Mira a la estrella

Si se levantan los vientos de las tentaciones,
si tropiezas con los escollos de la prueba,
mira a la estrella, invoca a María.

Si te agitan los olas de la soberbia,
de la ambición o de la envidia,
mira a la estrella, invoca a María.

Si la ira, la avaricia o la impureza
impelen violentamente la nave de tu alma,
mira a María.

Si turbado con la mirada de tus pecados,
confuso ante la fealdad de tu conciencia,
temeroso ante la idea del juicio,
comienzas a hundirte en la sima sin fondo de la tristeza
o en el abismo de la desesperación,
piensa en María.

En los peligros, en las angustias, en las dudas,
piensa en María, invoca a María.

No se parte María de tu boca, no se aparte de tu corazón;
y, para conseguir su ayuda intercesora,
no te apartes tú de los ejemplos de su virtud.
No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas,
no te perderás si en Ella piensas.

Si Ella te tiene de su mano, no caerás;
si te protege, nada tendrás que temer;
no te fatigarás, si es tu guía;
llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara.


San Bernardo