- ¿Estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo profetizara! (Núm 11, 25-29)
- Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón (Sal 18)
- Vuestra riqueza está podrida (Sant 5, 1-6)
- El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te induce a pecar, córtatela (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)
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XXVI Domingo del Tiempo Ordinario
La finalidad de la vida cristiana
La oración, el ayuno, las vigilias y otras actividades cristianas, por muy buenas que parezcan en sí mismas, no constituyen la finalidad de la vida cristiana, aunque sin duda ayudan a conseguirla.
La verdadera finalidad de la vida cristiana consiste en la adquisición del Espíritu Santo de Dios.
La oración, el ayuno, las vigilias, la limosna y todas las demás buenas obras hechas en nombre de Cristo no son más que medios para la adquisición del Espíritu Santo.
San Serafín de Sarov
XXV Domingo del Tiempo Ordinario
- Lo condenaremos a muerte ignominiosa (Sab 2, 12. 17-20)
- El Señor sostiene mi vida (Sal 53)
- El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz (Sant 3, 16-4,3)
- El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos (Mc 9, 30-37)
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El abrazo humano
Sobre el abrazo humano: unión de los rostros y no sólo de los cuerpos
Lo que nos distingue profundamente de las bestias es poder “hacer la bestia de las dos espaldas”. Los demás mamíferos hacen la bestia de una sola espalda. El macho se convierte de repente en bípedo, trepa sobre la hembra, se repantiga sobre su espinazo. En cambio, en el ser humano, ya no existe una hembra a la que se ataca por la espalda. Existe una mujer a la que hay que afrontar de cara. Los luchadores gozan de las mismas armas. Se exponen el uno al otro con igual vulnerabilidad. San Alberto Magno insiste en esta excepción para convertirla en regla: “Puesto que sólo las mujeres [entre las hembras] tienen la vulva por delante, el acto venéreo debe realizarse por delante”. Más que ver en ello una norma moral, yo percibiría un signo más de exigencia y de prueba. El rostro despliega en la materia algo que no es material: abre una interioridad en su superficie. Por lo tanto, en una primera aproximación, se podría decir que el poder de unirse “por delante” exige que la unión sexual se realice en una unión espiritual: que cada uno acoja el rostro del otro, que cada uno le permita al otro imprimirse en sí mismo como en el velo de la Verónica.
La unión de los sexos permite también la unión de las bocas: Que me bese con los besos de su boca, dice la Esposa del Cantar de los cantares (Ct 1, 2). ¿Qué hacen las bocas cuando se deshacen una contra otra? Esas bocas quisieran comerse al otro sin triturarlo, para hacérselo totalmente interior. Hay como una aspiración eucarística: comer la carne del otro sin destruirlo. Es preciso creer que toda la moral sexual, la verdadera, podría resumirse en este imperativo: “Cuando beses, besa de verdad, besa a fondo, sin traiciones, sin reservas, sin detenerte en medio de ese impulso hacia el otro acogido en tu alma y en tu cuerpo”. Pero casi nunca llegamos al final de lo que ese beso postula. Nosotros besuqueamos. Damos besitos. Y aunque no besemos en plan de burla, siempre lo hacemos al estilo de Judas, emboscados. ¿Qué hacer para que nuestra postura no se convierta en impostura? ¿Quién nos rescatará de todos esos besos a medias y de todos esos falsos besuqueos? Existe, en el oficio del Viernes Santo, el rito del beso de la Cruz.
La promesa del abrazo
“Imaginemos la sorpresa de quien, sin tener conocimiento alguno de ello, y por medio de alguna maquinación, descubriera sin ser visto los raptos amorosos de una mujer cuya distinción le hubiera impresionado. Los vería como una enfermedad. Algo parecido a la rabia de los perros. Como si una perra enrabiada hubiera venido a sustituir la personalidad de aquella que sabía recibir las visitas con tanta dignidad”, escribe G. Bataille . Se podría concluir con Ch. Baudelaire: “La voluptuosidad única y suprema del amor yace en la certeza de hacer el mal”. Pero, ese mal que se hace con el amor, ¿en qué consiste? Baudelaire habla de la “pérdida del gobierno de uno mismo”.
XXIV Domingo del Tiempo Ordinario
- Ofrecí la espalda a los que me golpeaban (Is 50, 5-9a)
- Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos (Sal 114)
- La fe, si no tiene obras, está muerta (Sant 2, 14-18)
- Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho (Mc 8, 27-35)
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Tú que eres experto en mis debilidades
Señor mío y Dios mío, que visitas tu creación;
tú conoces bien nuestras pasiones,
las debilidades de nuestra naturaleza
y la fuerza de nuestro enemigo;
escóndeme de su malicia,
porque su poder es fuerte,
nuestra naturaleza miserable
y nuestro poder débil.
tú conoces bien nuestras pasiones,
las debilidades de nuestra naturaleza
y la fuerza de nuestro enemigo;
escóndeme de su malicia,
porque su poder es fuerte,
nuestra naturaleza miserable
y nuestro poder débil.
Por eso, tú que eres dulce
y experto en nuestras debilidades,
tú que cargas con las penas de nuestra pequeñez,
guárdame del tumulto de los pensamientos
y de la violencia de las pasiones,
y hazme digno de ser discípulo tuyo;
que no corrompa con las pasiones,
el deleite de tu servicio,
para que no me vuelva impúdico ante ti,
cuando me encuentres.
Que pueda hallarme más bien ante ti,
y experto en nuestras debilidades,
tú que cargas con las penas de nuestra pequeñez,
guárdame del tumulto de los pensamientos
y de la violencia de las pasiones,
y hazme digno de ser discípulo tuyo;
que no corrompa con las pasiones,
el deleite de tu servicio,
para que no me vuelva impúdico ante ti,
cuando me encuentres.
Que pueda hallarme más bien ante ti,
Isaac de Nínive (Siglo VII)
XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
- Los oídos de los sordos se abrirán, y cantará la lengua del mudo (Is 35, 4-7a)
- Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
- ¿Acaso no eligió Dios a los pobres como herederos del Reino? (Sant 2, 1-5)
- Hace oír a los sordos y hablar a los mudos (Mc 7, 31-37)
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Tener un hijo
(Se trata de fragmentos de una larga carta que un pastor metodista), casado en segundas nupcias en su ancianidad, escribe al hijo que ha tenido en este matrimonio -del matrimonio anterior tuvo una hijita que murió muy pronto, así como su madre, Luisa- ante la conciencia que tiene de que su muerte no está lejos. Vive en un pequeño pueblo -Gilead- y es muy amigo de otro pastor, Boughton, que es algo más mayor que él)
Nunca creí que vería a una esposa mía idolatrando a un hijo mío. Todavía me asombra cada vez que lo pienso. Escribo esto, en parte, para decirte que si alguna vez te preguntas qué has hecho en tu vida, y todo el mundo se lo pregunta en un momento u otro, sepas que has sido para mí la gracia de Dios, un milagro, algo más que un milagro. Tal vez no me recuerde muy bien y quizá no te parezca gran cosa haber sido el hijo querido de un viejo en un pueblecito de mala muerte que, sin duda, habrás dejado atrás. Ojalá tuviera palabras para expresarme. Todo eso está bien, pero la razón por la que te quiero es por tu existencia, sobre todo. La existencia me parece ahora lo más extraordinario que haya imaginado nunca. Estoy a punto de escenificar la perdurabilidad. En un instante, en un centelleo de la mirada.
* * *
(Hablando del cielo, afirma:) No creo que olvidemos todas nuestras penas por completo. Significaría olvidar que hemos vivido, humanamente hablando. Pienso que la pena es un componente esencial de la sustancia de la vida humana. Por ejemplo, en este momento me invade una especie de pena amorosa por ti mientras lees esto, porque no te conozco y porque has crecido sin padre, mi pobre hijo, tumbado ahora boca abajo al sol, con Soapy durmiendo encima de tu rabadilla. Estás haciendo esos espantosos dibujitos que me traerás para que los admire y que yo admiraré, porque no tengo valor para decir una palabra que pudieras recordar contra mí.
XXII Domingo del Tiempo Ordinario
- No añadáis nada a lo que yo os mando... observaréis los preceptos del Señor (Dt 4, 1-2.6-8)
- Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
- Poned en práctica la palabra (Sant 1, 16b-18. 21b-22. 27)
- Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres (Mc 7, 1-8. 14-15. 21-23)
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XXI Domingo del Tiempo Ordinario
- Serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios! (Jos 24, 1-2a. 15-17. 18b)
- Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
- Es este un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia (Ef 5, 21-32)
- ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna (Jn 6, 60-69)
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Quién es cristiano
El cristiano no es quien confía demasiado en la grandeza del hombre, sino quien reconoce con agradecimiento la grandeza de Dios, su generosidad y su capacidad comunicativa.
La gran riqueza del cristiano es su incorporación a Cristo, el habernos hecho un cuerpo con Él. Como miembros de la Iglesia, hemos sido vinculados a ella en una conexión corporal visible. No formamos parte de un partido o de una organización humana, sino que por el bautismo somos miembros de un cuerpo vivo y participamos todos del mismo principio vital, el amor de Dios. Nuestra riqueza es la comunión íntima con Dios: Él está en nosotros y nosotros en Él. Nos hacemos Dios, porque queremos lo que quiere Dios. Cada uno es lo que ama.
La clave para entender esta divinización operada en nosotros y proclamada solemnemente en el Prefacio III del tiempo de Navidad es, por tanto, el amor. San Ireneo de Lyon fue el primer Padre en formular de modo explícito que Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera Dios. Posteriormente lo harían otros Padres latinos como san Agustín o san León Magno al cantar la Natividad del Señor. Por su parte, fue Clemente Alejandrino quien utilizó por primera vez el concepto de divinización del hombre. La encarnación del Hijo de Dios, por tanto, causa nuestra divinización, mientras que la resurrección es la que introduce este cambio radical en la humanidad.
XX Domingo del Tiempo Ordinario
- Comed de mi pan, bebed el vino que he mezclado (Prov 9, 1-6)
- Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
- Daos cuenta de lo que el Señor quiere (Ef 5, 15-20)
- Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6, 51-58)
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Sobre la desnudez y el tacto
Aristóteles no se cansaba de exaltar la ‘pilosidad’ humana, distinguiéndola del pelaje de los animales: “El hombre posee pestañas en los dos párpados y pelo en las axilas así como en el pubis. Ningún otro animal posee ni uno ni otro de esos tipos de pelo, ni tampoco pestañas en el párpado inferior”, afirma en su Historia de los animales. Si el vello púbico es animal, es propio, por tanto, de ese animal que somos nosotros. Declara nuestra humanidad y, con ella, nuestra madurez sexual. En el momento en que adviene la pubertad, señala, escondiéndolo, ese lugar que en las bestias sigue estando calvo. Esa especificidad es desconcertante. Aristóteles no extrae de ella ninguna conclusión precisa, no más que la que se desprende de esta exorbitante afirmación: “Las partes inferiores del bajo vientre son como el rostro por su carácter descarnado o metido en carnes”.
El erotismo, en consecuencia, no puede explicarse mediante una dialéctica de lo humano y lo animal. Las partes pudendas son tan humanas como el resto del cuerpo. Lo que nos empuja a velarlas no es su carácter animal, sino su vehemente intimación. Son íntimas y por eso intiman. Desde el momento en que se descubren me intiman a entrar en su intimidad y, por tanto, a exponer la mía.
Si la desnudez de la mujer amada me pone fuera de mí no es, pues, porque dicha desnudez no sea espiritual, sino porque, de alguna manera lo es en demasía. No es, entonces, el deseo de poseer lo que me posee, sino el estupor de impropia desposesión: ¿Cómo consigue atraparme de una forma tan soberana, sin robo ni esfuerzo, e incluso a pesar de sí misma, con una dulzura más violenta que la violencia misma? Lo adivino: más que a cubrirla para recobrarme, me llama a una ofrenda más completa, en la que mi espíritu consienta en dejarse atrapar a su vez. Su desnudez, como una flecha, con su punta pilosa, me traspasa hasta el corazón.
XIX Domingo del Tiempo Ordinario
- Con la fuerza de aquella comida, caminó hasta el monte de Dios (1 Re 19, 4-8)
- Gustad y ved qué bueno es el Señor (Sal 33)
- Vivid en el amor como Cristo (Ef 4, 30 - 5, 2)
- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo (Jn 6, 41-51)
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Antes de dormir
concede a mis párpados un sueño ligero
para que mi voz no permanezca muda mucho tiempo.
Durante la noche, tu creación velará
y salmodiará con los ángeles.
Que mi sueño esté todo el tiempo habitado por tu presencia.
Que la noche no retenga
ninguna de las manchas del día que ha pasado;
y que las locuras de la noche
no vengan a visitar mis sueños.
¡A ti, Señor, honor, gloria y poder
por los siglos de los siglos!
Amén.
(San Gregorio Nazianceno +389)
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
- Haré llover pan del cielo para vosotros (Éx 16, 2-4. 12-15)
- El Señor les dio pan del cielo (Sal 77)
- Revestíos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios (Ef 4, 17. 20-24)
- El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed (Jn 6, 24-35)
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Cómo se rompió mi matrimonio
(En esta novela, Frank, su protagonista, es un periodista deportivo, que tiene que viajar mucho para cubrir los diferentes eventos deportivos por todo el país y que nos cuenta algunas vicisitudes de su vida intentando comprender por qué se rompió su matrimonio, después de haber tenido tres hijos y de haber perdido a uno de ellos, que falleció inesperadamente. Se refiere a su antigua esposa sin decir nunca su nombre, designándola con la letra X. En este texto nos narra lo que desencadenó la repentina decisión que tomó su mujer de romper el matrimonio. Todo empezó en uno de sus múltiples viajes para cubrir acontecimientos deportivos, donde conoció a una mujer que acababa de abandonar a su marido)
Desde luego es la ironía de las ironías que X me dejara por las cartas de Peggy Conmover, cuando Peggy y yo jamás cometimos la más mínima indiscreción.
La conocí en el avión de Kansas City a Minneapolis, y a lo largo de una tarde, durante la cena y las horas que siguieron, llegué a saber sobre ella todo lo que se puede averiguar de alguien en ese intervalo de tiempo. Tenía treinta y dos años y no era una mujer atractiva. Era regordeta, con enormes dientes blancos y una perfecta cara de torta. Había dejado a su marido y a sus cuatro hijos en el pueblo de Blanding, Kansas –donde su marido vendía material aislante-, para irse a vivir con su hermana al norte de Minnesota y dedicarse a la poesía. Era una mujer afable, con una agradable sonrisa, y en el avión empezó a contarme su vida. Había ido a Antioquia, había estudiado historia, jugaba a jockey sobre hierba, había participado en marchas por la paz y escrito poemas. Me contó que sus padres eran emigrantes suecos y que a ella siempre le había dado vergüenza, y que muchas veces soñaba con gigantescos camiones que se precipitaban por despeñaderos y se despertaba aterrada. También me contó que había escrito algunos poemas y que cuando se los había enseñado a su marido, Van, éste se había burlado, aunque más tarde reconoció que estaba orgulloso de ella. Me dijo que en su época de estudiante era muy sexy, y que se había casado con Van, que era de Miami, Ohio, porque le quería. Pero no eran del mismo nivel cultural y aunque entonces no le había importado, ahora sí, y había decidido dejarle.
Cuando bajamos del avión y nos detuvimos en el vestíbulo, me preguntó dónde me hospedaba. Le contesté que en el Ramada y ella me propuso acompañarme y cenar juntos, porque le gustaba hablar conmigo. Y como yo no tenía otra cosa que hacer, acepté.
XVII Domingo del Tiempo Ordinario
- Comerán y sobrará (2 Re 4, 42-44)
- Abres tú la mano, Señor, y nos sacias (Sal 144)
- Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4, 1-6)
- Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron (Jn 6, 1-15)
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La humildad según los padres del desierto
Preguntaron a un anciano: “¿Qué es la humildad?” Y respondió: “La humildad es algo muy grande, divino. El camino de la humildad es éste: entregarse a la penitencia corporal, reconocerse pecador y someterse a todos”. Y un hermano preguntó: “¿Qué es someterse a todos?” Y contestó el anciano: “No fijarse en los pecados de los demás, sino considerar siempre los propios y rogar continuamente a Dios”.
Preguntaron a un anciano: ¿Qué es la humildad? Y respondió: “Perdonar al hermano que ha pecado contra ti antes de que te pida perdón”.
Un hermano muy austero, que no comía más que pan, fue a visitar a un anciano. Y llegaron también, muy a propósito, otros peregrinos. Y el anciano preparó para todos un poco de papilla. Se pusieron a comer y aquel hermano tan austero tomó tan sólo un garbanzo durante la comida. Y al levantarse de la mesa, el anciano le llamó aparte y le dijo: “Hermano, cuando visites a alguno, no des a conocer allí tu modo de proceder. Si lo quieres guardar quédate en tu celda y no salgas nunca de ella”. El hermano obedeció al anciano y en adelante hacía en todo vida común cuando se encontraba con otros hermanos.
XVI Domingo del Tiempo Ordinario
- Reuniré el resto de mis ovejas, y les pondré pastores (Jer 23, 1-6)
- El Señor es mi pastor, nada me falta (Sal 22)
- Él es nuestra paz: el que de los dos pueblos ha hecho uno (Ef 2, 13-18)
- Andaban como ovejas que no tienen pastor (Mc 6, 30-34)
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La raíz o la rama
Los intelectuales no adoptan la retórica del chamán por estupidez o por mala fe, aunque en ocasiones se puede sospechar que vanidad y arrogancia se han colado en sus escritos. Pero, en líneas generales, el grueso de los intelectuales de un país, educado en sus mejores escuelas, ha sido expuesto a los “valores burgueses”. Es en el transcurso de su vida cuando abandonan esos valores y se radicalizan en el sentido etimológico de la palabra, es decir, quieren ir a la raíz de los problemas. No se conforman con los problemas socioeconómicos puntuales, quieren ir al fondo. “Nuestro problema es mucho más grande, mucho más hondo”, se lamentaba Ortega en 1914.
Un siglo después, esa radicalidad orteguiana no es criticada por ser pretenciosa, sino que sigue siendo alabada por nuestros intelectuales más influyentes. Ortega es visto como “un pensador vivísimo, jovial, subversivo, pletórico de estímulos, radicalmente ateo y anticatólico, radicalmente vitalista, radicalmente radical, porque va a la raíz de los problemas” (J. Cercas), que “quería ser un gran pensador y un gran escritor para cambiar a España de raíz” y “llevar a gobernar el país a sus hijos más cultos, inteligentes y decentes” (M. Vargas Llosa). El viaje a la raíz es un deseo omnipresente en nuestros líderes de opinión. Nos conminan sin denuedo a “ser radicales. Literalmente: volver a la raíz” (J. Gallego). Y los políticos recogen el guante: “Yo nunca voy a negar que soy radical porque creo que hay que ir a la raíz de los problemas y no quedarse en la superficie”, afirma el líder de izquierda Alberto Garzón.
Ir a la raíz de los problemas políticos es intelectualmente loable, pero, en términos prácticos, resulta nefasto. Para comprender por qué ocurre, podemos acercarnos al trabajo de Charles Lindblom, quien clasificó las formas de hacer política en dos tipos contrapuestos: el método-raíz y el método-rama. El primero sigue una lógica encantadora: vayamos a la raíz de los problemas, identifiquemos la causa de fondo y tratemos de subsanarla. Pero, a la hora de la verdad, este método no funciona porque hay que computar parámetros en muchas variables. Las causas, y los responsables, de fondo de los problemas colectivos son múltiples, cambiantes, difíciles de medir. ¿Quién ha provocado la Gran Recesión? ¿Qué conduce a la desigualdad? Son preguntas inabarcables. Las raíces de estos macrofenómenos se pierden más allá de las fronteras a través del tiempo.
XV Domingo del Tiempo Ordinario
- Ve, profetiza a mi pueblo (Am 7, 12-15)
- Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación (Sal 84)
- Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1, 3-14)
- Los fue enviando (Mc 6, 7-13)
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Deseo de Dios (San Anselmo)
Ea, hombrecillo, deja un momento tus ocupaciones habituales, entra en un instante en ti mismo, lejos del tumulto de tus pensamientos. Arroja fuera de ti las preocupaciones agobiantes; aparta de ti tus inquietudes trabajosas. Dedícate algún rato a Dios y descansa siquiera un momento en su presencia. Entra en el aposento de tu alma, excluye todo, excepto Dios y lo que pueda ayudarte para buscarle; y así, cerradas todas las puertas, ve en pos de él. Di, pues, alma mía, di a Dios: “Busco tu rostro; Señor, anhelo ver tu rostro”.
Y ahora, Señor, mi Dios, enseña a mi corazón dónde y cómo buscarte, dónde y cómo encontrarte. Señor, si no estás aquí, ¿dónde te buscaré, estando ausente? Si estás por doquier, ¿cómo no descubro tu presencia? Cierto es que habitas en una claridad inaccesible. Pero ¿dónde se halla esa inaccesible claridad?, ¿cómo me acercaré a ella?, ¿quién me conducirá hasta ahí para verte en ella? Y luego, ¿con qué señales, bajo qué rasgo te buscaré? Nunca jamás te vi, Señor, Dios mío; no conozco tu rostro. ¿Qué hará, altísimo Señor, éste tu desterrado tan lejos de ti? ¿Qué hará tu servidor, ansioso de tu amor y tan lejos de tu rostro?
Anhela verte y tu rostro está muy lejos de él. Desea acercarse a ti y tu morada es inaccesible. Arde en el deseo de encontrarte e ignora dónde vives. No suspira más que por ti y jamás ha visto tu rostro. Señor, tú eres mi Dios, mi dueño y, con todo, nunca te vi. Tú me has creado y renovado, me has concedido todos los bienes que poseo y aún no te conozco. Me creaste, en fin, para verte y todavía nada he hecho de aquello para lo que fui creado.
Entonces, Señor, ¿hasta cuándo? ¿Hasta cuando te olvidarás de nosotros, apartando de nosotros tu rostro? ¿Cuándo, por fin, nos mirarás y escucharás? ¿Cuándo llenarás de luz nuestros ojos y nos mostrarás tu rostro? ¿Cuándo volverás a nosotros? Míranos, Señor; escúchanos, ilumínanos, muéstrate a nosotros. Manifiéstanos de nuevo tu presencia para que todo nos vaya bien, sin eso todo será malo. Ten piedad de nuestros trabajos y esfuerzos para llegar a ti, porque sin ti nada podemos.
Enséñame a buscarte y muéstrate a quien te busca; porque no puedo ir en tu busca, a menos que tú me enseñes, y no puedo encontrarte, si tú no te manifiestas. Deseando te buscaré, buscando te desearé, amando te hallaré y hallándote te amaré.
San Anselmo, Proslogion, 1
XIV Domingo del Tiempo Ordinario
- Son un pueblo rebelde y reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos (Ez 2, 2-5)
- Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia (Sal 122)
- Me glorío de mis debilidades, para que resida en mí la fuerza de Cristo (2 Cor 12, 7b-10)
- No desprecian a un profeta más que en su tierra (Mc 6, 1-6)
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Sólo hay una tristeza
Clotilde tiene hoy cuarenta y ocho años, aunque demuestra no menos de un siglo. Más hermosa que antes, se parece a una columna de plegarias, la última columna de un templo derruido por los cataclismos.
Sus cabellos se han vuelto completamente blancos y los ojos, quemados por las lágrimas que han puesto surcos en su rostro, apenas conservan su brillo. Nada ha perdido de sus fuerzas, sin embargo.
Casi nunca se la ve sentarse. Siempre en camino de una iglesia a otra, de uno a otro cementerio; no se detiene sino para arrodillarse, y se diría que no conoce otra actitud.
Tocada sólo con la capucha de un largo manto negro que llega hasta el suelo, y desnudos en las sandalias los invisibles pies, una energía más que humana la sostiene desde hace diez años, sin que ni el frío ni la tempestad la amedranten. Su domicilio es el de la lluvia que cae.
No pide limosna. Se limita a recibir con una dulce sonrisa lo que le ofrecen, y lo da en secreto a los desdichados.
Cuando encuentra a un niño, se arrodilla delante de él, como hacía el gran Cardenal Bérulle, y con la mano infantil traza una cruz sobre su frente.
Los cristianos cómodos y bien vestidos a quienes molesta lo Sobrenatural y “dicen a la Prudencia: Tú eres mi hermana”, la consideran trastornada; pero el pueblo humilde es respetuoso con ella y algunas pordioseras de iglesia la creen una santa.
Silenciosa como los espacios del cielo, cuando habla tiene el aire de regresar de un mundo de bienaventuranza situado en un universo desconocido. Se advierte eso en su voz lejana, que la edad ha hecho más grave sin alterar su dulzura, y mejor aún se advierte en sus palabras mismas.
-Todo lo que sucede es digno de adoración –dice frecuentemente, con el aire de una criatura mil veces colmada que no encontrase otra fórmula para expresar los movimientos de su corazón o de su mente, sea en ocasión de una peste universal, sea en el momento de verse devotada pro las fieras.
Por mucho que se sepa que es una vagabunda, los agentes de policía, sorprendidos de su ascendiente, jamás han tratado de molestarla.
-Debe de ser usted muy desdichada, mi pobre señora –le dijo una vez un sacerdote, que por fortuna era un verdadero padre, al verla anegada en lágrimas junto al Santo Sacramento expuesto.
-Soy completamente dichosa –le contestó ella-. No se entra en el Paraíso mañana, ni pasado mañana, ni dentro de diez años; se entra hoy, cuando se es pobre y se está crucificada.
-HODIE mecum eris in paradiso –murmuró el sacerdote, que se sintió conmovido de amor.
A fuerza de sufrir, esta cristiana viviente y fuerte ha comprendido que no hay, sobre todo para la mujer, sino un medio de estar en contacto con Dios, y que ese medio, absolutamente único, es la Pobreza. No la pobreza fácil, interesante y cómplice, que ofrece su limosna a la hipocresía del mundo, sino la pobreza difícil, irritante y escandalosa, que es preciso socorrer sin esperanza de gloria y que no tiene nada que dar en compensación.
Hasta ha comprendido, no muy lejos ya de lo sublime, que la Mujer no existe verdaderamente sino a condición de hallarse sin pan, sin techo, sin amigos, sin esposo y sin hijos, y que sólo así podrá obligar a su Salvador a descender hasta ella.
Un solo testigo de su pasado, Lázaro Druida, la ve todavía algunas veces. Es el único vínculo que no ha roto. El alto pintor de Andrónico es demasiado grande para que lo visitara la fortuna, cuya práctica secular es hacer girar su rueda entre las inmundicias. Eso permite a Clotilde ir a su casa sin exponer sus andrajos de vagabunda y de “peregrina del Santo Sepulcro” al lodo de un lujo mundano.
De cuando en cuando va a poner en el alma del profundo artista un poco de su paz, de su grandeza misteriosa; luego vuelve a su inmensa soledad, en medio de las calles llenas de gente.
-Sólo hay una tristeza –le dijo la última vez-, y es la de no ser SANTOS…
Autor: Leon BLOY
Título: La mujer pobre
Editorial: ZYX, Madrid, 1968 (pp. 237-239)
XIII Domingo del Tiempo Ordinario
- Por envidia del diablo entró la muerte en el mundo (Sab 1, 13-15; 2, 23-24)
- Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (Sal 29)
- Vuestra abundancia remedia la carencia de los hermanos pobres (2 Cor 8, 7. 9. 13-15)
- Contigo hablo, niña, levántate (Mc 5, 21-43)
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Al amparo del Altísimo (Salmo 90) - Parte 2ª
Catequesis parroquial nº 146
Autor: D. Fernando Colomer FerrándizFecha: 27 de junio de 2018
Para escuchar la charla en ivoox, pulse aquí: http://www.ivoox.com/26765666
Para escuchar la charla en YouTube, pulse aquí:
Natividad de San Juan Bautista
- Te hago luz de las naciones (Is 49, 1-6)
- Te doy gracias porque me has escogido portentosamente (Sal 138)
- Juan predicó antes de que llegara Cristo (Hch 13, 22-26)
- Juan es su nombre (Lc 1, 57-66. 80)
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Vigilia de la solemnidad de la Natividad de san Juan Bautista
- Antes de formarte en el vientre, te elegí (Jer 1, 4-10)
- En el seno materno tú me sostenías (Sal 70)
- Sobre esta salvación estuvieron explorando e indagando los profetas (1 Pe 1, 8-12)
- Te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan (Lc 1, 5-17)
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Los dos caminos
que hay dos caminos que puedes seguir en la vida:
el de la naturaleza y el de lo divino.
Debes elegir cuál vas a seguir.
Lo divino no busca agradarse a sí mismo,
acepta ser desairado,
olvidado,
acepta los insultos
y las heridas.
La naturaleza solo busca agradarse a sí misma
y conseguir que otros le agraden.
Le gusta dárselas de gran señora,
salirse con la suya.
Encuentra razones para ser infeliz
cuando todo el mundo que la rodea resplandece
y el amor sonríe a través de todas las cosas.
Nos enseñaron que nadie que amara el camino de lo divino
acabaría mal.
Yo te seré fiel,
no importa lo que me suceda.
(De la película El árbol de la vida)
XI Domingo del Tiempo Ordinario
- Yo exalto al árbol humilde (Ez 17, 22-24)
- Es bueno darte gracias, Señor (Sal 91)
- En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor (2 Cor 5, 6-10)
- Es la semilla más pequeña, y se hace más alta que las demás hortalizas (Mc 4, 26-34)
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Rey del cielo, consolador...
Ésta es la oración más extendida en la Iglesia ortodoxa. Nunca se inicia una acción importante, tanto en la Iglesia como en el mundo, sin pronunciar esta oración. En la Iglesia, es la plegaria que introduce siempre la oración haciéndose eco de las palabras de san Pablo: "Y de igual manera, también el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios (Rm 8, 26-27). Y en los asuntos del mundo es una plegaria muy adecuada porque lo visible debe estar unido a lo invisible, de modo que se simbolicen mutuamente, y, como dice Máximo el Confesor, sólo el Espíritu Santo puede unir lo visible y lo invisible.
"Cristo" significa "ungido", y por eso el Señor se presentó a sí mismo, en la sinagoga de Nazaret, como “ungido” por el Espíritu Santo (Lc 4, 16-21). San Gregorio de Nisa afirma: “La noción de unción sugiere que no hay ninguna distancia entre el Hijo y el Espíritu. Pues del mismo modo que entre la superficie del cuerpo y la unción del aceite, no hay ningún intermediario, así es también inmediato el contacto del Hijo con el Espíritu, de tal manera que para encontrar al Hijo por la fe, es necesario encontrar antes el aceite por el contacto”. Por eso afirma san Pablo: "Porque el Señor es el Espíritu (…) así es como actúa el Señor, que es Espíritu" (2 Co 3, 17-18). Cristo y el Espíritu Santo son dos realidades inseparables, como las dos caras de una misma moneda.
Rey del cielo
La palabra "rey" afirma la divinidad del Espíritu Santo, tal como lo hizo el segundo Concilio ecuménico en el año 381. El Espíritu Santo no es una fuerza anónima sino Dios, una misteriosa "hipóstasis" divina, un modo único de subsistencia de la divinidad, como lo son también el Padre y el Hijo.
El "cielo" designa el mundo divino, el "Mar de la Divinidad", como gusta decir la tradición siríaca. El Espíritu Santo es el "Reino del Padre y la Unción del Hijo" tal como afirma, entre otros, san Gregorio de Nisa. Como rey, reina, pero reinar para Dios significa servir. El Espíritu Santo es el rey del cielo porque sirve la comunión de las otras dos hipóstasis divinas, del Padre y del Hijo. Existe el Uno, que es el Padre; el Otro, que es el Hijo; y la superación de toda oposición se hace en el Espíritu Santo que no reabsorbe al Otro en el Uno -como suele ocurrir en las espiritualidades asiáticas y en la gnosis- sino que constituye un Tercero, una Diferencia tres veces santa que sella la unidad divina, beso eterno del Padre y del Hijo, que les mantiene en su misteriosa alteridad constitutiva de la unidad más perfecta que existe, la de la Santa Trinidad.
El Nombre de Dios que nos revela Jesús comporta una presencia recíproca entre el Padre y el Hijo: “Creedme, yo estoy en el Padre y el Padre está en mi” (Jn 14,11). Pero esta reciprocidad de la paternidad y de la filiación, comporta, en Dios, la presencia de un tercero, de una tercera persona, originada también en el Padre, pero no como un segundo hijo, sino con una alteridad original en relación al Padre y al Hijo: el Espíritu Santo. El ser del Dios que “es Amor” (1Jn 4,16) no puede consistir en una única persona, pero tampoco en dos: hacen falta tres para que la comunión de las personas sea amor y no simple reflejo especular. El amor que es Dios consiste en esto: el Padre sólo es Dios comunicando todo su ser y su vida divina al Hijo y al Espíritu; al Espíritu por el Hijo único, y a este Hijo muy amado en el Espíritu Santo. En el amor que es Dios nunca hay terzo scomodo, como en la comedia italiana: el tercero nunca es inoportuno. Tal es la característica del amor de Dios en Él y en quienes participan de él: amor abierto, dinamismo incansable de comunión, de una comunión cada vez más amplia, a la que todos puedan incorporarse, pues Dios quiere “que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (l Tm 2,4).
Consolador
El hombre es un ser necesitado de consuelo ya que su vida se ve sometida a múltiples aflicciones que, a menudo, le dejan des-consolado. Consolar es aliviar la aflicción para que ésta no sofoque la esperanza, para que el alma y el corazón del hombre no se vean abocados a la desesperación. Pero es muy difícil hacerlo porque el alma humana no es comparable a una superficie lisa, perfectamente abarcable con la vista. El alma humana es más bien semejante a esos vestidos que vemos en los cuadros de la pintura flamenca, que caen en innumerables pliegues. Los "pliegues" o recovecos del alma humana son, en efecto, innumerables y nunca puede estar uno seguro de haberlos visitado todos.
Por eso es tan difícil consolar, porque normalmente desconocemos de qué secreto repliegue del alma procede la congoja que nos invade y que impide que nuestra alma "vibre" ante algo que no sea el propio dolor o la propia aflicción. Porque para consolar no basta con recordar determinadas verdades que complementen o reequilibren las "verdades" que el dolor pone de relieve (por ejemplo, que él o ella ya no está aquí…). No basta con recordar esas verdades: hace falta, además, que esas verdades hagan "vibrar" alguna "cuerda" interior de mi alma, que encuentren algún eco afectivo en mi corazón. Pues sólo así el corazón del hombre no se deja acaparar por la marea del sufrimiento y mantiene un espacio para la esperanza.
X Domingo del Tiempo Ordinario
- Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer (Gén 3, 9-15)
- Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa (Sal 129)
- Creemos y por eso hablamos (2 Cor 4, 13 - 5,1)
- Satanás está perdido (Mc 3, 20-35)
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Oración de San Francisco de Asís ante el crucifijo de San Damián
Oh alto y glorioso Dios,
ilumina las tinieblas de mi corazón,
y dame fe recta,
esperanza cierta
y caridad perfecta,
sentido y conocimiento, Señor,
para que cumpla tu santo y veraz mandamiento.
Amén.
San Francisco de Asís (+1226)
(Oración que decía ante el crucifijo de San Damián)
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
- Esta es la sangre de la alianza que el Señor ha concertado con vosotros (Éx 24, 3-8)
- Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor (Sal 115)
- La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia (Heb 9, 11-15)
- Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre (Mc 14, 12-16. 22-26)
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La Iglesia según el abate Gastón
(El abate Gastón es el protagonista de la novela de Bruce Marshall, “A cada uno un denario”. Se trata de un hombre sencillo, carente de grandes recursos oratorios, pero dotado de una fe profunda y de una gran bondad, que es considerado por sus compañeros de sacerdocio como un poco inferior a ellos, pero que tiene muy claro que él a quien ha dado su vida es al Señor. Recogemos aquí algunas de sus afirmaciones sobre el misterio de la Iglesia entresacadas de distintos pasajes de esta larga y gran novela)
(Durante la Primera Guerra Mundial, en el campo de batalla)
Empezaron a llegar los heridos en sus camillas y el capellán volvió de la iglesia llevando el cuerpo de Dios en el revés de su casco de acero. El abate Gastón se sintió feliz al ver al capellán con su corta estola blanca, porque sabía que aquél era el significado del mundo, aun cuando los moribundos no lo comprendieran.
* * *
(En la parroquia de Paris donde ejerce el ministerio después de la guerra)
El siguiente que visitó al abate Gastón fue el abate Paquin. Llegó poco después de que el párroco se marchase. Estaba abatido. Contó que había vuelto de la guerra lleno de ansias de convertir al mundo entero, y que el señor cura lo había acusado de herejía, cisma y orgullo espiritual. Dijo que no habría esperanza para la Iglesia mientras hombres de criterio tan estrecho como el canónigo Litro oficiasen en los altares.
El abate Gastón lo escuchó pacientemente. Siempre habría esperanza para la Iglesia, dijo a su vez; y no sólo esperanza, sino certeza. La Iglesia era una larga paciencia, dijo el abate Gastón.
* * *
En la capilla estaba impartiéndose la Bendición con el Santísimo Sacramento. En el altar, nubes de incienso empañaban las llamas de los cirios. Con una capa pluvial bordada de oro viejo, el capellán mecía el incensario mientras la escasa congregación entonaba el Tantum ergo. El cardenal y el joven sacerdote se arrodillaron juntos en una pequeña galería lateral, de frente al altar. Envuelto en el velo humeral, el capellán elevaba la soledad de Dios por encima de la soledad de los hombres. Después volvió a poner la hostia en el tabernáculo. En una dulce niebla azul, todos cantaron sus alabanzas al Señor, porque Su misericordia se confirmaba sobre ellos.
Santísima Trinidad
- El Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro (Dt 4, 32-34. 39-40)
- Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad (Sal 32)
- Habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: "¡Abba, Padre!" (Rom 8, 14-17)
- Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 16-20)
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Mira a la estrella
si tropiezas con los escollos de la prueba,
mira a la estrella, invoca a María.
Si te agitan los olas de la soberbia,
de la ambición o de la envidia,
mira a la estrella, invoca a María.
Si la ira, la avaricia o la impureza
impelen violentamente la nave de tu alma,
mira a María.
Si turbado con la mirada de tus pecados,
confuso ante la fealdad de tu conciencia,
temeroso ante la idea del juicio,
comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza
o en el abismo de la desesperación,
piensa en María.
En los peligros, en las angustias, en las dudas,
piensa en María, invoca a María.
No se parte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;
y, para conseguir su ayuda intercesora,
no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.
No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.
Si Ella te tiene de su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer;
no te fatigarás, si es tu guía;
llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.
San Bernardo
Pentecostés
- Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar (Hch 2, 1-11)
- Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra (Sal 103)
- Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo (1 Cor 12, 3b-7. 12-13)
- Ven, Espíritu Divino (Secuencia)
- Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo (Jn 20, 19-23)
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Vigilia de Pentecostés
- Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra (Gén 11, 1-9)
- Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra (Sal 103)
- El Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables (Rom 8, 22-27)
- Manarán ríos de agua viva (Jn 7, 37-39)
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Oración de San Efrén
Esta oración es empleada por las iglesias de Oriente durante la Cuaresma, acompañada de tres grandes "metanias", es decir, postraciones tocando con la frente el suelo para suplicar la conversión. "Metania" es una palabra emparentada con "metanoia" (conversión).
La oración supone que hay un camino de conversión, pero que en ese camino hay obstáculos debidos a nuestra condición pecadora, la que Jesús recordó a quienes querían lapidar a la mujer adúltera, y le pide a Dios que no permita que quedemos atrapados por esos obstáculos. La oración enumera cuatro grandes obstáculos: el espíritu de pereza, de desaliento, de dominación y de vana palabrería.
SEÑOR Y DUEÑO DE MI VIDA
Estas palabras subrayan la transcendencia de Dios, pero "dueño" no significa aquí a un tirano sino al Padre que quiere adoptarme en su único Hijo respetando infinitamente mi libertad. La manera de ejercer su "señorío" la hemos visto en la encarnación de su único Hijo que nace en un establo, se deja asesinar por nuestra libertad cruel, resucita y se revela a aquellos que le aman. Su grandeza se revela en la manera como ejerce su ser "Señor y Dueño" de mi vida y de toda vida, porque toda vida procede de Él: como un servidor: "Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22, 27).
Mi relación con este Señor y Dueño no es, pues, una relación de esclavitud sino de libre confianza, porque no hemos recibido "un espíritu de esclavos para recaer en el temor", sino un espíritu de "hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! (Rm 8, 15). Él es el "Dueño de mi vida" porque Él es la fuente de la que mana la vida, que yo no ceso de recibir de Él, puesto que es Él quien me la dona y quien me per-dona y de ese modo me la vuelve a dar, abriéndome un porvenir sobreabundante allí donde yo, con mi pecado, me había cerrado todo porvenir: "Vete, y en adelante no peques más" (Jn 8, 11). Yo sólo existo por este amor infinitamente discreto que me eleva más allá de todo condicionamiento, de toda necesidad, que se hace servidor para que quienes quieren ser sus servidores lleguen a ser amigos suyos (Jn 15, 13).
NO ME ABANDONES AL ESPÍRITU DE PEREZA
La pereza significa esencialmente el olvido, es decir, la incapacidad para asombrarse y maravillarse de la realidad, la incapacidad para ver. La pereza es como una anestesia de todo el ser, como una insensibilidad. Es una especie de sonambulismo que se puede producir tanto por la agitación como por la inercia, tanto por una agenda demasiado llena como por una agenda demasiado vacía. El resultado es el mismo: la incapacidad para considerar otra cosa que no sea la utilidad, la rentabilidad, la relación calidad-precio; por lo tanto, incapacidad para reconocer la existencia y la belleza del otro, tanto del otro humano como de cualquier criatura -una música, una flor, una estrella. Es incapacidad para percibir la realidad enraizada en el misterio, olvidando que la realidad viene de Dios que es quien la ha creado.
VII Domingo de Pascua. Ascensión del Señor.
- A la vista de ellos, fue elevado al cielo (Hch 1, 1-11)
- Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas (Sal 46)
- Lo sentó a su derecha en el cielo (Ef 1, 17-23)
- Fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios (Mc 16, 15-20)
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Oración por los enfermos
Señor Jesucristo, que para redimir a los hombres y sanar a los enfermos quisiste asumir nuestra condición humana, mira con piedad a N., que está enfermo y necesita ser curado en el cuerpo y en el espíritu.
Reconfórtale con tu poder para que levante su ánimo y pueda superar todos sus males, y, ya que has querido asociarlo a tu Pasión redentora, haz que confíe en la eficacia de su dolor para la salvación del mundo.
Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
VI Domingo de Pascua
- El don del Espíritu Santo ha sido derramado también sobre los gentiles (Hch 10, 25-26. 34-35. 44-48)
- El Señor revela a las naciones su salvación (Sal 97)
- Dios es amor (1 Jn 4, 7-10)
- Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos (Jn 14, 9-17)
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La familia bajo un régimen totalitario (II)
(La novela está ambientada en Corea del Norte, régimen comunista gobernado por un dictador caprichoso y despótico al que todo el mundo debe referirse como nuestro “Querido Líder”, que controla absolutamente la vida entera de todos los ciudadanos.
El personaje que aparece en este relato es miembro de uno de los dos cuerpos de “interrogadores estatales” de los que dispone el gobierno para arrancar las confesiones convenientes a los disidentes, en concreto, del cuerpo que no emplea la violencia física sino que pretende proceder a un “vaciado” de todas las vivencias del individuo para poder enseñarle al interrogado quién es él en verdad, cuál es su verdadera identidad. De manera que, cuando terminan su trabajo, escriben la ‘verdadera’ biografía de ese ciudadano, y la depositan en una inmensa y silenciosa biblioteca a la que nadie, salvo el Querido Líder y quién él autorice, tiene acceso.
El personaje en cuestión es soltero y vive con sus ancianos padres que están ciegos –o dicen estarlo- en el piso 22 de un bloque de viviendas, sin ascensor, en Pyongyang, la capital de Corea del Norte, en la que todas las noches se interrumpe el fluido eléctrico y hay que alumbrarse con velas. El protagonista ha llevado a su casa un teléfono móvil que ha incautado a uno de los prisioneros interrogados, el comandante Ga, que había sido uno de los “héroes nacionales” y, en teoría, uno de los pocos hombres de confianza del Querido Líder, pero que ahora ha caído en desgracia. Aprovechándose de su rango y para satisfacer su curiosidad personal, ha llevado también a su casa los dos expedientes de sus padres, para intentar comprender los acontecimientos de su infancia. Los textos muestran a qué quedan reducidos los vínculos interpersonales, incluso los familiares, bajo un régimen dictatorial)
No llegué a casa hasta la medianoche. La llave giró en el cerrojo, pero la puerta no se abrió, como si estuviera atrancada por dentro. La aporreé con el puño.
-Madre –dije-. Padre, soy yo, vuestro hijo. Le pasa algo a la puerta. Tenéis que abrir.
Estuve un rato tratando de que me abrieran, y finalmente apoyé el hombro en la madera y empujé, aunque no demasiado. Si me cargaba la puerta, en el edificio dirían de todo. Finalmente me quité la bat y la dejé en el suelo del pasillo. Intenté pensar en el sonido de los grillos y en los niños que jugaban en la oscuridad, pero al cerrar los ojos solo me venía a la mente el cemento frío. Me acordé de los campesinos de cuerpo fibroso y de su forma abrupta de hablar, y me dije que, más allá de morir de hambre, no debía de haber nada más en el mundo que los preocupara.
En la oscuridad oí un sonido: pip. Era el móvil rojo.
Cuando lo encontré la luz verde parpadeaba. En la pantalla había una fotografía nueva: un niño y una niña coreanos, medio aturdidos, medio sonrientes, ante un cielo azul. Llevaban unas gorras negras con orejas, parecían ratones.
Al amparo del Altísimo (Salmo 90) - Parte 1ª
Catequesis parroquial nº 145
Autor: D. Fernando Colomer FerrándizFecha: 25 de abril de 2018
Para escuchar la charla en ivoox, pulse aquí: http://www.ivoox.com/25683129
Para escuchar la charla en YouTube, pulse aquí:
V Domingo de Pascua
- Él les contó cómo había visto al Señor en el camino (Hch 9, 26-31)
- El Señor es mi alabanza en la gran asamblea (Sal 21)
- Este es su mandamiento: que creamos y que nos amemos (1 Jn 3, 18-24)
- El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante
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Próximo retiro
Te invitamos el miércoles 25 de abril de 2018, a las 18:30 horas, al retiro que se celebrará en la Parroquia San León Magno de Murcia, donde se reflexionará sobre el Salmo 90 "Al amparo del Altísimo".
El corazón desquiciado
¿Quieres conocer al hombre que tiene el corazón desquiciado?
Lo reconocerás por su mucho hablar, por la turbación de sus sentidos y por el hecho de que litiga por tener razón en cualquier cosa de la que se trate.
Pero aquel que ha saboreado la verdad no litiga ni siquiera por la verdad.
Aquel que se comporta de un modo celoso con los hombres a causa de la verdad, todavía no ha aprendido la verdad, tal como ella es.
Cuando de hecho aprende realmente la verdad, desiste incluso de tener celo por ella.
Isaac de Nínive – Siglo VII
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