XIII Domingo del Tiempo Ordinario

2 de julio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Es un hombre santo de Dios; se retirará aquí (2 Re 4, 8-11. 14-16a)
  • Cantaré eternamente las misericordias del Señor (Sal 88)
  • Sepultados con él por el bautismo, andemos en una vida nueva (Rom 6, 3-4. 8-11)
  • El que no carga con la cruz no es digno de mí. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí (Mt 10, 37-42)
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(Nota.- Al no disponer de la homilía correspondiente al XIII Domingo del Tiempo Ordinario, se ha puesto una homilía que hace referencia al Cantar de los Cantares).

El silencio

“El silencio absoluto es una cruz en la que el hombre se crucifica con todas sus pasiones y sus concupiscencias”, decía san Serafín de Sarov completando la enseñanza de san Isaac el Sirio que afirmaba: “El silencio es un misterio del siglo venidero, las palabras son instrumentos de este mundo”.

Cuando permanecemos en silencio, nuestro enemigo, el demonio, no puede penetrar en nuestro corazón, en esto consiste la sabiduría del silencio. 

Soledad y silencio engendran el fervor y la mansedumbre que fluyen a través del corazón del hombre como las aguas de Siloé, sin ruido ni turbulencia.


San Serafín de Sarov

XII Domingo del Tiempo Ordinario

25 de junio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Libera la vida del pobre de las manos de gente perversa (Jer 20, 10-13)
  • Señor, que me escuche tu gran bondad (Sal 68)
  • No hay proporción entre el delito y el don (Rom 5, 12-15)
  • No tengáis miedo a los que matan el cuerpo (Mt 10, 26-33)
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La mentalidad demoniaca


LA FE DE LOS DEMONIOS Y  LA FE DE LOS CRISTIANOS

La diferencia entre la fe de los demonios y la de los cristianos se puede expresar esquemáticamente diciendo que la primera “se tiene” mientras que la segunda “nos tiene”. La fe hace que el fiel entre en una oscuridad más profunda que la noche del ateísmo, que es sólo una noche superficial, y en una luz más deslumbrante que las claridades de Satán, que son claridades a su medida. Se ve mejor qué deficiente puede ser la expresión “tener fe”. Sólo los demonios tienen fe como se tiene un objeto en la palma de la mano y se maneja a voluntad. Pero la fe formada por la caridad, más que poseerla el fiel, lo desposee a él de sí mismo. Es un tener que le hace perder todo, incluso él mismo, por Cristo. Tan cierto es que no tiene la fe, que la fe lo tiene a él, que lo desnuda y lo deja abrazarse en el amor . 

El modelo de esa virtud lo revela de inmediato. María no se planta ante la Revelación como ante la claridad de un teorema, ni disfruta de la fe como del más romántico de los sentimientos. Camina en la ignorancia más que en el conocimiento. Y conoce el desgarro más que las delicias: Y a ti una espada te atravesará el alma, le profetiza el viejo Simeón (Lc 2, 35). Para ella, el misterio es aún más misterioso, pues su oscuridad no procede de un defecto, sino de un exceso de luz. Su fe es más perfecta porque la arroja mejor en brazos de lo incomprensible. Su noche es más intensa porque es más bien una noche de bodas. El episodio del niño perdido y hallado en el Templo lo dice literalmente. Aquella cuya fe no desfalleció no deja de gritar retomando y sobrepasando los gritos de Job: Hijo, ¿por qué nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando (Lc 2, 48). ¿Cómo? ¿María preguntándole a Dios: Por qué nos has hecho esto? ¿María expresando un tormento suyo causado por Jesús? La fe de María es una fe sin falta; no es una fe, sin embargo, sin fractura: sufre aquí abajo algo comparable a las penas del infierno y que consiste en la espada de ese amor que abre en su corazón una fractura lo bastante grande para acoger en ella la plenitud desgarradora del misterio divino. A su pregunta: ¿Por qué nos has hecho esto? Dios responde con su voz de niño de doce años. Una revelación directa de la que María y José deberían estar al corriente a partir de entonces. Pero el Evangelio declara: Ellos no comprendieron la respuesta que les dio (Lc 2, 50). ¿Qué la distingue entonces de aquellos otros de los que el Hijo dirá, citando a Isaías, que oyen sin entender (Lc 8, 10)? Simplemente esto: su madre conservaba cuidadosamente estas cosas en su corazón (Lc 2, 51). La Palabra es una espada, su corazón es vaina para ella. Allí donde otros lo cierran, el suyo sigue abierto para que lo incomprensible more en él con todo su cortante filo . 

Así Teresa de Calcuta: “El sitio de Dios en mi alma está vacío. En blanco. No está Dios en mí… Mi alma no es más que un trozo de hielo. No tengo nada que decir. Me escribe usted: ‘Está tan cerca de usted que usted no puede verLo, ni escucharLo, ni siquiera gustar de Su presencia’. No comprendo lo que tal cosa quiere decir, padre, y sin embargo me gustaría mucho poder comprenderlo… Siento en mi alma exactamente ese mismo dolor terrible de la pérdida -la pérdida de Dios que no me quiere- de Dios que no es Dios -de Dios que, en realidad, no existe (Jesús, por favor, ¡perdona mis blasfemias!- me han pedido que lo escriba todo). Esas tinieblas me rodean por todas partes. No puedo elevarme hacia Dios: ninguna luz, ninguna inspiración penetra mi alma. Hablo del amor a las almas, de un tierno amor por Dios-las palabras franquean mis labios y yo desespero de creer en ellas. ¿Para qué trabajo? Si no hay ningún Dios no puede haber ninguna alma. Y si no hay alma, entonces -Jesús- Tú tampoco, Tú no eres verdadero… El Cielo, ¡qué vacío! Ni la menor idea del Cielo entra en mi espíritu. Porque no hay esperanza. Estoy horrorizada por notar todas esas terribles cosas que atraviesan mi alma. Deben herirte” . 

Domingo. Santísimo cuerpo y sangre de Cristo.

18 de junio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres (Dt 8, 2-3. 14b-16a)
  • Glorifica al Señor, Jerusalén (Sal 147)
  • El pan es uno; nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo (1 Cor 10, 16-17)
  • Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6, 51-58)
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Oración a María

¡Virgen muy pura y digna de toda alabanza,
santuario consagrado a Dios,
tierra intacta,
campo que no ha sido arado,
viña en flor,
fuente de abundantes aguas,
virgen fecunda
y madre que no ha conocido varón,
tesoro escondido de inocencia,
gloria y santidad!
Ruega por nosotros Virgen María,
en tu autoridad maternal,
tú que siempre eres escuchada
por el Señor creador de todas las cosas,
tu hijo nacido de ti sin padre terrestre:
toma en tus manos el timón de la Iglesia
y condúcenos al puerto de la Paz.

San Germán de Constantinopla

Domingo. Santísima Trinidad

11 de junio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso (Éx 34, 4b-6. 8-9)
  • ¡A ti gloria y alabanza por los siglos! (Salmo: Dan 3, 52-56)
  • La gracia de Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo (2 Cor 13, 11-13)
  • Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él (Jn 3, 16-18)
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Saber caer

(Asistimos al diálogo entre Marcus, un estudiante de la universidad de Monclair, en el estado de New Hampshire, y su profesor de literatura, Harry Quebert. Entre ellos se ha establecido una relación de amistad, que va más allá de lo estrictamente académico, en la que comparten su pasión por la literatura y también por el boxeo, deporte que ambos admiran y practican. Marcus ha cursado el bachillerato en su estado de New York, en el instituto de Felton, donde ha conseguido tener una fama de ser un tipo sensacional en el deporte y en los estudios, aunque esa fama no corresponde a su realidad; ha sido el típico “fantasma” que ha tenido éxito y ha conseguido hacer creer a todos que él era “el Formidable”, que fue el apodo que le pusieron, con gran complacencia suya, en su instituto. Pero la realidad es que él era un estudiante vanidoso, gandul y narcisista. Harry Quebert lo ha “calado” y quiere hacer de él un gran escritor, pero ante todo y en primer lugar, un hombre)

“Harry, si tuviera que quedarme con una sola de todas sus lecciones, ¿cuál sería?

-Le devuelvo la pregunta.

- Para mí sería la importancia de saber caer.

-Estoy completamente de acuerdo con usted. La vida es una larga caída, Marcus. Lo más importante es saber caer.”

-Mire, Marcus, sé exactamente qué tipo de persona es usted: un pequeño pretencioso de primera que se piensa que Montclair es el centro del mundo. Un poco como los europeos pensaban serlo en la Edad Media, antes de coger un barco y descubrir que la mayoría de las civilizaciones más allá del océano estaban más desarrolladas que la suya, cosa que intentaron disimular a base de grandes masacres. Lo que quiero decir, Marcus, es que es usted un tipo sensacional, pero corre el peligro de apagarse si no se espabila un poco. Sus textos son buenos. Pero hay que revisarlo todo: el estilo, las frases, los conceptos, las ideas. Tiene que ponerse en cuestión y trabajar mucho más. Su problema es que no trabaja lo suficiente. Se contenta usted con muy poco, desgrana palabras sin elegirlas bien y eso se nota. Se cree usted un genio, ¿eh? Se equivoca. Su trabajo es una chapuza y en consecuencia no vale nada. Queda todo por hacer. ¿Me sigue?

-No mucho…

Estaba furioso: ¿cómo se atrevía, por muy Quebert que fuera? ¿Cómo se atrevía a dirigirse de esa forma a alguien a quien llaman “el Formidable”? Él prosiguió:

Domingo de Pentecostés

4 de junio de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar (Hch 2, 1-11)
  • Envía tu Espíritu, y repuebla la faz de la tierra (Sal 103)
  • Hemos sido bautizados en un mismo Espíritu, para formar un solo cuerpo (1 Cor 12, 3b-7. 12-13)
  • Secuencia: Ven, Espíritu divino.
  • Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo; recibid el Espíritu Santo (Jn 20, 19-23)
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