La doctrina es la verdad y el pilar fundamental de la vida de la Iglesia para los cristianos. De esta forma nuestro Señor Jesucristo es denominado en el Evangelio “maestro”, esto es “profesor” (magister; didaskalos). Maestro significa enseñar, en este caso una doctrina. Nuestro Señor dijo: “Mi doctrina no es mía, sino del que me ha enviado” (Jn 7, 16). Y sobre el Espíritu Santo manifestó: “Este os lo enseñará todo y os traerá a la memoria lo que yo os he dicho” (Jn 14, 26). “No hablará por cuenta propia” (Jn 16, 13). El fundamento de toda nuestra vida es la verdad, el Logos, la Palabra que se hizo carne. La Palabra (Logos) es la otra denominación de la segunda persona de la Santísima Trinidad. La segunda persona de la Santísima Trinidad propiamente se llama “Hijo”, Hijo del Padre, Hijo del Dios viviente. La Sagrada Escritura no dijo, por ejemplo, que el “acto”, la “acción” se hiciera carne, sino que la “PALABRA” (la Verdad) se hizo carne. Al célebre poeta alemán Goethe, un reconocido masón, no le gustaba en absoluto la expresión “en el principio era la PALABRA”, del prólogo del Evangelio de san Juan; prefería decir “en el principio era la acción”.
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XXI Domingo del Tiempo Ordinario
24 de agosto de 2025
(Ciclo C - Año impar)
- De todas las naciones traerán a todos vuestros hermanos (Is 66, 18-21)
- Id al mundo entero y proclamad el Evangelio (Sal 116)
- El Señor reprende a los que ama (eb 12, 5-7. 11-13)
- Vendrán de oriente y occidente, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios (Lc 13, 22-30)
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1.- «De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas». La profecía del final del libro de Isaías (primera lectura) dice al pueblo de Israel con toda claridad que Dios llamará también a hombres de países lejanos, que “nunca oyeron su fama”, y de entre ellos escogerá a algunos como sacerdotes y servidores particulares. Para Israel es una tarea sumamente difícil saberse el pueblo elegido y a la vez tener que relativizarse hasta el punto de tener que admitir esto: la misma elección afectará a otros cuando llegue el momento, un momento que solo Dios conoce. Estos otros, que en general eran considerados por Israel como enemigos de Dios, son ahora llamados por Dios “vuestros hermanos”. Los sacrificios que ellos ofrecerán en el templo del Señor no están manchados ni carecen de valor (como los sacrificios paganos), pues traen ofrendas “en vasijas puras”. ¿Cómo se comportará Israel con respecto a esta promesa?
Abandono
Padre santo, recíbeme escondida
en tu paternidad, caricia tierna,
y sé mi dulce paz, mi herencia eterna
al terminar el curso de mi vida.
Recíbeme, Jesús, divino hermano,
y comparte en fraterna compañía
el peso y el calor de cada día;
llévame suavemente de la mano.
Espíritu de amor, fuego divino,
recíbeme en tu eterno movimiento
que es del Padre y del Hijo santo lazo.
Sé mi amigo y maestro en el camino
y dame el refrigerio de tu aliento,
la gloria de tu beso y de tu abrazo.
en tu paternidad, caricia tierna,
y sé mi dulce paz, mi herencia eterna
al terminar el curso de mi vida.
Recíbeme, Jesús, divino hermano,
y comparte en fraterna compañía
el peso y el calor de cada día;
llévame suavemente de la mano.
Espíritu de amor, fuego divino,
recíbeme en tu eterno movimiento
que es del Padre y del Hijo santo lazo.
Sé mi amigo y maestro en el camino
y dame el refrigerio de tu aliento,
la gloria de tu beso y de tu abrazo.
María Amelia Fe y Olivares
XX Domingo del Tiempo Ordinario
17 de agosto de 2025
(Ciclo C - Año impar)
- Me has engendrado para pleitear por todo el país (Jer 38, 4-6. 8-10)
- Señor, date prisa en socorrerme (Sal 39)
- Corramos, con constancia, en la carrera que nos toca (Heb 12, 1-4)
- No he venido a traer paz, sino división (Lc 12, 49-53)
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1.- «No paz, sino división». El fuego que según el evangelio Jesús ha venido a prender en el mundo, es fuego del amor divino que debe alcanzar a los hombres. A partir de la cruz, su terrible bautismo, comenzará a arder. Pero no todos se dejarán inflamar por la exigencia absoluta e incondicional de este fuego, de manera que aquel amor, que querría y podría conducir a los hombres a la unidad, los divide a causa de su resistencia. Más clara e inexorablemente que antes de Cristo, la humanidad entera se dividirá en dos reinos, bloques o Estados, lo que Agustín designa como la “ciudad de Dios”, dominada por el amor, y la “ciudad de este mundo”, dominada por la concupiscencia. Jesús muestra que la división rompe los vínculos familiares más íntimos y, según la descripción de Pablo, a menudo atraviesa incluso los corazones de los hombres, donde la carne lucha contra el espíritu (Ga 5,17), y el “hombre desgraciado” “no hace lo que quiere, sino lo que (en el fondo) detesta” (Rm 7,15). Pero esto no es para Jesús ni para Pablo una trágica fatalidad, sino una lucha que ha de mantenerse hasta la victoria final: porque el amor y el odio no son dos principios igualmente eternos (como pensaban los maniqueos), sino porque nosotros podemos “vencer al mal a fuerza de bien” (Rm 12,21), para lo cual se nos da la fuerza de la gracia de Dios.
¿Tiene futuro la poesía?
En 1976, el escritor bosnio Izet Sarajlic escribió un poema titulado “Carta al año 2176”:
“¿Qué?
¿Todavía escucháis a Mendelssohn?
¿Todavía recogéis margaritas?
¿Todavía celebráis los cumpleaños de los niños?
¿Todavía ponéis nombres de poetas a las calles?
Y a mí, en los años setenta de dos siglos atrás, me aseguraban que los tiempos de la poesía habían pasado –al igual que el juego de las prendas, o leer las estrellas, o los bailes en casa de los Rostov-.
¡Y yo, tonto, casi lo creí!”
“¿Qué?
¿Todavía escucháis a Mendelssohn?
¿Todavía recogéis margaritas?
¿Todavía celebráis los cumpleaños de los niños?
¿Todavía ponéis nombres de poetas a las calles?
Y a mí, en los años setenta de dos siglos atrás, me aseguraban que los tiempos de la poesía habían pasado –al igual que el juego de las prendas, o leer las estrellas, o los bailes en casa de los Rostov-.
¡Y yo, tonto, casi lo creí!”
Autor: Irene VALLEJO
Título: El infinito en un junco. La invención de los libros en el mundo antiguo.
Editorial: Siruela, Madrid, 2021, (p. 319)
Asunción de la Bienaventurada Virgen maría
15 de agosto de 2025
(Ciclo C - Año impar)
- Una mujer vestida del sol, y la luna bajo sus pies (Ap 11, 19a; 12, 1-6a. 10ab)
- De pie a tu derecha está la reina, enjoyada con oro de Ofir (Sal 44)
- Primero Cristo, como primicia; después todos los que son de Cristo (1 Cor 15, 20-27a)
- El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: enaltece a los humildes (Lc 1, 39-56)
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Celebramos hoy, queridos hermanos, la solemnidad de la Asunción de la bienaventurada Virgen María, en cuerpo y alma, al cielo. Lo que la liturgia propone hoy a nuestra contemplación es el destino final en el que se encuentra la Madre del Señor desde que terminó el curso de su vida terrena, diciéndonos que ella ha alcanzado ya plenamente el estado glorioso que tendrán, a partir del último día, todos los justos resucitados o los que, por vivir todavía cuando vuelva el Señor, serán transformados sin pasar por la muerte, tal como anuncia san Pablo: “He aquí que os anuncio un misterio: no todos moriremos, pero todos seremos transformados” (1Co 15, 51).
Los santos que están en el cielo se encuentran en un estado todavía provisional, en cuanto que una parte de su ser, el cuerpo, ha quedado aquí en la tierra, dejando de ser un cuerpo viviente, bien porque haya conocido la corrupción del sepulcro, o bien porque, aunque esté incorrupto, no es un cuerpo viviente, ya que lo que da vida al cuerpo es el alma, y el alma ya no está allí. Su espíritu y su alma están con el Señor y son colmados por la felicidad de contemplar su gloria; pero su cuerpo espera paciente el día de la segunda venida de Cristo, de su venida gloriosa, el día de la Parusía, para resucitar por la fuerza y el poder del Espíritu Santo, y ser transformado en un cuerpo espiritual, un cuerpo glorioso, tal como afirma san Pablo: “Así también en la resurrección de los muertos: se siembra corrupción, resucita incorrupción (…) se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual” (1Co 15, 42.44), y volver a unirse con su espíritu y su alma en la felicidad total del cielo.
La hierba del tejado
Retrocedan avergonzados los que odian a Sión;
sean como la hierba del tejado, que se seca y nadie la seca
(Sal 128, 5-6).
Sión es la Iglesia, afirma san Agustín, y los que fingidamente entran en la Iglesia, odian a la Iglesia, como también la odian los que no quieren cumplir la palabra de Dios. Algunos la odian desde fuera y otros la odian desde dentro, y a veces no es fácil distinguir a unos y otros, pues, como sigue diciendo san Agustín, “en la inefable presencia de Dios muchos que parecen estar fuera, están dentro; mientras que otros que parecen estar dentro, están fuera; pero el Señor conoce a los suyos”. En cualquier caso, estén dentro o fuera, que retrocedan avergonzados los que odian a Sión.
¿Por qué avergonzados? Porque Sión, es decir, la Iglesia, es el lugar donde Dios nos alcanza, nos encuentra y nos moldea según su voluntad, haciendo de cada uno de nosotros el ser de luz, de amor, de comunión, de paz, que el Padre del cielo vio cuando nos creó. La Iglesia es el seno materno en el que Dios va engendrando a cada hombre en su singularidad más personal, en su belleza única. Por eso “se dirá de Sión: uno por uno todos han nacido en ella” (Sal 86, 5). Retrocedan, pues, avergonzados los que odian a Sión, porque al hacerlo están odiando, aunque ellos no lo sepan, la singularidad y la belleza única de cada hombre.
XIX Domingo del Tiempo Ordinario
10 de agosto de 2025
(Ciclo C - Año impar)
- Con lo que castigaste a los adversarios, nos glorificaste a nosotros, llamándonos a ti (Sab 18, 6-9)
- Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad (Sal 32)
- Esperaba la ciudad cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios (Heb 11, 1-2. 8-19)
- Lo mismo vosotros, estad preparados (Lc 12, 32-48)
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Todos los textos de esta celebración nos exigen vivir en tensión, en movimiento (éxodo), desinstalados, en estado de peregrinación; en una palabra: vivir en vela, en vela en razón de la fe, en razón de la promesa de Dios, en razón de las cuentas que habremos de rendir pronto.
1.- «La fe es seguridad de lo que se espera». La segunda lectura llama a esta existencia desinstalada simplemente “fe”. La fe se apoya en una palabra recibida de Dios que anuncia una realidad invisible y futura. Esto se muestra en la existencia de Israel, que comienza con el éxodo de Abrahán y se continúa a través de los siglos, esta fe puede ser sometida a duras pruebas, como cuando se exige a Abrahán que sacrifique a su hijo, como demuestra también el hecho de que todos los representantes de la Antigua Alianza “murieron sin haber recibido al tierra prometida”. Estos aprendieron casi más drásticamente que los cristianos lo que significa vivir “como huéspedes y peregrinos en la tierra”, y buscar una patria que está más allá de toda su existencia perecedera. Porque en el destino de Jesús y en la recepción del Espíritu Santo los cristianos no solamente “han visto y saludado de lejos” la patria celeste, sino que, como dice Juan, “han oído, visto y palpado la Palabra que es la vida eterna”, y según Pablo han recibido el Espíritu Santo como arras, como prenda o garantía de lo que esperan, por lo que pueden y deben ir al encuentro del cumplimiento de la promesa con mayor seguridad, y por ello también con mayor responsabilidad.
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
XVIII Domingo del Tiempo Ordinario
(Ciclo C - Año impar)
3 de agosto de 2025
- ¿Qué saca el hombre de todos los trabajos? (Ecl 1, 2; 2, 21-23)
- Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación (Sal 89)
- Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo (Col 3, 1-5. 9-11)
- ¿De quién será lo que has preparado? (Lc 12, 13-21)
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