III Domingo de Pascua

30 de abril de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio (Hch 2, 14. 22-33)
  • Señor, me enseñarás el sendero de la vida (Sal 15)
  • Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un cordero sin mancha, Cristo (1 Pe 1, 17-21)
  • Lo reconocieron al partir el pan (Lc 24, 13-35)
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La esperanza

La fe, dice Dios, es un gran árbol, un roble arraigado en tierra firme.
Y bajo las alas de ese árbol la Caridad,
mi hija la Caridad,
ampara todos los infortunios del mundo.

Pero mi pequeña esperanza no es nada más que ese pequeño brote
que se anuncia justo al principio de abril.
Y cuando se ve el árbol,
cuando miráis el roble,
esa dura corteza del roble,
esa dura corteza rugosa,
cuando veis tanta fuerza y tanta dureza,
ese pequeño brote ya no parece nada.
Parece salir del árbol, no poder ser nada, no poder existir sin el árbol.
Y, efectivamente, sale del árbol,
de la axila de las ramas y ya no puede existir sin el árbol.

Pero es lo contrario, es de él de donde todo procede.
Sin un brote que apareció una vez, el árbol no existiría.
Sin esos miles de brotes,
que llegan una vez a principios de abril, nada duraría.
Sin ese brote que tiene aspecto de poca cosa,
que no parece nada,
todo eso no sería sino leña muerta.
Y la leña muerta será arrojada al fuego.

Lo que os confunde es que esta corteza ruda os desuella las manos;
y no movéis el tronco del hombro ni una milésima de milímetro, ni con el pie, podéis hacer que se mueva una de esas gruesas ramas,
mientras que el brote no resiste nada bajo el dedo y simplemente con la uña,
el primero que pase hace saltar un brote,
el cual, una vez desarrollado,
os daría una rama más gruesa que el muslo.

Pues es más fácil, dice Dios, destruir que crear;
Y hacer morir que hacer nacer;
Y dar la muerte que dar la vida.

Por otra parte yo os digo, dice Dios, que sin ese brote de abril, sin esos miles, sin ese único brotecito de la esperanza, que evidentemente todo el mundo puede romper, toda mi creación no sería más que leña muerta,
y la leña muerta será arrojada al fuego.

Y toda mi creación no sería más que un inmenso cementerio.


Autor: Charles PÉGUY
Título: El pórtico del misterio de la segunda virtud
Ediciones Encuentro








II Domingo de Pascua

23 de abril de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común (Hch 2, 42-47)
  • Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia (Sal 117)
  • Mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva (1 Pe 1, 3-9)
  • A los ocho días llegó Jesús (Jn 20, 19-31)
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El universo angélico: un universo jerarquizado


Lo propio específico del universo espiritual consiste en que es una creación puramente cualitativa, mientras que en nuestro universo material la creación es fundamentalmente cuantitativa y secundariamente cualitativa. En la visión que tiene la Escritura y la Tradición, el orden cualitativo de nuestro universo  -siempre difícil de separar de la cantidad- está vinculado a un registro superior de la creación, el mundo de los ángeles, en el cual lo cualitativo domina plenamente. Además, este mundo de los ángeles no es un mundo, sino unos mundos. Por eso la noción de ángel implica la de jerarquía: cada criatura espiritual aparece como un universo de cualidades que resume en un único ejemplar unas perfecciones que, en nuestro mundo material, están repartidas entre una multitud de criaturas individuales. Nuestro mundo, en efecto, es el mundo de lo cuantitativo, mientras que el mundo angélico, al contrario, es un mundo en el que la cualidad formal subsiste como tal. Pues el ángel es único en su género; resume en sí mismo y él solo una participación en la perfección divina.

Es necesario hablar de los Querubines cuyo nombre evoca la idea de ala y por lo tanto de movimiento y de omnipresencia: por los Querubines Dios cubre toda la extensión del espacio. Los Querubines -sobre los que “Dios se sienta” (Ex 25,18)- no aparecen como una sede inerte sino como unas ruedas aladas porque Dios no se sienta de una manera estática sino que su transcendencia es como un torbellino de movimiento (Ez 1,10; 10, 1ss). El cielo no es una inmutabilidad estática e impersonal (como fácilmente se imagina el hombre) sino que es “el lugar de las iniciativas de amor” (J. Maritain), un lugar de movimiento, de danza, de canto, no un dormitorio. 

Los Querubines están cerca de la gloria de Dios y la guardan; con sus alas se cubren el rostro y velan la presencia de la gloria divina, pues no se puede ver a Dios sin morir. Parece que los Querubines son los “ángeles de la Faz”, los que están con Dios en una relación de gran inmediatez y que conocen por lo tanto su gloria con mayor pureza. Velan su rostro con las alas porque son esencialmente seres de adoración.

Los Serafines son los “ardientes” (cf. Is 6,1-7), los que llevan el fuego del amor y de la purificación hacia los hombres. Aunque son ellos quienes cantan el triple Sanctus están, sin embargo, menos inmediatamente vueltos hacia la gloria de Dios que los Querubines y su misión estaría más directamente relacionado con la comunicación con el hombre: los labios de Isaías son purificados por un serafín.

Los diferentes nombres con los que se designa a los ángeles en la Escritura reflejan la inmensidad del universo puramente espiritual: Tronos, Dominaciones, Potestades, Arcángeles… (cf. Dn 7,10; Ap 5,11; Hb 12,22; Judas 14-15). Los ángeles constituyen el ejército celestial. Resaltemos ahora no el aspecto “guerrero” –que ciertamente está presente- sino el aspecto de universo ordenado hacia un fin, como un ejército en movimiento bajo las órdenes de un jefe: el “Dios de los Ejércitos” (1 S 1,3). Cuando Jesús en el Padre Nuestro dice “hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”, entiende por “cielo” el mundo de las criaturas espirituales ordenado por la voluntad divina, puesto que, precisamente para esto, han sido expulsados del cielo los demonios (cf. Ap 12,7-8; Judas 6). Cuando la voluntad de Dios se hace en la tierra como en el cielo por el Espíritu Santo que Cristo ha derramado, se puede decir que el cielo está sobre la tierra; entonces acontece la “reconciliación de la tierra y del cielo” (Col 1,20), reconciliación que permite, “por la sangre de la cruz”, entrar en la celebración divina de los ángeles.

Dionisio el Areopagita se expresa sobre la estructuración del mundo angélico recordando, ante todo, que la ordenación celeste de las “jerarquías” no es una verdad revelada en sentido estricto de dogma de fe. Dicho lo cual prosigue afirmando que “la Escritura ha cifrado en nueve los nombres de todos los seres celestes, y mi glorioso maestro los ha clasificado en tres jerarquías de tres órdenes cada una. Según él, el primer grupo está siempre en torno a Dios, constantemente unido a Él, antes que todos los otros y sin intermediarios. Comprende los santos tronos y los órdenes dotados de muchas alas y muchos ojos  que en hebreo llaman querubines y serafines. El segundo grupo, dice, lo componen potestades, dominaciones y virtudes. El tercero, al final de las jerarquías celestes, es el orden de los ángeles, arcángeles y principados.

Vigilia Pascual

16 de abril de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno (Gén 1, 1 - 2, 2)
  • Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra (Sal 103)
  • El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe (Gén 22, 1-18)
  • Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti (Sal 15)
  • Los hijos de Israel entraron en medio del mar, por lo seco (Éx 14, 15 - 15, 1a)
  • Cantaré al Señor, gloriosa es su victoria (Sal Éx 15, 1-18)
  • Con amor eterno te quiere el Señor, tu libertador (Is 54, 5-14)
  • Te ensalzaré, Señor, porque me has librado (Sal 29)
  • Venid a mí y viviréis. Sellaré con vosotros una alianza perpetua (Is 55, 1-11)
  • Sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación (Sal Is 12, 2-6)
  • Camina al resplandor del Señor (Bar 3, 9-15. 32 - 4, 4)
  • Señor, tú tienes palabras de vida eterna (Sal 18)
  • Derramaré sobre vosotros un agua pura, y os daré un corazón nuevo (Ez 36, 16-17a. 18-28)
  • Oh, Dios, crea en mí un corazón puro (Sal 50)
  • Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más (Rom 6, 3-11)
  • Aleluya, aleluya, aleluya (Sal 117)
  • Ha resucitado y va por delante de vosotros a Galilea (Mt 28, 1-10)
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Rey del Cielo

Rey del cielo,
Consolador,
Espíritu de Verdad,
Tú que estás presente en todo lugar,
Tú que lo llenas todo,
tesoro de gracias y dador de vida,
ven, permanece en nosotros,
purifícanos de toda mancha
y salva nuestras almas,
Tú, que eres bondad.

Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

9 de abril de 2017
(Ciclo A - Año Impar)







Procesión

Misa
  • No escondí el rostro ante ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado (Is 50, 4-7)
  • Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Sal 21)
  • Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo (Flp 2, 6-11)
  • Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Mt 26, 14 - 27, 66)
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Los estudios humanísticos

León Wieselter, pensador hebreo que desde hace más de treinta años dirige la sección cultural de la revista The New Republic, baluarte de la izquierda intelectual norteamericana, es una criatura “omnívora” a la que todo le interesa: “Mi educación religiosa me ha enseñado que todo converge hacia una única pregunta, aquella sobre el sentido del universo”. En su opinión, en el sistema educativo actual, estamos asistiendo a “una constante y nauseabunda denigración del conocimiento y del método humanistas”, un adiestramiento que lleva a “anteponer las cuestiones prácticas sobre el significado”.

En ello tiene una buena parte de responsabilidad la mentalidad promovida por un exceso de tecnología, que favorece la degradación del saber en un desarticulado flujo de información. Todo conspira para atrofiar la razón, para censurar sus aspiraciones: «La única pregunta admitida hoy en día es “¿cómo funciona?”. Todas las demás se consideran insensatas pérdidas de tiempo». A los alumnos de la Brandeis University, una prestigiosa universidad humanística de Massachussets, les dijo hace unos meses que “nuestra razón se ha convertido en una razón instrumental, ha dejado de ser la razón de los filósofos, con su antigua ambición intelectual de que los temas propios del pensamiento humano son las grandes cuestiones, y que la mente, de un modo u otro, puede penetrar en los principios más auténticos de la vida natural y de la vida humana. La propia filosofía se ha replegado bajo el peso de nuestra debilidad frente al utilitarismo”. Y concluyó: “Vosotros honráis a una civilización que se fundó en la búsqueda de la Verdad, e la Belleza y del Bien”. De aquí parte nuestra conversación.


Verdad, Belleza, Bien. Los temas transcendentales rara vez aparecen en el discurso cultural actual, como si no fuera lícito ambicionar algo similar o como si, de hecho, no existieran.


¡Pero por supuesto que existen! El hecho de que a menudo no los reconozcamos no significa que no existan. El escéptico no es aquel que piensa que la verdad no existe, sino aquel que destruye todas las vías para llegar a ella. Existen lugares bellísimos y uno no lo sabe hasta que no los ve: no es un motivo adecuado para dudar de que existan.