La sabiduría del corazón

La sabiduría del corazón surge de la confrontación de nuestra vida humana con la vida de Dios. De ahí viene el don de discernimiento, el don de ponderación, la comprensión de lo que tiene sentido y de lo que no lo tiene. Pues la sabiduría consiste en saber discernir entre lo valioso y lo barato, entre lo perdurable y lo caduco, entre lo auténtico y la apariencia.

Si preguntamos a la sabiduría lo que hemos de hacer, ella nos responde diciendo: tienes que introducir en tu vida cosas de la índole de Dios, es decir, cosas que no solo se acumulen, no solo exciten, sino que sean válidas, nutricias, constructivas, perdurables, cosas, por ejemplo, como el bien, la paciencia y el respeto por la libertad del otro.

Cuando he cumplido una obligación a pesar de que me resultaba desagradable, la situación pasa, la acción termina, pero algo permanece: el bien realizado. Esto es de la índole de Dios. O si voy con amor al encuentro de un ser humano que, tal vez, no me cae bien, si intento comprenderlo, si le ayudo, en este cumplimiento del mandamiento divino hay algo que permanece. Muchas cosas se deshacen a su alrededor: el encuentro pasa, la excitación se aquieta, el ser humano –tanto yo como el otro- morirá alguna vez. Pero el hecho de que, en ese momento, se obró el bien, eso permanece, pues es de la índole de Dios.

IV Domingo del Tiempo Ordinario


29 de enero de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre (Sof 2, 3; 3, 12-13)
  • Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Sal 145)
  • Dios ha escogido lo débil del mundo (1 Cor 1, 26-31)
  • Bienaventurados los pobres en el espíritu (Mt 5, 1-12a)
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Dentro de tu corazón

Que todo en tu existencia concurra al descubrimiento del tesoro que hay en ti (Mt 13,44).

Porque, en realidad de verdad, el reino de Dios está dentro de ti (Lc 10,11).

Busca en primer lugar, busca solamente, el reino de Dios que está en el fondo de tu corazón y todo lo demás te será dado por añadidura (Mt 6,33). 

El cristiano, el discípulo, es alguien a quien Dios basta, porque ha comprendido todo esto.

Dentro de tu corazón encontrarás el camino más corto hacia los demás (Doroteo de Gaza).

Dentro de tu corazón te sentirás muy cercano del Dios Altísimo.

Dentro de tu corazón descubrirás lo que es a la vez lo más personal y lo más común.

Si desciendes al fondo de tu corazón, alcanzarás lo universal. Allí es donde tu vida está ya desde ahora establecida con Cristo en el seno del Padre.

Allí es donde descubrirás que todos los hombres son tus hermanos en la unidad perfecta del mismo Dios.

Hermano Pierre-Marie, Fraternidad Monástica de Jerusalén

III Domingo del Tiempo Ordinario


22 de enero de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • En Galilea de los gentiles el pueblo vio una luz grande (Is 8, 23b - 9, 3)
  • El Señor es mi luz y mi salvación (Sal 26)
  • Decid todos lo mismo y que no haya divisiones entre vosotros (1 Cor 1, 10-13. 17)
  • Se estableció en Cafarnaún, para que se cumpliera lo dicho por Isaías (Mt 4, 12-23)
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Y líbranos del mal

El mal

A medida que se avanza en la vida se va tomando conciencia de la vastedad del dominio del mal, así como de la variedad de sus formas. Cada vez se percibe con más exactitud cuánta enfermedad y dolor hay, qué incontables son los cuidados y estrecheces de la vida, qué grande puede llegar a ser la angustia en la inseguridad de la existencia.

El mundo yace en el mal. Y el mal no es solamente caos, ausencia de ser, sino que testimonia de una inteligencia perversa que, a base de un horror sistemáticamente absurdo, quiere hacernos dudar de Dios, de su bondad. En verdad, no se trata sólo de la “privación del bien” de la que hablan los Padres, no se trata sólo de ese “déficit de ser” por el cual Lacan define al hombre, sino del Maligno, del Malo; no la materia, ni el cuerpo, sino la más alta inteligencia encerrada sobre su propia luz…

Hay que decir que Dios no ha creado el mal y que ni siquiera lo ha permitido. “La faz de Dios chorrea sangre en la sombra”, decía Léon Bloy, en una expresión que citaba a menudo Berdiaev. Dios recibe el mal en pleno rostro, como Jesús recibía las bofetadas con los ojos vendados. El grito de Job sigue resonando y Raquel sigue llorando a sus hijos. Pero la respuesta a Job ha sido dada: es la Cruz. Dios crucificado sobre todo el mal del mundo, pero haciendo estallar en las tinieblas una inmensa fuerza de resurrección. Pascua es la Transfiguración en el abismo.

El conocimiento que Jesús tiene del mal

¿Qué piensa Jesús sobre el mal? Jesús ha conocido el mal porque su corazón ha sentido el sufrimiento de los hombres, su pobreza, su enfermedad, su abandono, la opresión de los poderosos, la oscuridad del pecado y del error. Lo ha conocido también por experiencia propia: apenas nacido tuvo que huir a un país extraño. Aun cuando no se pueda hablar de auténtica pobreza, los suyos, ciertamente, no estaban bien dotados. Sobre él mismo dijo aquellas duras palabras: “Los zorros tienen madrigueras y los pájaros del cielo tienen nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Mt 8, 20). Tan pronto como empieza a predicar ya están ahí sus enemigos y actúan contra él. Su palabra es mal entendida y deformada. Calumnias de toda especie deforman sus intenciones. En torno de él hay terrible soledad, pues incluso entre aquellos que le apoyan ninguno le entiende durante su vida. En definitiva todo eso se reúne en la mentira de la acusación, en la ignominia del juicio injusto, en los espantos de las últimas horas. Pero tras ello hay un sufrimiento de que no tenemos idea: que él, el santo, tuviera que vivir en el ámbito del pecado; que lo hubiera asumido sobre sí y que tuviera que responder de él; algo que rebasa nuestro pensamiento y que se indica en las palabras de Getsemaní y en el Gólgota. Por eso la cruz es el símbolo de su existencia. Y eso significa que él ha sabido, por su más propia experiencia, cómo es el mal, aunque interiormente era tan libre que no se sometía a él.

Qué hace Jesús frente al mal

Jesús no curó a los enfermos con miras a obtener el objetivo, por más lejano que fuera, de que la enfermedad quedara superada un día, sino para que en la curación del cuerpo se hiciera evidente al hombre lo que es en absoluto “curación” y “salvación”. El alma debía abrirse a lo que cura y salva de modo definitivo, y eso ya no es nada médico. Asimismo, al dar de comer a muchos en el desierto, no fue con la intención de que allí, y en otro lugar, y, en definitiva, en el mundo entero dejara de haber hambre, sino que él quería provocar el hambre auténtica, tal como había dicho ya muy pronto: “Trabajad no por el alimento corruptible, sino por el alimento que os dará el Hijo del hombre” (Jn 6, 27). Es decir, Jesús ve lo que está mal y apoya lo que puede socorrer; pero ¿y en última instancia? ¿Qué hay para el final de la larga historia humana? Lean ustedes Mt 24 y 25; allí se presentan los grandes terrores, y quien sabe algo del hombre auténtico y de la historia auténtica, presiente, a pesar de toda voluntad de adelanto y de toda energía de producción y logro: así ha de ser.

II Domingo del Tiempo Ordinario


15 de enero de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación (Is 49, 3. 5-6)
  • Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39)
  • A vosotros, gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre del Señor Jesucristo (1 Cor 1, 1-3)
  • Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo (Jn 1, 29-34)
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Padre, me pongo en tus manos

Padre,
me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea;
te doy las gracias,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad
se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más,
Padre,
no deseo nada más.
Yo te ofrezco mi vida
y te la doy
con todo el amor de que soy capaz.
Porque deseo darme,
ponerme en tus manos,
sin medida,
con infinita confianza,
porque tú eres mi Padre.

Amén.


Beato Carlos de Foucauld

Bautismo del Señor


8 de enero de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • Mirad a mi siervo, en quien me complazco (Is 42, 1-4. 6-7)
  • El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 28)
  • Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (Hch 10, 34-38)
  • Se bautizó Jesús y vio que el Espíritu de Dios se posaba sobre él (Mt 3, 13-17)
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Epifanía del Señor


6 de enero de 2017
(Ciclo A - Año Impar)






  • La gloria del Señor amanece sobre ti (Is 60, 1-6)
  • Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)
  • Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa (Ef 3, 2-3a. 5-6)
  • Venimos a adorar al Rey (Mt 2, 1-12)
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Naturaleza y persona


"El que nace lechón, muere cochino", dicen en la huerta de Murcia. Con esta frase se intenta expresar la verdad de que cada ser humano posee un modo de ser propio de él, una manera peculiar de sentir, de reaccionar, de posicionarse sobre las cosas y los acontecimientos. Es lo que podríamos llamar la naturaleza propia de cada cual; no la naturaleza en sentido general y común a todos los hombres (como cuando hablamos de la "naturaleza humana" compartida por todos los hombres), sino la manera de ser y de actuar típica de cada uno. De tal manera que, situados ante un acontecimiento nuevo, imprevisto, quienes conocemos a Fulanito podemos decir, casi sin margen de error: si Fulanito estuviera aquí seguro que haría esto. Estamos convencidos de ello, porque conocemos la naturaleza de Fulanito, su típica manera de ser y de actuar. Y la comodidad de todos en la vida social acepta con gusto que las cosas sean así, porque eso nos asegura una existencia sin demasiadas sorpresas.

Podríamos decir que la tarea espiritual del hombre que quiera de verdad desarrollar su humanidad, consiste en desmentir lo anteriormente dicho, desarrollando su ser personal. Su ser personal significa su libertad, es decir, su capacidad de actuar como si no tuviera la naturaleza que ciertamente tiene y por la que los demás lo conocen. Su ser personal significa su capacidad de iniciar una serie nueva de fenómenos, de acontecimientos, que es precisamente "nueva" porque nada hacía pensar que eso fuera lo que iba a hacer y…, sin embargo, es lo que ha hecho. Al obrar así ha mostrado que la suma de todas sus características genéticas, biológicas, educacionales, psicológicas, sociales -que sin duda alguna tiene y que configuran lo que hemos llamado su "naturaleza" individual- no equivale sin más a su ser, a su yo; que él posee otras referencias que están más allá de todo eso y que pueden dar lugar a comportamientos inesperados. Esta capacidad es lo que llamamos persona.

Para cada uno de nosotros lo más fácil y cómodo, lo que nos supone un menor coste de energía psíquica y espiritual, es actuar según nuestra naturaleza. Entonces nuestra conducta se desarrolla casi de manera automática mediante un sistema de acción-reacción, de estímulo-respuesta, que justamente está regido por nuestra naturaleza. Para actuar de manera verdaderamente personal necesitamos invertir una energía psíquica y espiritual por la que, ante cada acontecimiento y ante cada aspecto de la realidad, nos preguntamos cómo debemos actuar; entonces "suspendemos" momentáneamente nuestra espontaneidad -que consiste en actuar según nuestra naturaleza- para determinar cómo vamos a hacerlo en este momento, en esta situación, en esta coyuntura. Y para encontrar la respuesta, tenemos que hacer referencia a unos elementos que no son visibles en la situación en la que estamos, pero que para nosotros son, en el fondo, lo más importante. Esos elementos los podemos llamar "valores" y nuestro obrar va a estar determinado por la voluntad de encarnar en la situación en la que vamos a actuar un determinado valor.