Tú serás mi fuerza y mi guía

¡Tú serás mi fuerza, Dios mío!,
tú serás mi guía, mi consejo,
mi paciencia, mi paz y mi prudencia.
Recurriré a ti en mis tentaciones,
en mis sequedades, mis disgustos,
mis desolaciones y mis temores…
Concédeme, Dios mío, no temer más
las ilusiones o los artificios del demonio,
ni mi propia debilidad, ni mi desconfianza.
Porque tú tienes que ser mi fuerza en todas mis cruces;
tú me lo prometes
en proporción a mi confianza, y,
lo que es admirable, Dios mío,
es ver que, al mismo tiempo que tú pones esa condición,
tú mismo me concedes esta confianza.

¿Qué haría yo, Señor, si tú no fueras mi fuerza?
Pero puesto que tú me aseguras que lo eres,
¿qué dejaré de hacer para tu gloria?
Pues todo lo puedo en Aquel que me hace fuerte.
Por donde quiera que vaya, tú estás en mí y yo en ti.
Por lo que en cualquier lugar que yo me encuentre,
en cualquier peligro o enemigo que me amenace,
yo tengo la fuerza en ti.


San Claudio de la Colombière
(1641-1682)