XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

30 de septiembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • ¿Estás tú celoso por mí? ¡Ojalá todo el pueblo profetizara! (Núm 11, 25-29)
  • Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón (Sal 18)
  • Vuestra riqueza está podrida (Sant 5, 1-6)
  • El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te induce a pecar, córtatela (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)
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La finalidad de la vida cristiana

La oración, el ayuno, las vigilias y otras actividades cristianas, por muy buenas que parezcan en sí mismas, no constituyen la finalidad de la vida cristiana, aunque sin duda ayudan a conseguirla. 

La verdadera finalidad de la vida cristiana consiste en la adquisición del Espíritu Santo de Dios. 

La oración, el ayuno, las vigilias, la limosna y todas las demás buenas obras hechas en nombre de Cristo no son más que medios para la adquisición del Espíritu Santo.

San Serafín de Sarov

XXV Domingo del Tiempo Ordinario

23 de septiembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Lo condenaremos a muerte ignominiosa (Sab 2, 12. 17-20)
  • El Señor sostiene mi vida (Sal 53)
  • El fruto de la justicia se siembra en la paz para quienes trabajan por la paz (Sant 3, 16-4,3)
  • El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos (Mc 9, 30-37)
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El abrazo humano

Sobre el abrazo humano: unión de los rostros y no sólo de los cuerpos 

Lo que nos distingue profundamente de las bestias es poder “hacer la bestia de las dos espaldas”. Los demás mamíferos hacen la bestia de una sola espalda. El macho se convierte de repente en bípedo, trepa sobre la hembra, se repantiga sobre su espinazo. En cambio, en el ser humano, ya no existe una hembra a la que se ataca por la espalda. Existe una mujer a la que hay que afrontar de cara. Los luchadores gozan de las mismas armas. Se exponen el uno al otro con igual vulnerabilidad. San Alberto Magno insiste en esta excepción para convertirla en regla: “Puesto que sólo las mujeres [entre las hembras] tienen la vulva por delante, el acto venéreo debe realizarse por delante”. Más que ver en ello una norma moral, yo percibiría un signo más de exigencia y de prueba. El rostro despliega en la materia algo que no es material: abre una interioridad en su superficie. Por lo tanto, en una primera aproximación, se podría decir que el poder de unirse “por delante” exige que la unión sexual se realice en una unión espiritual: que cada uno acoja el rostro del otro, que cada uno le permita al otro imprimirse en sí mismo como en el velo de la Verónica. 

La unión de los sexos permite también la unión de las bocas: Que me bese con los besos de su boca, dice la Esposa del Cantar de los cantares (Ct 1, 2). ¿Qué hacen las bocas cuando se deshacen una contra otra? Esas bocas quisieran comerse al otro sin triturarlo, para hacérselo totalmente interior. Hay como una aspiración eucarística: comer la carne del otro sin destruirlo. Es preciso creer que toda la moral sexual, la verdadera, podría resumirse en este imperativo: “Cuando beses, besa de verdad, besa a fondo, sin traiciones, sin reservas, sin detenerte en medio de ese impulso hacia el otro acogido en tu alma y en tu cuerpo”. Pero casi nunca llegamos al final de lo que ese beso postula. Nosotros besuqueamos. Damos besitos. Y aunque no besemos en plan de burla, siempre lo hacemos al estilo de Judas, emboscados. ¿Qué hacer para que nuestra postura no se convierta en impostura? ¿Quién nos rescatará de todos esos besos a medias y de todos esos falsos besuqueos? Existe, en el oficio del Viernes Santo, el rito del beso de la Cruz.

La promesa del abrazo 

“Imaginemos la sorpresa de quien, sin tener conocimiento alguno de ello, y por medio de alguna maquinación, descubriera sin ser visto los raptos amorosos de una mujer cuya distinción le hubiera impresionado. Los vería como una enfermedad. Algo parecido a la rabia de los perros. Como si una perra enrabiada hubiera venido a sustituir la personalidad de aquella que sabía recibir las visitas con tanta dignidad”, escribe G. Bataille . Se podría concluir con Ch. Baudelaire: “La voluptuosidad única y suprema del amor yace en la certeza de hacer el mal”. Pero, ese mal que se hace con el amor, ¿en qué consiste? Baudelaire habla de la “pérdida del gobierno de uno mismo”.

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario

16 de septiembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Ofrecí la espalda a los que me golpeaban (Is 50, 5-9a)
  • Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos (Sal 114)
  • La fe, si no tiene obras, está muerta (Sant 2, 14-18)
  • Tú eres el Mesías. El Hijo del hombre tiene que padecer mucho (Mc 8, 27-35)
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Tú que eres experto en mis debilidades

Señor mío y Dios mío, que visitas tu creación;
tú conoces bien nuestras pasiones,
las debilidades de nuestra naturaleza
y la fuerza de nuestro enemigo;
escóndeme de su malicia,
porque su poder es fuerte,
nuestra naturaleza miserable
y nuestro poder débil.
Por eso, tú que eres dulce
y experto en nuestras debilidades,
tú que cargas con las penas de nuestra pequeñez,
guárdame del tumulto de los pensamientos
y de la violencia de las pasiones,
y hazme digno de ser discípulo tuyo;
que no corrompa con las pasiones,
el deleite de tu servicio,
para que no me vuelva impúdico ante ti,
cuando me encuentres.
Que pueda hallarme más bien ante ti,
con pensamientos luminosos
y límpida intención,
conforme a la belleza de tu santidad.

  
Isaac de Nínive (Siglo VII)

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario

9 de septiembre de 2018
(Ciclo B - Año par)






  • Los oídos de los sordos se abrirán, y cantará la lengua del mudo (Is 35, 4-7a)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • ¿Acaso no eligió Dios a los pobres como herederos del Reino? (Sant 2, 1-5)
  • Hace oír a los sordos y hablar a los mudos (Mc 7, 31-37)
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Tener un hijo

(Se trata de fragmentos de una larga carta que un pastor metodista), casado en segundas nupcias en su ancianidad, escribe al hijo que ha tenido en este matrimonio -del matrimonio anterior tuvo una hijita que murió muy pronto, así como su madre, Luisa- ante la conciencia que tiene de que su muerte no está lejos. Vive en un pequeño pueblo -Gilead- y es muy amigo de otro pastor, Boughton, que es algo más mayor que él)

Nunca creí que vería a una esposa mía idolatrando a un hijo mío. Todavía me asombra cada vez que lo pienso. Escribo esto, en parte, para decirte que si alguna vez te preguntas qué has hecho en tu vida, y todo el mundo se lo pregunta en un momento u otro, sepas que has sido para mí la gracia de Dios, un milagro, algo más que un milagro. Tal vez no me recuerde muy bien y quizá no te parezca gran cosa haber sido el hijo querido de un viejo en un pueblecito de mala muerte que, sin duda, habrás dejado atrás. Ojalá tuviera palabras para expresarme. Todo eso está bien, pero la razón por la que te quiero es por tu existencia, sobre todo. La existencia me parece ahora lo más extraordinario que haya imaginado nunca. Estoy a punto de escenificar la perdurabilidad. En un instante, en un centelleo de la mirada.

* * *

(Hablando del cielo, afirma:) No creo que olvidemos todas nuestras penas por completo. Significaría olvidar que hemos vivido, humanamente hablando. Pienso que la pena es un componente esencial de la sustancia de la vida humana. Por ejemplo, en este momento me invade una especie de pena amorosa por ti mientras lees esto, porque no te conozco y porque has crecido sin padre, mi pobre hijo, tumbado ahora boca abajo al sol, con Soapy durmiendo encima de tu rabadilla. Estás haciendo esos espantosos dibujitos que me traerás para que los admire y que yo admiraré, porque no tengo valor para decir una palabra que pudieras recordar contra mí.