Todavía soy débil

Señor, tú que no eres más que dulzura y suavidad,
soporta mi enfermedad,
que me hace desfallecer,
alejando con frecuencia mi pensamiento de ti.

Pero si tú me sostienes, no sucumbiré.
Apoyándome en ti, seré fortalecido.
Porque todavía soy débil e inestable.

Pero tú tienes piedad de mí,
porque estás lleno de dulzura y de ternura,
y tu misericordia es inmensa
para todos los que te invocan.











        San Agustín (+430)

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