San Agustín

San Agustín
(354-430)

San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste. Su padre se llamaba Patricio y su madre Mónica. No fue bautizado, porque en su tiempo el bautismo se recibía en la edad adulta: simplemente, al nacer, trazaron sobre su frente la señal de la cruz y recibió la sal de los catecúmenos. Al llegar al uso de razón, aprendió a leer, escribir y contar en una escuela de Tagaste. A los dieciséis años se trasladó a Cartago para aprender el arte de la retórica. a los dieciocho años se enamoró perdidamente de una joven y se fue a vivir con ella, sin casarse, práctica socialmente admitida en aquel entonces, como hoy en día. De esa unión nació, sin desearlo, un hijo, a quien llamaron Adeodatus, que morirá a los dieciocho años de edad, causando un gran dolor a Agustín, que fue siempre muy sensible.

En Cartago descubrió la filosofía, que despertará en él la pasión por la verdad. Pero adherirá muy pronto al maniqueísmo, religión de tipo dualista. Más tarde volverá a Tagaste como profesor de retórica, con su compañera y su hijo. Su madre, santa Mónica, le dio con la puerta en las narices por haberse hecho maniqueo, aunque no dejó de orar por él. Como profesor de retórica vuelve más tarde a Cartago y finalmente va a Roma, donde se acerca al escepticismo filosófico. Al quedar vacante una cátedra pública de retórica en Milán, decide ir a por ella y parte hacia Milán. Tiene entonces treinta años.

Milán era entonces, junto con Tréveris, la capital del imperio romano de Occidente. Su obispo era san Ambrosio, personalidad excepcional y muy culta, que aparece a los ojos de Agustín como una especie de gran figura paterna. Agustín escuchaba todas las semanas sus sermones por amor al buen decir de Ambrosio, no porque le interesase el contenido de lo dicho (¡era un retórico!). Pero poco a poco ese contenido va calando en él y decide separarse definitivamente de los maniqueos, aunque sigue siendo un escéptico. Entonces su madre, Mónica, se reunió con él en Milán. Y aunque Agustín sintió la presencia de su madre como una especie de “persecución”, lo cierto es que a través de ella y de la figura de Ambrosio, recibió el sostén afectivo que necesitaba en la crisis vital en la que se encontraba: pues desesperaba de encontrar la verdad a la que, sin embargo, aspiraba con gran vehemencia. Entonces descubrió la filosofía neoplatónica, que le entusiasmó, lo arrancó del escepticismo y lo acercó al cristianismo.

Oración para envejecer y morir

   «Dios mío, me resultaba muy dulce, en medio del esfuerzo, experimentar que, desarrollándome a mí mismo, aumentaba la presencia vuestra en mí; me resultaba también muy dulce, bajo el empuje interior de la vida, o entre el juego favorable de los acontecimientos, abandonarme a vuestra Providencia. Haced que después de haber descubierto la alegría de utilizar todo crecimiento para permitiros crecer en mí, yo acceda ahora sin turbación a esta última fase de la comunión, en el curso de la cual yo os poseeré disminuyendo en Vos.

    Cuando sobre mi cuerpo (y más todavía sobre mi espíritu), comenzará a notarse el desgaste de la edad; cuando caerá sobre mí desde fuera, o nacerá en mí desde dentro, el mal que me disminuye o me vence; en el minuto doloroso en el que tomaré de golpe conciencia de que estoy enfermo o de que me estoy haciendo viejo; en ese momento último, sobre todo, en el que yo sentiré que me escapo a mí mismo, completamente pasivo ante las manos de las grandes fuerzas desconocidas que me han formado; en todas esas horas oscuras, dadme, Dios mío, la gracia de comprender que sois Vos quien separáis dolorosamente las fibras de mi ser para penetrar hasta la médula de mi substancia, para llevarme con Vos»

Pierre Teilhard de Chardin


La espiritualidad de San Francisco de Sales


San Francisco de Sales habla de sí mismo

En una carta de 1620 a Madre Chantal, Francisco habla de su propio corazón en los siguientes términos: "Creo que no hay en todo el mundo un alma que ame más cordialmente, más tiernamente y, por decirlo con toda sencillez, más amorosamente que yo; puesto que a Dios le ha complacido darme un corazón así. Y sin embargo yo amo las almas independientes, vigorosas y que no son femeninas; porque una ternura tan grande enreda el corazón, lo inquieta y lo distrae de la oración amorosa hacia Dios, y le impide la entera conformidad [con la voluntad de Dios] y la perfecta muerte del amor propio”.

Algunos conceptos fundamentales en San Francisco de Sales

a) La idea de Dios. Francisco habla de “Dios” con una visión admirable y exaltadora de la unidad de las personas divinas en la Trinidad: el Verbo es “la infinita imagen y figura de su Padre infinito”. Entre ellos no hay más que un solo amor infinito, “el amor divino del Padre hacia su Hijo es practicado en un solo suspiro, emitido recíprocamente por el Padre y el Hijo que, de este modo, permanecen unidos y ligados el uno al otro (…) Este amor que se produce a manera de suspiros o de inspiraciones, se llama Espíritu Santo”.

El Padre, dice Francisco, tiene hacia nosotros un amor “paternalmente maternal” o “maternalmente paternal”. Él lo llama “el Padre del amor cordial”. La vida espiritual será, pues, un encuentro con Dios “de corazón a corazón”: todo irá desde el corazón de Dios al corazón del hombre y todo deberá regresar desde el corazón del hombre al corazón de Dios, del que dice Francisco que “es Dios de corazón humano”. La espiritualidad salesiana es una espiritualidad del corazón a corazón, un intercambio incesante entre el corazón de Dios y el corazón del hombre. Es un estilo de vida en el que “el corazón habla al corazón” (cor ad cor loquitur).

La vejez de mi cuerpo

Yo te ofrezco Señor
la vejez de mi cuerpo,
mis músculos y mis fuerzas
que sé que voy perdiendo.

Mi belleza que se apaga
se quedó en el recuerdo,
mis ojos ya sin brillo
mis torpes movimientos,
mis piernas ya cansadas
buscando siempre asiento.
Mis manos fatigadas
de tanto que sirvieron,
de ayuda y de caricias
a cuantos acudieron.

Yo te ofrezco Señor
la nada de mi cuerpo
que fue frágil y fuerte,
que fue joven y bello.
Que pasó por la vida
con vencidos silencios
y hoy, desde este lugar
donde Tú me has puesto,
te ofrezco con Amor

la vejez de mi cuerpo.


Manuel García.
Residencia de las Hermanitas de los pobres de Santa Juana Jugan en Salamanca

Para una reflexión cristiana sobre la cultura

Durante mucho tiempo el término “cultura” se ha empleado para designar el patrimonio de conocimientos adquiridos por el individuo humano sobre todo a través de la enseñanza. Éste era el sentido usual de la palabra “cultura” todavía al inicio del siglo XX. La cultura tenía un significado eminentemente intelectual y estético, por el que se designaba la erudición, el progreso artístico y literario. En este sentido era obligado hablar de una élite de “especialistas” de la cultura cuyas obras cabía admirar en los museos o en las bibliotecas, frente a la gran mayoría de los hombres que no eran “cultos” o lo eran en un grado muy inferior. Éste es el concepto tradicional de “cultura”. 

El desarrollo de la antropología cultural puso de relieve y popularizó otro concepto de cultura, según el cual ésta no se refiere primariamente a los conocimientos intelectuales y a las realizaciones artísticas, sino a la conciencia de la realidad que cada grupo humano elabora y suministra a sus miembros para expresar y justificar su posición y su función en el mundo. Así entendida “cultura” es sinónimo de “mentalidad”, de “sensibilidad”, de “visión de la realidad”. La cultura es el conjunto de formas de actuar, de ver y de prever las cosas, de pensarlas y evaluarlas, de tomar decisiones, así como de entender las grandes cuestiones de la vida humana: origen, destino, muerte, etc. “Cultura” equivale, pues, a costumbres, tradiciones, usos, sentimientos populares, valores, ideas, carácter nacional o popular etc. etc. En esta acepción del término, “cultura” no comporta una referencia inmediata a los “intelectuales”. Estos últimos pueden ser la expresión sistemática y consciente de la cultura de su pueblo, pero pueden también no serlo. Pueden afianzar la cultura del grupo o tratar de cambiarla parcial o totalmente.

La cultura así entendida es propia de un grupo humano, de una sociedad, aunque no todos sus miembros la compartan por igual, ya que cada individuo puede introyectarla y asimilarla en distintos grados. Pero ciertamente cada sociedad ofrece a sus miembros una determinada cultura y tiene interés en que éstos la asimilen, puesto que ella es la garantía de su cohesión interna. Notemos, además, que la cultura, siendo un fenómeno de psicología colectiva, implica una enorme parte de inconsciencia y de non dit, aspectos que observadores ajenos pueden con frecuencia percibir con mucha más agudeza que los miembros del grupo observado. (continúa)

San Maximiliano Kolbe


San Maximiliano Kolbe
(1894-1941)


San Maximiliano Kolbe nació en 1894 en un pueblecito de Polonia y murió cuando tenía cuarenta y siete años de edad en Auschwitz. A los trece años de edad entró en el seminario de los franciscanos. Desde 1912 a 1919 estudió en Roma, licenciándose en filosofía y en teología. Se interesó también por la física y las matemáticas pues era un espíritu inquieto, ávido de conocimientos, con una inmensa energía y un gran talento organizativo, todo ello acompañado pro un carácter tenaz y obstinado.

Tuvo una concepción caballeresca de la vida, al estilo medieval, centrada en la Virgen María. Puso todas sus cualidades al servicio de la Inmaculada, su objetivo era “introducir a la Inmaculada en los corazones de los hombres para que los inflame en el amor al Santísimo Corazón de Jesús y, de este modo, buscar la conversión de todos”. Tuvo también una aguda percepción del combate espiritual como combate por la verdad, y una fe inmensa en María como la que “aplasta la cabeza de la serpiente”.

En 1927 comenzó a edificar, a 40 kilómetros de Varsovia, una ciudad que llamó “Niepokalanow”: “Ciudad de la Inmaculada”. Dicha ciudad fue conteniendo una gran basílica de la Inmaculada, un inmenso complejo editorial, el postulantazo, el noviciado, los talleres de herreros, mecánicos, carpinteros, zapateros, sastres, albañiles, una gran central eléctrica y una pequeña estación ferroviaria, con vía de empalme con la red estatal. Al cabo de diez años vivían en Niepokalanow 762 religiosos y 204 jóvenes aspirantes al sacerdocio o a la vida religiosa. Editaba ocho revistas; una de ellas, El caballero de la Inmaculada, casi rozaba el millón de ejemplares. Quería llenar la tierra de prensa cristiana para “ahogar con los remolinos de la verdad todas las manifestaciones de error que han encontrado en la prensa su más poderosos aliado”.

Cuando los nazis invadieron Polonia, el P. Kolbe fue arrestado e internado en Auschwitz. Él, que padecía de tisis y sólo tenía un pulmón, empezó tirando carros de grava y guijarros; después tuvo que cortar y cargar troncos de árbol: como era sacerdote le tocaba un peso dos o tres veces superior al de sus compañeros, que veían cómo sangraba y se tambaleaba. Él les decía: “No os expongáis a recibir golpes por mi causa. La Inmaculada me ayudará y ya me las arreglaré”. Más tarde lo destinaron a trasladar cadáveres, a menudo horrorosamente mutilados, y a apilarlos para su incineración. Él decía mientras los trasladaba: “Santa María, ruega por nosotros” y luego: “Et Verbum caro factum est” (“y la Palabra se hizo carne”). A los otros prisioneros siempre les dijo: “El odio no es una fuerza creativa, tan solo el amor es fuerza creativa”.

Para castigar la fuga de un preso, el jefe del campo condenó a muerte, por inanición, a diez presos, encerrándolos en el bunker del hambre. Uno de los condenados, al ser designado, nombró en voz alta a su mujer y sus hijos. Y entonces el P. Kolbe salió, “a paso ligero”, de la fila de los prisioneros y se dirigió al jefe del campo Fritsch. El breve diálogo entre ambos expresa el drama espiritual del siglo XX:

- “¿Qué quiere ese sucio polaco?”

- “Soy un sacerdote católico. Soy viejo y quiero ocupar su lugar porque él tiene mujer e hijos”.

La frase del comandante expresa la ideología nazi: si no eres ario (otros dirán otra cosa, pero en el fondo es lo mismo) no eres hombre. La frase de San Maximiliano Kolbe expresa la verdad cristiana: nuestra identidad y nuestra dignidad no dependen de ninguna determinación natural, ni histórica, ni social, ni cultural, sino del hecho de que hemos sido creados por Dios. Y el gesto del P. Kolbe fue un gesto profundamente sacerdotal: el gesto del pastor que no mandona a sus ovejas y que elige morir con ellas para ayudarles a hacer de la propia muerte una ofrenda a Dios. 

Santa Juana Francisca de Chantal

Santa Juana Francisca de Chantal
(1572-1641)

Santa Juana vivió sesenta y nueve años, desde 1572 hasta 1641, de los cuales vivió 38 en el mundo y 31 en la vida religiosa. La cronología de su vida es como sigue:

- 20 años de infancia y adolescencia entre Dijon y Poitou (1572-1592) 
- 9 años de matrimonio en Bourbilly (1592-1601) 
- 9 años de viudez entre Bourbilly y Monthelon (1601-1610) 
- 31 años de vida religiosa en Annecy (1610-1641). 

Vivió, pues, más en el mundo que en la vida religiosa y se la considera la patrona de todas las vocaciones puesto que fue soltera, novia, esposa, madre y religiosa. 

Visión de conjunto 

Es indudable que en la niña de Dijon, en la adolescente de Poitou, en la “señora perfecta” de Bourbilly, en la viuda humillada de Monthelon, Dios preparaba a la que destinaba a ser la “piedra fundamental” de la Visitación y que, recíprocamente, la fundadora se benefició de las experiencias y las virtudes de la “mujer de mundo”. 

La Madre de Chantal amó con amor maternal a sus hijos según la carne y a sus Hijas según el Espíritu, siendo siempre muy humana, muy cercana a nosotros, con un encanto que nos fascina. ¿Cómo es posible que se diera esta alianza? No es fácil analizarlo, porque sobrepasa la psicología a la que estamos acostumbrados. San Francisco de Sales, que veía en él mismo un misterio semejante, dijo de sí mismo una frase que vale también para santa Juana: “Dios ha querido hacer así mi corazón”. 

El resultado fue que Juana Francisca amó tiernamente a su padre, a su esposo, a sus hijos, a sus amigos, a su “Padre único”, a las Hijas de la Visitación”, a los pobres, a los apestados y hasta a sus enemigos, y al mismo tiempo amó sólo a Dios. 

La clave para entender a santa Juana es lo que le escribió san Francisco de Sales cuando aún estaba ella en el mundo: “Os veo, me parece, mi querida hija, con vuestro vigoroso corazón que ama y quiere con fuerza. Y me gusta, pues los corazones medio muertos ¿para qué sirven? Pero es preciso que hagamos un ejercicio particular de querer y amar la voluntad de Dios más vigorosamente, más aún, más tiernamente, más amorosamente que a ninguna otra cosa en el mundo; y no sólo en las cosas que se pueden soportar, sino también ante las insoportables”. Ésta es la clave: el amor a Dios por encima de todo. 

Oración por la curación interior

                   
Señor Jesús, tú has venido a curar los corazones heridos y atribulados; te ruego que cures los traumas que provocan turbaciones en mi corazón; te ruego, en especial, que cures aquellos que son causa de pecado.

Te pido que entres en mi vida, que me cures de los traumas psíquicos que me han afectado en tierna edad y de aquellas heridas que me los han provocado a lo largo de toda la vida.

Señor Jesús, tú conoces mis problemas, los pongo todos en tu corazón de Buen Pastor. Te ruego, en virtud de aquella gran llaga abierta en tu corazón, que cures las pequeñas heridas que hay en el mío. Cura las heridas de mis recuerdos, a fin de que nada de cuanto me ha acaecido me haga permanecer en el dolor, en la angustia, en la preocupación.

Cura, Señor, todas esas heridas que, en mi vida, han sido causa de raíces de pecado. Quiero perdonar a todas las personas que me han ofendido, mira esas heridas interiores que me hacen incapaz de perdonar. Tú que has venido a curar los corazones afligidos, cura mi corazón.

Cura, Señor, mis heridas íntimas que son causa de enfermedades. Yo te ofrezco mi corazón, acéptalo, Señor, purifícalo y dame los sentimientos de tu Corazón divino. Ayúdame a ser humilde y benigno.

Concédeme, Señor, la curación del dolor que me oprime por la muerte de las personas queridas. Haz que pueda recuperar la paz y la alegría por la certeza de que tú eres la Resurrección y la Vida. Hazme testigo auténtico de tu Resurrección, de tu victoria sobre el pecado y la muerte, de tu presencia viviente entre nosotros. Amén.


Amor y Renuncia

“El amor natural busca apoderarse de las personas amadas y poseerlas, si es posible, en exclusividad. Cristo vino al mundo para recuperar para el Padre la humanidad perdida; y quien ama con su amor, quiere a los hombres para Dios y no para sí. No cabe duda de que éste es el camino más seguro para poseerlos eternamente, pues si hemos escondido a un hombre en Dios, entonces somos ya uno con él en Dios, mientras que la tentación de ‘conquistarlo’ para nosotros conduce siempre -tarde o temprano- a perderlo… quien a Dios lo entrega, ése gana”.

Santa Teresa Benedicta de la Cruz


San Juan María Vianney


San Juan María Vianney 
(Cura de Ars)

Apunte biográfico

Cuando San Juan María Vianney era un niño de siete años, en París reinaba el Terror, y fueron exiliados, bajo pena de muerte, todos los sacerdotes que no se habían plegado a las imposiciones de los revolucionarios, aparte de los miles que fueron asesinados. Cuando las tropas de la Convención cruzaron el pueblecito de Dardillo, en el que él vivía, la iglesia había sido cerrada, el párroco había jurado todo lo que le pidieron los revolucionarios y, finalmente, había dejado de ejercer el ministerio sacerdotal. De cuando en cuando, los Vianney, arriesgando sus vidas, acogían a algún cura clandestino, y fue en una habitación con las contraventanas entornadas y protegidas por un carro de heno convenientemente estacionado (mientras que algunos campesinos hacían guardia en las puertas), donde el pequeños Juan María pudo recibir la primera comunión cuando tenía trece años.

En este contexto su vocación al sacerdocio se despertó tan pronto como comprendió que convertirse en sacerdote comportaba estar dispuesto a morir por su ministerio. Fue a la escuela por primera vez a los diecisiete años, más que nada por la tenacidad de un sacerdote que creía en él y en su vocación al sacerdocio. Pero se reveló como intelectualmente muy torpe. Las dificultades aumentaron en el seminario, donde había que estudiar en latín; pero la tenacidad de este sacerdote que creía en él, consiguió allanar todos los obstáculos. Finalmente fue ordenado en 1815, a los veintinueve años de edad y enviado, un poco más adelante, al pueblecito de Ars.

Ars era un pueblo de 270 habitantes, con cuarenta casas y cuatro tabernas, dos de ellas adosadas a la iglesia. La actividad pastoral del cura de Ars consistió, además de fundar un orfanato para niñas y un instituto para la enseñanza e los muchachos, en combatir tres males: el trabajo dominical con la costumbre de blasfemar, las tabernas (lugares donde el dinero de la familia se dilapidaba y donde, bajo los efectos del alcohol, se alimentaban odios y disputas) y el baile, por el que la impureza y la lujuria se apoderaban de los hombres. Lo hizo mediante la predicación y, sobre todo, mediante el confesionario. El Señor le concedió un conocimiento espiritual de las almas, que iba unido a un odio mortal hacia el pecado y a una misericordia tierna para los pecadores. A partir de 1834 se difundió su fama de santidad y empezaron a peregrinar a Ars desde toda Francia personas que aguardaban durante una semana para poder confesarse con él. Él estaba unas diecisiete horas al día en el confesionario. Cuando se encontraba con pecadores poco conscientes de sus pecados prorrumpía en sollozos: era como si, en él, pudiéramos vislumbrar el dolor de Dios por el pecado de los hombres. El Señor le concedió el don de tocar el corazón de sus penitentes, que salían de la breve confesión convertidos. Aunque había recibido una educación rigorista, a partir de 1844 se apoderó de él una "inefable dulzura" que tanto atraía a los penitentes. 

El alma del cura de Ars estuvo marcada por la conciencia de la desproporción abismal entre la ineptitud humana y la grandeza del ministerio sacerdotal: "Un buen pastor, según el corazón de Dios, -decía él- es el tesoro más grande que Dios puede conceder a una parroquia, es uno de los dones más valiosos de la misericordia divina". Y se sentía abrumado por ser sacerdote. Él decía que no llegaba a entender la tentación del orgullo, pero que en cambio sentía mucho la de la desesperación, por ese abismal sentimientos de ineptitud que solo se puede aplacar en un abandono total al Señor. Él confesó haberle pedido al Señor el conocimiento de sí mismo tal como era, en su verdad, y que el Señor se lo concedió, pero que quedó tan anonadado que "si Dios no me hubiese sostenido hubiera caído al instante en la desesperación". Pero él se abandonó como un niño en las manos de Dios. Por eso venció otra batalla dificilísima: la de la vanidad. Él se daba cuenta perfectamente de que todas aquellas personas iban allí por él. Pero él caminó por en medio de la oleada de alabanzas como un niño que no se mira a si mismo.

El arrepentimiento


Mt 21, 28-32 pone ante nuestros ojos la importancia del arrepentimiento en nuestra relación con Dios. Pues nuestra espontaneidad no está necesariamente de acuerdo con la voluntad de Dios y el primer movimiento de nuestra naturaleza suele consistir en hacer lo que nos apetece y no lo que Dios nos manda. Pero el Señor nos dice que ese primer movimiento puede ser corregido mediante el arrepentimiento, como hizo el primer hijo de esta parábola: “Pero después se arrepintió y fue”.

El Señor cita también el caso de los publicanos y las prostitutas que, obviamente, llevaban una vida del todo contraria a la voluntad de Dios, pero que, en cuanto escucharon la predicación de Juan el Bautista, se arrepintieron y creyeron, al contrario de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo, a los que dice el Señor, “vosotros no os arrepentisteis ni le creísteis”. Porque la fe no es un “sentimiento”, sino un acto libre, una decisión de mi libertad por la que decido obedecer a Dios, fiarme de Él y actuar según lo que Él me indica.

Entre la fe y el arrepentimiento hay una profunda conexión: no se puede creer sin ser llevado al arrepentimiento. Hay un arrepentimiento que concierne a los actos malos que hemos realizado y un arrepentimiento que se refiere a mi manera de ser, al tipo de personalidad que yo me he construido. Al principio, durante muchos años, me arrepiento de mis obras malas, pero sin poner en cuestión mi manera de ser. Después llega un día en el que, tocado por la gracia de Dios, empiezo a darme cuenta de que “mi manera de ser” tiene algunas características de las que me he de arrepentir y que debo cambiar. Ese día descubro, pongo por caso, que en mi personalidad hay demasiada ambición, demasiada arrogancia, demasiada voluntad de poder. Y digo: esto tiene que cambiar, yo no debo seguir yendo por la vida de este modo, he de ser más humilde, menos envidioso, menos vanidoso, he de corregir el rumbo, tengo que cambiar la orientación, la trayectoria de mi vida.

¡Que todas las ciencias te alaben, Señor!

Señor,
permítenos retomar hoy ante Ti,
la oración de San Francisco de Asís,
que alaba eternamente a su Creador,
a través de la creación y las criaturas.
La oración que no pide nada sino que agradece siempre,
tanto en el tiempo del abandono
como en el tiempo de la fiesta en el corazón.
Oración de alabanza y de alegría,
aleluya irrefrenable que sube a los labios
en el impulso de la adoración.


Alabado seas mi Señor por todas tus criaturas
y especialmente por nuestro hermano el matemático,
que penetra el número y la geometría del mundo,
y que sin embargo sabe que el mundo no es solamente número y geometría
sino también poesía, gratuidad y gesto de amor.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el físico,
al que el estudio de la materia no ha hecho materialista
y cuya humildad contrasta con la altanería de sus antepasados
que creían poseer el mundo porque descubrían algunas de sus leyes.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el biólogo,
que penetra en el centro de la vida que Tú, el Viviente, has creado,
pero que no pretende encerrar la vida en el laboratorio,
ni reducir la persona a los límites de su saber.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el arqueólogo,
que conoce la gesta de los hombres de otros  tiempos y de otros lugares,
pero que sabe ver en todos ellos el esfuerzo de una idéntica humanidad
que te busca y que te halla, cuando tú consientes en salir a su encuentro.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el sociólogo,
al que las leyes que los hombres se dan a sí mismos para vivir en sociedad,
no le han hecho olvidar tu Ley suprema,
ni la muchedumbre innumerable de las ciudades le ha ocultado
al hombre único e insustituible que nace con cada uno de tus hijos.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el jurista,
que no hace de sus conocimientos un medio de dominio sobre los demás,
sino que refiriéndolos a la justicia y a la paz,
los convierte en un eficaz instrumento de servicio a sus hermanos.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el educador,
que lejos de pretender hacer del hombre una simple pieza del engranaje social,
sabe reconocer en él tu imagen
y ayudarle a perfeccionar la semejanza contigo,
haciéndole crecer en la libertad y el señorío.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el filósofo,
que no pretende hacer con su reflexión un fascinante juego de palabras,
sino que busca apasionada y sinceramente la verdad,
y a ella pretende referir su ser,
intuyendo en lo profundo de su corazón,
que Tú eres la Verdad.

Alabado seas mi Señor por nuestro hermano el teólogo,
que lejos de considerarse el juez de tu Palabra,
o de cargar pesados fardos sobre las espaldas de los demás,
se constituye en el primer oyente de tu Palabra
y en el humilde servidor de sus hermanos.

Alabado seas mi Señor Dios
por estos hombres y mujeres a los que su ciencia no ha embriagado,
y que no pretenden imponerse a los humildes en el orgullo ciego del saber.

Alabado seas mi Señor por la humildad de estos hombres de ciencia,
que se arrodillan ante Ti,
Omnisciencia eterna,
Sabiduría mas allá de cualquier ciencia,
Espíritu que vela en todo espíritu.

Amén.

XVII Domingo del Tiempo Ordinario


26 de julio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Comerán y sobrará (2 Re 4, 42-44)
  • Abres tú la mano, Señor, y nos sacias (Salmo 144)
  • Un solo cuerpo, un Señor, una fe, un bautismo (Ef 4, 1-6)
  • Repartió a los que estaban sentados todo lo que quisieron (Jn 6, 1-15)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Las ideologías

El siglo XX ha sido el siglo que ha asistido al nacimiento, crecimiento, triunfo y posterior fracaso de las ideologías. El «ciclo vital» del nazismo y del comunismo ha acompañado la historia de nuestro siglo, sembrán­dola de cadáveres. La historiografía posterior establecerá, quizás, este hecho como el rasgo distintivo de nuestro tiempo. Juan Pablo II ha afir­mado al respecto: «En el fondo, el paganismo nazi así como el dogma marxista, tienen en común el ser “ideologías totalitarias”, con “tendencia a transformarse en religiones sustitutivas” (...). El abismo moral en el que el desprecio de Dios, y también del hombre, ha precipitado al mundo hace cincuenta años nos ha llevado a experimentar el poder del “Príncipe de este mundo” (Jn. 14, 30) que puede seducir las conciencias con la mentira, con el desprecio del hombre y del derecho, con el culto del poder y del dominio. Hoy nos acordamos de todo esto y meditamos sobre los límites a los que puede llevar el abandono de toda referencia a Dios y de toda ley moralmente transcendente». Las reflexiones que siguen se inspiran en autores que han hecho en su carne la experiencia del orden social creado por la ideología. F. M. Dostoyevski, en particu­lar, fue testigo excepcional de su surgimiento y de su rápida difusión en Rusia. En su obra Demonios nos entregó su lúcida reflexión al respecto. Su simple título expresa el convencimiento de que, detrás del fenómeno de la ideología, se esconde una opción espiritual contra Dios, de que no se trata de un simple error, sino de algo más grave, de una mentira. 

«Ideología», en efecto, posee una doble referencia semántica —idea e ídolo— que sugiere uno de sus rasgos constitutivos: la confusión entre el orden especulativo y el orden religioso. De hecho el pensamiento ideológico adviene cuando la idea se convierte en ídolo. Precisando más diremos que con el término «ideología» designamos toda síntesis extraña entre ciencia y religión que consista en una ciencia que exija un acto de fe y una religión que pretenda ser científica. De modo que en las ideolo­gías la forma es científica («las leyes necesarias de la historia») y el contenido es religioso («conducirán a la salvación»). Lo típico de la ideolo­gía es esta mezcla de ciencia y religión en base a la cual la ciencia está adulterada por la fe y la fe es adulterada por la ciencia. De Lenin en este sentido se ha afirmado que «creía que sabía y no sabía que creía». 

Toda ideología es, en el fondo, una doctrina de salvación que recoge y canaliza la pasión por lo absoluto que existe en el hombre. De ahí proviene la certeza y la seguridad tan fuertes que engendra en sus adeptos. En teoría esta certeza proviene del componente científico, pero de hecho proviene de la adhesión de fe que suscita. Este carácter religioso es el que confiere a la ideología su fuerte componente emocional. Dostoyevs­ki lo subrayó al afirmar: «Ya sabe usted que el socialismo, entre noso­tros, se difunde principalmente por el sentimentalismo». Soloviev lo expresó gráficamente al definir la ideología con esta frase: «El hombre desciende del mono, por lo tanto amaos los unos a los otros». Podríamos traducirla en lenguaje marxista diciendo: «La lucha de clases es el motor de la historia, por lo tanto paz a los hombres de buena voluntad» (continúa)


XVI Domingo del Tiempo Ordinario


19 de julio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Reuniré el resto de mis ovejas y les pondré pastores (Jer 23, 1-6)
  • El Señor es mi pastor, nada me falta (Salmo 22)
  • Él es nuestra paz, él ha hecho de los dos pueblos una sola cosa (Ef 2, 13-18)
  • Andaban como ovejas sin pastor (Mc 6, 30-34)
  • Homilía: pulsar aquí para leer la homilía en formato pdf

Dos clases de santos



Están los santos con el psiquismo desgraciado y difícil, el grupo de los angustiados, de los agresivos y de los carnales, todos los que llevan el peso de los determinismos; los desgraciados cuyo corazón será siempre un “nido de víboras”, los desafortunados porque han nacido con una “boca sucia” o que no han podido identificarse nunca con su padre. Son los que nunca conseguirán domesticar al lobo de Gubbio; los que caen y caerán todavía; los que llorarán hasta el final, no porque han cerrado una puerta con demasiado ímpetu, sino porque cometen todavía esa falta sórdida, inconfesable. Son la muchedumbre inmensa de aquellos cuya conversión, cuya santidad, no se mostrará hasta el último día para resplandecer finalmente en la eternidad perpetúa. Son los santos sin nombre.

Y al lado de ellos están los santos con el psiquismo feliz, los santos castos, fuertes y dulces; los santos modelos, canonizados o canonizables; aquellos cuyo corazón liberado es ancho como las arenas que bordean el mar; aquellos cuyo psiquismo canta ya como una arpa armoniosa la gloria de Dios; los santos admirables que suscitan la acción de gracias y en los que nosotros tocamos la humanidad transformada por la gracia; los santos reconocidos, celebrados, los grandes santos que dejan una huella deslumbrante en la historia.

Unos y otros son hermanos. Santa Teresa y san Ignacio con su hermoso equilibrio están más cerca del sacerdote borracho que describe Graham Green en El poder y la gloria que del hombre que derrocha salud psíquica o conformismo moral, que no ha vacilado ni un solo día sobre sus raíces, ni murmurado contra Dios. Tanto los santos con un psiquismo obsesionado por los monstruos como los santos con el psiquismo habitado por los ángeles tienen las mismas experiencias fundamentales. Hablan de Dios y de sí mismos en los mismos términos. Están en la misma orilla y habitan un mismo mundo: el mundo en el que la única tristeza es la de descubrirse siempre tan indignos de Dios, y donde la única alegría es saberse tan amados por Él e intentar devolverle amor por Amor. Aquí abajo son diferentes, pero ante Dios son semejantes.

Y nosotros lo veremos el día del Señor Jesús.

(P. Bernaert)

¡Salve Estrella del Mar!


Salve del mar Estrella,
de Dios madre pura
y siempre Virgen.
feliz puerta del cielo.

Al recibir aquel ave,
de boca de Gabriel
establécenos en la paz,
mudando el nombre de Eva.

Suelta las cadenas a los reos
da luz a los ciegos,
quita nuestros males,
consíguenos todos los bienes.

Muestra que eres madre,
reciba por ti nuestras preces
el que por nosotros nacido
quiso ser tuyo.

Virgen singular,
entre todas mansa,
a nosotros, de culpas libres,
haznos mansos y castos.

Danos una vida pura,
prepáranos un camino seguro,
para que viendo a Jesús
nos alegremos siempre.

Sea alabanza a Dios Padre,
al sumo Cristo loor,
al Espíritu Santo,
a los Tres un mismo honor. 



XV Domingo del Tiempo Ordinario


12 de julio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Ve y profetiza a mi pueblo (Am 7, 12-15)
  • Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación (Salmo 84)
  • Nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo (Ef 1, 3-14)
  • Los fue enviando (Mc 6, 7-13)
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Los diferentes monoteísmos

Se me ha pedido que reflexione sobre las diferencias de las tres grandes religiones monoteístas, el judaísmo, el cristianismo y el islam. Para ello lo primero que hemos de hacer es ponernos de acuerdo sobre lo que significa la expresión “religiones monoteístas”.

“Monoteísmo” es una palabra que se opone a “politeísmo”. Normalmente se entiende que son religiones monoteístas las que sostienen la existencia de un solo Dios mientras que son religiones politeístas las que sostienen la existencia de muchos dioses. Sin embargo un estudio más detallado de la cuestión nos permite comprender que la contraposición entre religiones politeístas y religiones monoteístas es bastante superficial, y que la verdadera contraposición reside entre las religiones que conciben a Dios de manera impersonal (y que son las que comúnmente llamamos politeístas) y las que lo piensan como un ser eminentemente personal. 

Si nos ceñimos a las tres grandes religiones monoteístas, es decir, al judaísmo, al cristianismo y al islam, conviene que notemos que, aunque todas conciben a Dios de manera personal, como un ser personal dotado de inteligencia y libertad, sin embargo la idea que cada una de ellas se hace de Dios es bastante diferente. Voy a intentar expresarlas de manera concisa, porque la manera de entender el ser de Dios es el elemento clave para comprender después las diferentes maneras de situarse en la realidad que tienen cada una de estas religiones. (continúa) 

XIV Domingo del Tiempo Ordinario


5 de julio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Son un pueblo rebelde, sabrán que hubo un profeta en medio de ellos (Ez 2, 2-5)
  • Nuestros ojos están en el Señor, esperando su misericordia (Salmo 122)
  • Presumo de mis debilidades, porque así residirá en mí la fuerza de Cristo (2 Cor 12, 7b-10)
  • No desprecian a un profeta más que en su tierra (Mc 6, 1-6)
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San Pedro y San Pablo


29 de junio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Ahora sé realmente que el Señor me libró de las manos de Herodes (Hch 12, 1-11)
  • El Señor me libró de todas mis ansias (Salmo 33)
  • Me está reservada la corona de la justicia (2 Tim 4, 6-8. 17-18)
  • Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de los cielos (Mt 16, 13-19)
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Vigila de San Pedro y San Pablo


28 de junio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar (Hch 3, 1-10)
  • A toda la tierra alcanza su pregón (Salmo 18)
  • Dios me escogió desde el seno de mi madre (Gál 1, 11-20)
  • Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas (Jn 21, 15-19)
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XII Domingo del Tiempo Ordinario


21 de junio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Aquí se romperá la arrogancia de tus olas (Job 38, 1. 8-11)
  • Dad gracias al Señor, porque es eterna su misericordia (Salmo 106)
  • Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado (2 Cor 5, 14-17)
  • ¿Quién es este? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen! (Mc 4, 35-40)
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Nuevo horario de misas


Acto de ofrenda al Sagrado Corazón de Jesús


Sagrado Corazón de Jesús,
enseñadme el perfecto olvido de mí mismo,
puesto que él es el único camino para entrar en Vos.
Y ya que todo lo que haré en el futuro os pertenecerá,
concededme no hacer nada que no sea digno de Vos.

Enseñadme lo que debo hacer
para llegar a la pureza de vuestro Amor,
del que me habéis inspirado el deseo.
Siento en mí una gran voluntad de agradaros
y una gran impotencia de realizarla
sin una gran luz y un auxilio muy particular
que sólo puedo esperar de Vos.

Haced en mí vuestra voluntad, Señor;
me doy cuenta de que yo me opongo a ella,
pero yo quisiera, así me lo parece, no oponerme.
Tendréis que hacerlo todo Vos, Divino Corazón de Jesucristo.
Veo con claridad meridiana, que si yo llego a ser santo,
Vos solo tendréis toda la gloria de mi santificación,
y ello será para Vos una gran gloria;
y es solamente por eso
que quiero desear la perfección.

Que así sea.

San Claudio de la Colombière

XI Domingo del Tiempo Ordinario


14 de junio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Ensalzo los árboles humildes (Ez 17, 22-24)
  • Es bueno darte gracias, Señor (Salmo 91)
  • En destierro o en patria, nos esforzamos en agradar al Señor (2 Cor 5, 6-10)
  • Era la semilla más pequeña, pero se hace más alta que las demás hortalizas (Mc 4, 26-34)
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Himno a la Eucaristía


Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro,
con angustia tu vida,
sin heridas tu cuerpo.
Te nos quedaste vivo,
porque ibas a ser muerto;
porque iban a romperte,
te nos quedaste entero.

Gota a gota tu sangre,
grano a grano tu cuerpo:
un lagar y un molino
en dos trozos de leño.
Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.
Te nos quedaste todo:
amor y sacramento,
ternura prodigiosa,
todo en ti, tierra y cielo.

Te quedaste conciso,
te escondiste concreto,
nada para el sentido,
todo para el misterio.
Aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.
Vino de sed herida,
trigo de pan hambriento,
toda tu hambre cercana,
tú, blancura de fuego.

En este frío del hombre
y en su labio reseco,
aquella noche santa,
te nos quedaste nuestro.
Te adoro, Cristo oculto,
te adoro, trigo tierno. Amén.

Domingo. Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo.


7 de junio de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros (Ex 24, 3-8)
  • Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor (Salmo 115)
  • La sangre de Cristo podrá purificar nuestra conciencia (Heb 9, 11-15)
  • Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre. (Mc 14, 12-16. 22-26)
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Solo con Dios

Déjate perseguir,
pero tú no persigas a nadie.

Déjate ofender,
pero tú no ofendas a nadie.

Déjate calumniar,
pero tú no calumnies a nadie.

Alégrate con los que se alegran
y llora con los que lloran:
es el signo de la pureza.

Sufre con los que sufren,
derrama lágrimas por los pecadores
y alégrate con los que se arrepienten.

Sé el amigo de todos,
pero en tu espíritu
permanece solo con el Señor.


San Isaac el Sirio
(365-460)

Fe cristiana y fe islámica

El islam constituye un verdadero enigma para el pensamiento cristiano ya que se refiere constantemente al judaísmo y al cristianismo, pero no puede ser correctamente calificado como una “herejía” del uno o del otro, por lo menos en el sentido habitual del término “herejía”; tampoco es una forma de “paganismo” porque en él se da culto no sólo a un único Dios sino, explícitamente al Dios de Abraham, de Moisés y de Jesús; finalmente porque al ser posterior al cristianismo no puede ser considerado como una “preparación evangélica” tanto más cuanto que, de hecho, él ha “desevangelizado” porciones muy grandes de la antigua cristiandad. Al intentar comprenderlo comparándolo con nuestra fe cristiana, me ha parecido encontrar cinco capítulos fundamentales que articulan la diferencia, en verdad abismal, entre ambas religiones, a saber, la diferente manera de entender la divina Revelación, la historia de la salvación, el ser y el actuar de Dios, el ser del hombre y la relación con la cultura humana. (continúa)

Himno a la Santísima Trinidad



Uno es Amor, y tres son los amados,
bajo el techo del alma trasladados,
que le son huertos, montes y collados;
y es sueño lo demás.

Una es la Luz, y tres los resplandores,
una la Llama viva en tres ardores,
que consumen el alma en sus fulgores;
y es sueño lo demás.

Tres los hermosos son, y una Hermosura
sola, en que el alma abreva más dulzura
cuanto más se remonta en la espesura;
y es sueño lo demás. Amén.

Domingo. Santísima Trinidad.


31 de mayo de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro (Dt 4, 32-34. 39-40)
  • Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad (Salmo 32)
  • Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: "¡Abba!" (Padre) (Rom 8, 14-17)
  • Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 16-20)
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Oración al Espíritu Santo



Te adoro, Señor y Dios mío, Paráclito eterno,
de la misma naturaleza que el Padre y el Hijo.
Te adoro, oh Vida de todo lo que vive.
Por Ti el universo material
se mantiene unido y en armonía,
permanece en su lugar y va transformándose
en la compenetración recíproca de sus elementos.
Por Ti fue creada la tierra
y fue ordenada durante seis días
para que fuera la morada del hombre.
Por Ti todos los árboles, hierbas y frutos, crecen y maduran.
Por Ti la primavera llega después del invierno
y renueva todas las cosas: esa belleza y maravilla,
ese estallido incontenible de vida que vence todos los obstáculos,
ese formidable triunfo de la naturaleza,
es fruto únicamente de tu Presencia gloriosa.
Por Ti las innumerables criaturas animales
viven día tras día, al recibir tu aliento.
Tú eres la vida de toda la creación, ¡oh Paráclito eterno!;
y si lo eres de este orden inferior, ¡cuánto más del mundo espiritual!
Pues por Ti, Señor todopoderoso, los ángeles y los santos
cantan himnos de alabanza en lo alto del cielo.
Por Ti nuestras almas muertas reviven para servirte.
De ti proceden todos los buenos pensamientos y deseos,
todos los buenos propósitos y todos los esfuerzos por el bien.
Por Ti los pecadores se convierten en santos
y la Iglesia es confortada y fortalecida;
por Ti combaten los defensores de la fe
y por Ti los mártires obtienen su corona.
Por Ti florecen en la Iglesia nuevas formas de vida evangélica
y nuevas devociones.
Por Ti nuevos pueblos adhieren a la fe,
y el antiguo credo apostólico encuentra nuevas expresiones
y profundizaciones.
Yo te adoro y te alabo,
Señor Dios y soberano mío,
Espíritu Santo.

Beato John Henry Newman

Dios Padre

Oh Padre eterno, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, Padre de las luces, Padre santo, Padre muy dulce y amante, Padre creador del universo; ¿cuándo mereceré yo llamaros Padre, yo que soy tierra, polvo y ceniza, el último de vuestros servidores? ¿Y qué bien habéis descubierto en mí, o en cualquier otro hijo de Adán, para que hayáis querido ser nuestro Padre? “¿Quién sois vos, Señor, y quién soy yo?”. Vos sois el Dios de infinita majestad, Rey de los reyes, Señor de los señores, Santo de los santos, gloria de los ángeles y alegría de todos los bienaventurados. En vuestra presencia, los cielos, la tierra y todo lo que contienen son menos que un pequeño grano de arena en el universo; yo, por otra parte, soy un pecador, hijo del Adán pecador, que he ofendido tantas veces a vuestra soberana Majestad; y sin embargo vos queréis que yo os llame Padre. 

Padre, debo confesar dos cosas: una, que este don y gran favor viene de vuestra bondad infinita y del amor infinito que tenéis por mí; otra, que este nombre de Padre es apropiado cuando es pronunciado por los labios de vuestro Hijo único, mi Señor Jesucristo, que es vuestro Hijo por una eterna y consubstancial generación; pero no queda bien en mis labios, que son los de un pobre pecador, no es apropiado, porque yo no merezco, Señor, un bien tan grande. Sin embargo, puesto que así place a vuestra Majestad, desde ahora en adelante yo os llamaré Padre de todo corazón, y gozaré de este dulce nombre de Padre. (…)

¡Oh!, qué consuelo excita en mi alma este Palabra Padre, y no solamente consuelo, sino júbilo, alegría y soberana satisfacción (…) No puedo tener alegría más grande que la de sentir que tengo un Padre tan bueno, que es la bondad misma; tan santo, que es la santidad misma; tan sabio, que es la sabiduría misma; y en fin tan poderoso que lo puede todo en el cielo, en la tierra y en los abismos (…).

San Francisco de Sales

Domingo de Pentecostés


24 de mayo de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar (Hch 2, 1-11)
  • Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra (Salmo 103)
  • Hemos sido bautizados en un mismo espíritu, para formar un solo cuerpo (1 Cor 12, 3b-7. 12-13)
  • Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo (Jn 20, 19-23)
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Vigilia de Pentecostés


23 de mayo de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Se llama Babel, porque allí confundió el Señor la lengua de toda la tierra (Gén 11, 1-9)
  • Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad (Salmo 32)
  • El Señor bajó al monte Sinaí, a la vista del pueblo (Ex 19, 3-8a, 16-20b)
  • Manarán torrentes de agua viva (Jn 7, 37-39)
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La transmisión de los valores humanos y de la fe religiosa en la familia

La familia es una comunidad de personas, que surge del matrimonio, es decir, de la unión estable y definitiva entre un hombre y una mujer, realizada por amor y abierta al don de la vida. Lo que está a la raíz de la familia y define, en última instancia su ser, es el amor: amor entre el hombre y la mujer que se unen en matrimonio y amor entre todos los miembros de la misma familia, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas, entre parientes y familiares. El amor es el dinamismo interior y secreto de la familia, el que va haciendo de ella una comunidad de personas entre las cuales existe una comunión cada vez más profunda e intensa. Si falta el amor, la sensación que se tiene es que eso “ya no es una familia”.

La familia, al ser una comunidad de personas, está hecha de un entramado de relaciones: esposo y esposa, padres e hijos, hermanos, primos, tíos, abuelos etc. Vivir la familia es vivir todo ese entramado de relaciones humanas, lo que supone salir del propio aislamiento y relacionarse, es decir, escuchar, acoger, dar cabida al otro en la propia vida, dar, darse, comunicarse con el otro, ofrecerle algo de nuestro mundo interior. El enemigo de la familia es todo lo que mata o impide o bloquea o hace muy difícil la relación; porque entonces la familia deja de existir. Las realidades de naturaleza relacional sólo existen en la medida en que la relación –o las relaciones- que las constituyen se activan, se ponen en movimiento, entran en juego; si no, no existen. (continúa)