La vida no es sencilla


(María es una mujer, madre de dos mellizos, que ha sido abandonada por su marido, que ha resultado ser homosexual. Ella es fruto de un encuentro fortuito que tuvo su madre, en un viaje al extranjero, cuando tenía diecinueve años. Después su madre se casó con Björn, que ha sido la única figura paterna que María ha conocido y a quien ella llama papá. Pero inesperadamente su madre le anuncia que su padre biológico ha venido a Islandia y que quiere conocerla. Ella accede, comen juntos y después se despide. Pero a los dos días de esta comida su padre fallece inesperadamente en el hotel donde se aloja. Entonces resulta que su padre la ha nombrado a ella heredera universal y quiere que sea ella quien se haga cargo de sus cenizas y las lleve al país donde él ha vivido. En este contexto se produce el diálogo entre María y su madre que reproducimos a continuación)


- Y hay algo más –dice mi madre-. Él quería que te ocupases tú de las cenizas y las llevases al cementerio que hay al lado de su casa de campo, junto al mar.

Le digo que eso no va a poder ser.

- No me resultaría nada sencillo marcharme al extranjero, justo ahora –le digo.

Le pregunto a mi madre si no quiere ocuparse ella de este contratiempo.

- No, no es posible –me dice-. Tienes que ocuparte del papeleo de sus propiedades.

- ¿Tengo que ocuparme de las propiedades de un desconocido? ¿No hay ningún amigo ni familiar que pueda hacerse cargo?

- No, no hay nadie más. Dejó especificado en su testamento que deseaba que tú te encargases de sus propiedades. Su abogado te recibirá en su casa.

- Conocí a Albert dos días antes de su muerte y apenas sé nada sobre él.

- Una no lo puede prever todo. Siempre hay algo que nos coge por sorpresa en la vida. No tendrías que estar fuera más que unos días en este viaje. Los mellizos pueden quedarse con nosotros. El abuelo va a enseñarles a mover las piezas del ajedrez.

(Cuando le comenta a su vecina Perla toda esta situación ella hace el siguiente resumen)

- Comienza todo con un marido que sale del armario y te deja, a lo que sigue la aparición de un padre biológico extranjero que muere de un modo inexplicado en una habitación de hotel, cuando estabais comenzando a conoceros, por así decirlo, después de haber tomado un rape frío y una tarta de skyr de arándanos azules y haber pasado parte del día juntos. Y por último, pero no menos importante, si te he entendido bien, te deja como tarea que te ocupes tanto de sus cenizas como de sus posesiones en herencia en una costa lejana. Si esto lo hubiese redactado mi escritor, le tacharía la mitad.

(Desde la casa del difunto Albert, donde María ha ido a cumplir las últimas voluntades de su padre biológico, en un país lejano, María llama por teléfono a su madre)

Antes de llamar a mamá, saco la botella del armario, la abro y me sirvo un vaso. Empiezo preguntándole por los mellizos y dice que el abuelo ha ido a buscarlos a la guardería, luego le digo que debería haber sabido que encontraría los diarios y vería las fotos. Me pide que espere mientras apaga el fuego de la cocina. Oigo que cierra una puerta.

- Sí –responde-, ya me lo imaginaba. Estaba esperando a que me llamases.

- Hay fotos tuyas por todas partes.

- No podía decírtelo así, directamente. Tenía la fortuna de que dos hombres me amaran.

- ¿Papá lo sabe? ¿Qué mantuviste una relación amorosa con Albert, con el padre de tu hija?

- Le he contado a tu padre algunas cosas, pero no todo. Nadie se lo cuenta todo a su pareja. Hubo también pausas largas entre tanto. Los últimos diez años estuvimos escribiéndonos y yo le enviaba fotos. Él también vino alguna vez que otra hasta aquí y comíamos juntos. La última vez que yo iba a ir a visitarlo, papá me pidió que no fuese y yo hice lo que me pedía. De eso hace ya diez años.

Me viene a la mente el recuerdo borroso de que mamá viajaba con regularidad al extranjero a visitar a una amiga que había estado con ella en el curso de idiomas.

- No era un mal matrimonio el de papá y mío, pero faltaba esta parte impredecible. Aunque una esté conforme, no significa que no tenga sus sueños. La relación con Albert salvó nuestro matrimonio.

- ¿Nunca tuviste ganas de mudarte a vivir con él?

- No, eso nunca ha sido una opción. No habría podido vivir con él. No siempre me he comportado de un modo sensato, pero nunca habría abandonado a Björn.

Se hace un silencio al teléfono.

_ No es fácil ser un ser humano. En la vida, uno no siempre toma la decisión correcta y clara. ¿Cómo una muchacha de diecinueve años va a poder tomar decisiones correctas?

- No tenías diecinueve años cuando acabó vuestra relación. ¿O es que nunca acabó?

- La vida no es sencilla –dice-. Te llevé junto a Albert por última vez cuando tenías la misma edad de los mellizos, aún no habías cumplido tres años. Después ya fui sola.


Autor: Audur Ava OLAFSDÓTTIR
Título: La excepción
Editorial: Alfaguara, 2014 
pp. 27, 41-42, 64, 82, 145, 152, 169, 174, 272