hombros,
habéis previsto todos mis caminos,
habéis sondeado mis riñones,
habéis extendido vuestra mano
sobre la cólera de mis enemigos
y me habéis salvado,
no por mi justicia,
sino por vuestra pura misericordia.

A Vos la alabanza y la gloria
por los siglos de los siglos.

Amén.

San Pedro Canisio

Escuela de la fe #14: La paz de Cristo




La paz de Cristo


D. Fernando Colomer Ferrándiz
28 de junio de 2023


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126370437


XIII Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

2 de julio de 2023

(Ciclo A - Año impar)





  • Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí (2 Re 4, 8-11. 14-16a)
  • Cantaré eternamente las misericordias del Señor (Sal 88)
  • Sepultados con él por el bautismo, andemos en una vida nueva (Rom 6, 3-4. 8-11)
  • El que no carga con la cruz no es digno de mí (Mt 10, 37-42)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

En el evangelio de hoy, queridos hermanos, el Señor nos habla de la relación de los discípulos con Él y de la relación entre los discípulos y los demás hombres.

Al describirnos cómo debe ser la relación de los discípulos con Él, el Señor nos dice que deben preferirle a él antes que a la familia –tanto a los padres como a los hijos-, que no deben rehuir el sufrimiento –la cruz- para seguirle y que entre “asegurar” la propia vida o perderla por Él, el discípulo debe de estar siempre dispuesto a esto último, que es lo que hará que, verdaderamente, “encuentre” su vida. Jesús pretende de sus discípulos un amor sin límites, sin medida ni condiciones, por encima del amor a los padres, a los hijos, al propio bienestar y a la propia vida, de manera que si surge un conflicto entre lo que debemos a Jesús y lo que nos exigen otras personas, prefiramos siempre a Jesús.

La primera impresión

Al fin y al cabo, ¿qué puede revelarnos una primera impresión de alguien a quien sólo hemos visto un minuto en el vestíbulo de un hotel? Es más, ¿qué puede revelarnos una primera impresión de nadie? Pues no mucho más de lo que un acorde puede hacerlo de Beethoven, o una pincelada de Botticelli.

Por naturaleza los seres humanos son tan caprichosos, tan complejos, tan maravillosamente contradictorios, que merecen no sólo nuestra consideración, sino también nuestra reconsideración, y nuestra firme determinación de guardarnos nuestra opinión hasta habernos relacionado con ellos en todas las situaciones y a todas las horas posibles.


Autor: Amor TOWLES
Título: Un caballero en Moscú
Editorial: Salamandra, 2022, (p. 142)