en tu paternidad, caricia tierna,
y sé mi dulce paz, mi herencia eterna
al terminar el curso de mi vida.
Recíbeme, Jesús, divino hermano,
y comparte en fraterna compañía
el peso y el calor de cada día;
llévame suavemente de la mano.
Espíritu de amor, fuego divino,
recíbeme en tu eterno movimiento
que es del Padre y del Hijo santo lazo.
Sé mi amigo y maestro en el camino
y dame el refrigerio de tu aliento,
la gloria de tu beso y de tu abrazo.
María Amelia Fe y Olivares