(Reproducimos algunos fragmentos de la larga carta que una madre judía, oftalmóloga de profesión, escribe a su único hijo, que es un prestigioso físico, investigador de las partículas subatómicas, desde el gueto donde ha sido encerrada junto con otros muchos judíos. Ella es perfectamente consciente de que todos ellos van a ser exterminados y de que ésta es su última conversación con su único hijo, aprovechando la mediación de un amigo que está fuera del gueto y que le hará llegar la carta. En ella le habla de cómo es la vida en el gueto, de ese misterio llamado esperanza, de sus reflexiones sobre todo lo que está ocurriendo y de su amor de madre)
Visito a los enfermos en sus casas. Decenas de personas, ancianos prácticamente ciegos, niños de pecho, mujeres embarazadas, todos viven apretujados en un cuartucho diminuto. Estoy acostumbrada a buscar en los ojos de la gente los síntomas de las enfermedades, los glaucomas, las cataratas. Pero ahora ya no puedo mirar así en los ojos de la gente, en sus ojos sólo veo el reflejo del alma. ¡Un alma buena, Vítenka! Un alma buena y triste, mordaz y sentenciada, vencida por la violencia pero, al mismo tiempo, triunfante sobre la violencia. ¡Un alma fuerte, Vitia! Si pudieras ver con qué consideración me preguntan sobre ti las personas ancianas. Con qué afecto me consuelan personas ante las que no me he lamentado de nada, personas cuya situación es peor que la mía.
A veces me parece que no soy yo la que está visitando a un enfermo, sino al contrario, que las personas son amables doctores que curan mi alma. Y de qué manera tan conmovedora me ofrecen por mis cuidados un trozo de pan, una cebolla, un puñado de judías.
Créeme, Vítenka, no son los honorarios por una consulta. Se me saltan las lágrimas cuando un viejo obrero me estrecha la mano, mete en una pequeña bolsa dos o tres patatas y me dice: “Vamos, doctora, vamos, se lo ruego”. Hay en esto algo puro, paternal, bueno; pero no puedo transmitírtelo con palabras.
¿Qué puedo decirte de los seres humanos, Vitia? Me sorprenden tanto por sus buenas cualidades como por las malas. Son extraordinariamente diferentes, aunque todos conocen un idéntico destino. Imagínate a un grupo de gente bajo un temporal: la mayoría se afanará por guarecerse de la lluvia, pero eso no significa que todos sean iguales. Incluso en esa tesitura cada cual se protege de la lluvia a su manera…