Santa María, Madre de Dios

1 de enero de 2019
(Ciclo C - Año impar)






  • Invocarán mi nombre sobre los hijos de Israel y yo los bendeciré (Núm 6, 22-27)
  • Que Dios tenga piedad y nos bendiga (Sal 66)
  • Envió Dios a su Hijo, nacido de mujer (Gál 4, 4-7)
  • Encontraron a María y a José y al niño. Y a los ocho días, le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 16-21)
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Sagrada Familia: Jesús, María y José

30 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • Quien teme al Señor honrará a sus padres (Eclo 3, 2-6. 12-14)
  • Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos (Sal 127)
  • La vida de familia en el Señor (Col 3, 12-21)
  • Los padres de Jesús lo encontraron en medio de los maestros (Lc 2, 41-52)
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La oración

¿Cuántas veces no me sentí sobrecogido por el silencio que reinaba en la iglesia mientras los padres rezaban? Al principio me colocaba al fondo del edificio y contemplaba a aquellos hombres preguntándome qué hacían, arrodillados o sentados en penumbra, sin decir una palabra… Sin embargo, daban la impresión de estar escuchando y conversando con alguien envueltos por la semioscuridad de la iglesia, iluminada por velas. Me fascinaban la práctica de la oración y la atmósfera de paz que genera. Creo que es justo afirmar que existe una auténtica forma de heroicidad, de grandeza y de nobleza en esa vida de oración habitual. El hombre solo es grande cuando se arrodilla ante Dios.

Los grandes momentos de una vida son las horas de oración y adoración. Alumbran al ser, configuran nuestra verdadera identidad, afianzan una existencia en el misterio. El encuentro cotidiano con el Señor en la oración: ese es el fundamento de mi vida. Empecé cuidando esos instantes desde niño, en familia y a través de mi contacto con los espiritanos de Ourous. Cuando hemos de vivir la Pasión, necesitamos retirarnos al huerto de Getsemaní, en la soledad de la noche.

En este mundo ajetreado donde no existe tiempo ni para la familia ni para uno mismo, y menos para Dios, la auténtica reforma consiste en redescubrir el sentido de la oración, el sentido del silencio, el sentido de la eternidad. Por desgracia, nada más concluir el concilio, la Constitución sobre la liturgia no se comprendió a partir del primado fundamental de la adoración, de la humilde genuflexión de la Iglesia ante la grandeza de Dios, sino más bien como un libro de recetas. Vimos a toda clase de creativos y animadores que buscaban más bien artimañas para presentar la liturgia de modo atrayente, más comunicativo, implicando cada vez a más gente, pero olvidando que la liturgia está hecha para Dios. Si Dios se convierte en el gran ausente, podemos llegar a toda clase de desviaciones, desde las más triviales a las más abyectas.

Natividad del Señor

25 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • Verán los confines de la tierra la salvación de nuestro Dios (Is 52, 7-10)
  • Los confines de la tierra han contemplado la salvación de nuestro Dios (Sal 97)
  • Dios nos ha hablado por el Hijo (Heb 1, 1-6)
  • El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1, 1-18)
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IV Domingo de Adviento

23 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • De ti voy a sacar al gobernador de Israel (Miq 5, 1-4a)
  • Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Sal 79)
  • He aquí que vengo para hacer tu voluntad (Heb 10, 5-10)
  • ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? (Lc 1, 39-45)
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Los hijos son una gracia, no un proyecto

Es muy duro ser un hijo deseado. Tu existencia pende completamente de la decisión de tus padres. Sus deseos son órdenes. Si te permites algún extravío, pobre de ti: te lloverán las bofetadas, te dejarán sin postre, las recriminaciones lacrimosas te culpabilizarán hasta los huesos, hasta la médula, hasta los gametos que te dieron la vida. Porque tú existes, al fin y al cabo, para que florezca la feminidad de tu señora madre, y debes compensar con tu éxito las frustraciones de tu papá. Tu madre tiene que recuperar su línea anterior al embarazo. Tu padre tiene que renovar su ambición anterior al fracaso. El sonajero que te ofrecen no es más que un adelanto para tu entrada en la Escuela de Minas. Sobre todo, no debes decepcionar. No llorar demasiado durante la noche. Y después brillar durante el día. Todas las esperanzas están puestas en ti, de forma aplastante, porque son otras tantas desesperanzas inconfesadas.

Tengo buenas razones para pensar que los infanticidas y los parricidas van a multiplicarse con la eugenesia. Desde que el pequeño comience a emanciparse, la madre podrá echarle en cara -una cara cuyos rasgos habrán sido diseñados por ella con el genetista: “Soy yo quien te ha querido así, no rubio y con los ojos azules, como los fascistas, sino mestizo, con ojos claros, con pene de negro, con genes de médico judío, y con cromosomas del sistema inmunitario no deficientes jamás… Soy yo quien te ha concebido, no sólo como concibe una madre, a ciegas, sino como concibe el ingeniero, trazando su modelo con la regla, eliminando todos los prototipos defectuosos, adaptándose a la demanda, asegurándote en el huevo un porvenir profesional y sentimental… ¡Y tú me haces eso a mí, a tu madre, más aún, a tu creador!”.

Ése será el pecado original. Ya no se trata del drama auroral de la maternidad recibida, se trata del drama tenebroso de la maternidad elegida. Habríamos podido aceptar dejarnos sorprender por un ser tan nuevo que desgarrara la trama de nuestros proyectos. Hemos preferido inscribirlo, por supuesto en nombre de una previsión llena de piedad, como un gasto útil. Pero no tarda en llegar el momento en que nuestro pequeño nos muestra que él no es un ingrediente en la receta de nuestra felicidad. Aparece como irreductible. Se convierte en indeseable. Ahora bien, hace ya quince años que han pasado los plazos de una eliminación legal. Por eso si se quiere dotar al proyecto parental de todas las garantías, aconsejo al legislador que extienda ese plazo bastante más allá de las doce semanas, digamos que hasta los cuarenta años.

III Domingo de Adviento

16 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • El Señor exulta y se alegra contigo (Sof 3, 14-18a)
  • Gritad jubilosos, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel (Is 12)
  • El Señor está cerca (Flp 4, 4-7)
  • Y nosotros, ¿qué debemos hacer? (Lc 3, 10-18)
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Acción de gracias por el martirio

Señor, Dios todopoderoso, Padre de tu Hijo muy amado, Jesucristo,
por quien hemos recibido el conocimiento de tu nombre,
Dios de los ángeles, de las potestades, de toda la creación,
y de la raza de los justos que viven en tu presencia,
yo te bendigo por haberme juzgado digno
de formar parte de tus testigos
y de participar del cáliz de Cristo.
Que pueda ser yo admitido con ellos en tu presencia
como una ofrenda que te es agradable.
Por esta gracia y por todas las cosas
yo te alabo y te glorifico
por Jesucristo tu Hijo muy amado.

(San Policarpo de Esmirna + 167)

(Oración que pronunció poco antes de que encendieran la hoguera en la que fue martirizado)


II Domingo de Adviento

9 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • Dios mostrará tu esplendor (Bar 5, 1-9)
  • El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Sal 125)
  • Que lleguéis al Día de Cristo limpios e irreprochables (Flp 1, 4-6. 8-11)
  • Toda carne verá la salvación de Dios (Lc 3, 1-6)
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Inmaculada Concepción de la Virgen María

8 de diciembre de 2018
(Ciclo C - Año impar)






  • Pongo hostilidad entre tu descendencia y la descendencia de la mujer (Gén 3, 9-15. 20)
  • Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas (Sal 97)
  • Dios nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo (Ef 1, 3-6. 11-12)
  • Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1, 26-38)
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La infidelidad de mi mujer


(Kafuku es un actor, que ha vivido felizmente casado durante veinte años, pero que acaba de enviudar y contrata a una chica joven –Misaki- como chófer para sus desplazamientos de ida y vuelta al teatro donde trabaja. Durante los desplazamientos en su coche, conducido por Misaki, normalmente él recita en voz alta el papel de la obra de teatro que está representando; y aunque la chica es muy silenciosa, se va creando entre ellos una cierta atmósfera que da lugar a que Kafuku se confidencie con ella. Así le habla de lo que fue su relación con el último amante de su mujer)

Mientras iba en el asiento del copiloto, Kafuku solía pensar con frecuencia en su difunta esposa. Por algún motivo, desde que Misaki trabajaba para él como chófer, había empezado a acordarse a menudo de ella. Su mujer, que también había sido actriz, era dos años más joven que él y muy bella. Kafuku la amaba. Se había sentido fuertemente atraído por ella justo desde el momento en que la conoció (a los veintinueve años), sentimiento que había permanecido invariable hasta el día que ella murió (entonces él ya había cumplido los cuarenta y nueve). Mientras su matrimonio duró, jamás se acostó con otra mujer. No era que no hubiera tenido ocasión, sino que nunca había sentido el deseo de hacerlo. 

Sin embargo, ella sí se acostaba a veces con otros. Que él supiera, los amantes habían sido, en total, cuatro. Ella, como es obvio, nunca se lo había revelado, pero él, en cada ocasión, enseguida se había dado cuenta de que estaba haciendo el amor con otro hombre en alguna parte. Kafuku siempre había tenido intuición para esas cosas y, cuando uno ama de verdad, es difícil no percibir las señales. Incluso, por el tono que su mujer empleaba al hablar de ellos, adivinó fácilmente quiénes eran los amantes. Todos eran, sin excepción, coprotagonistas de las películas en las que actuaba. Y la mayoría más jóvenes que ella. La relación duraba lo que duraba el rodaje y por lo general acababa de forma espontánea una vez terminado éste. El patrón se había repetido cuatro veces.