Santa María, Madre de Dios


1 de enero de 2016
(Ciclo C - Año Par)






  • Invocarán mi nombre sobre los israelitas, y yo los bendeciré (Núm 6, 22-27)
  • El Señor tenga piedad y nos bendiga (Sal 66)
  • Envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer (Gál 4, 4-7)
  • Encontraron a María y a José, y al niño. A los ocho días, le pusieron por nombre Jesús (Lc 2, 16-21)
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Los santos inocentes

Tengo siete razones –dice Dios- para amar a los inocentes asesinados por Herodes.

La primera es que les amo. Y eso basta.
Tal es la jerarquía de mi gracia.

La segunda es que me gustan. Y esto basta.
Tal es la jerarquía de mi Gracia.

La tercera es que me agrada. Y esto basta.
Tal es la jerarquía, el orden y la regla de mi Gracia.

Y ahora os voy a decir la cuarta razón:
es porque los niños no tienen en la comisura de los labios
ese rictus de ingratitud y amargura,
esa herida de envejecimiento,
ese rictus de recuerdos que vemos en todos los demás labios.

La quinta es por una especie de equivalencia.
Porque, por una especie de contrapeso,
estos inocentes pagaron por mi Hijo:
mientras yacían sobre el suelo de los caminos,
las ciudades y los pueblos,
menos tenidos en cuenta que los corderos,
los cabritos y los cochinillos,
mi Hijo huía a Egipto.

De modo que se dio una especie de “quid pro quo”,
una especie de malentendido,
porque esos inocentes fueron confundidos con mi Hijo,
y asesinados por Él, en vez de Él,
no solamente a causa de Él, sino por Él,
creyendo que era Él.

La sexta razón es que eran contemporáneos de mi Hijo,
de la misma edad, nacidos al mismo tiempo,
y todos hacemos lo que podemos por nuestros compañeros de curso
y ellos fueron del curso, de la promoción de Jesús.

La séptima razón -¿por qué voy a callármela?-
es que eran parecidos a mi Hijo.
Porque una generación de hombres –dice Dios-
una promoción de hombres es como una hermosa ola grande
que avanza de orilla a orilla sobre un mismo frente
y le ataca de golpe
y se deshace al fin al borde del mar
como una muralla de agua.
De la misma manera una generación o una promoción
de hombres es como una ola de hombres
que avanzan todos juntos sobre el mismo frente
y se estrella también como una muralla de agua
cuando toca las riberas eternas.

Mi hijo era algo tierno y nuevo como ellos,
y desconocido como ellos.
No tenía en la comisura de los labios ese pliegue
de amargura y de ingratitud,
ni ese otro pliegue de arrugas en las cejas,
el pliegue de las lágrimas y de haber visto mucho,
ni tenía en las comisuras de la memoria el pliegue
de no poder olvidar.

Ignoraba a aún las vicisitudes que le esperaban,
todo aquello que más tarde dejaría un eterno rastro:
la corona de espinas y el cetro de la caña
y la terrible agonía del Calvario,
y la aún más terrible agonía de la víspera
en el huerto de los Olivos.

Éstas son la sexta y la séptima razones que tengo
para amar a los inocentes:
que me recuerdan a mi Hijo como era
si no hubiera cambiado luego,
me lo recuerdan cuando era bello,
cuando nada de esa terrible aventura había sucedido todavía.

He aquí por qué amo a los niños inocentes:
porque entre todos son ellos los testigos mejores de mi Hijo,
los niños-Jesús que no se harán grandes ya nunca.

Charles Péguy

La Sagrada Familia: Jesús, María y José


27 de diciembre de 2015
(Ciclo C- Año Par)






  • El que teme al Señor honra a sus padres (Eclo 3, 2-6. 12-14)
  • Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos (Sal 127)
  • La vida de familia vivida en el Señor (Col 3, 12-21 )
  • Los padres de Jesús lo encuentran en medio de los maestros (Lc 2, 41-52)
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La misericordia



Existe en la vida
frente a tantas asperezas una sola ternura:
la misericordia
frente a tantos extravíos una sola certeza:
la misericordia
frente a tantos exilios una sola morada:
la misericordia.

La misericordia es el irrumpir de Dios
por el que nos llama a la Vida
y por el que todo va siendo transmutado en una libertad nueva.

La existencia se convierte entonces
en un camino y una espera.
Y en la espera todo se hace responsabilidad,
es decir, dolor.
Tu fragilidad, el caminar del hermano,
los acontecimientos del mundo, el corazón de la Iglesia:
todo se hace en ti un peso insoportable
que tienes que asumir
en un deseo profundo de apasionada totalidad.

Y como Dios no está nunca en la división
sino siempre en la unidad más grande,
este breve texto
quiere ser un frágil signo exterior
de esa comunión que Su intervención
va madurando definitivamente entre nosotros.

Para que cada uno viva la memoria
de tanta gratuidad
y realice cada día,
con decisión,
su propia fidelidad
“en la espera de que se cumpla la feliz esperanza
y venga nuestro Salvador Jesucristo”

(Fernando Tagliabue)

Natividad del Señor (Misa de medianoche)


25 de diciembre de 2015
(Ciclo C - Año Par)






  • Un hijo se nos ha dado (Is 9, 1-6)
  • Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor (Sal 95)
  • Ha aparecido la gracia de Dios a todos los hombres (Tit 2, 11-14)
  • Hoy os ha nacido un Salvador (Lc 2, 1-14)
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Himno a la Fuente que brota eternamente del Corazón de Cristo

¡OH BELLEZA INEFABLE DEL DIOS ALTÍSIMO,
Destello purísimo de la eterna luz,
Vida que comunica la vida a todos los vivientes,
Luz que da su resplandor a toda luz,
Tú que conservas
en su inmutable esplendor y en su diversidad
a los astros que brillan
desde la primera aurora,
ante el trono de tu divinidad!

¡OH MANANTIAL ETERNO E INACCESIBLE,
lleno de luz y de dulzura,
que brota de esta Fuente escondida a todas las miradas humanas!
¡Profundidad sin fondo, altura sin límite,
grandeza inconmensurable y pureza inviolable!
De Ti mana el río
que alegra la ciudad de Dios (Sal 45,5)
y es gracias a Ti
como nuestras aclamaciones y acciones de gracias
se convierten en un cántico de alabanza,
pues podemos testimoniar, por experiencia, 
que en Ti está la fuente de la vida,
y que por tu luz
vemos la luz (Sal 35, 10).

(San Buenaventura +1274) 

La liberación en la libertad: la indulgencia plenaria

Catequesis parroquial nº 130 

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 16 de diciembre de 2015

Para escuchar la charla en ivoox, pulse aquí: http://www.ivoox.com/9787881

Para escuchar la charla en YouTube, pulse aquí: 


IV Domingo de Adviento


20 de diciembre de 2015
(Ciclo C - Año Par)






  • De ti saldrá el jefe de Israel (Miq 5, 1-4a)
  • Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Sal 79)
  • Aquí estoy para hacer tu voluntad (Heb 10, 5-10)
  • ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? (Lc 1, 39-45)
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Próxima catequesis parroquial


El próximo miércoles 16, a las 18:30 horas, tendrá lugar la primera catequesis parroquial en torno al Jubileo Extraordinario de la Misericordia cuyo título será "La liberación en la libertad: la indulgencia plenaria".

El misterio de la singularidad de cada hombre

Nacimiento de Magdalena, mi segunda hija. Siendo el hombre inmortal, cada nacimiento es un nuevo abismo. Abismo sobre Dios, sobre el Infinito, sobre lo Irreparable, sobre lo absoluto…

La personalidad, la individualidad humana escrita y firmada por Dios sobre cada rostro, y algunas veces impresa de un modo formidable sobre el de un gran hombre, es cosa del todo sagrada, cosa para la Resurrección, para la vida eterna, para la Unión beatífica. Cada fisonomía humana es una puerta muy particular del Paraíso, imposible de confundir con las otras y por la cual no entrará más que una sola alma… La personalidad, la individualidad, es la visión particular que cada hombre tiene de Dios.

En lo absoluto, todo hombre tiene su misión, al igual que toda planta tiene su virtud, bienhechora o maligna. No se sabe siempre cuál es esta misión y, de saberse, es en raras ocasiones. Sin embargo la misión es segura. Pero sucede que la mayoría de las veces aborta. Un grano germina sobre millones de granos confiados a la tierra. ¡Cuántos poetas, cuántos artistas, cuántos santos se pudrieron en vano en el estercolero de la política o de los negocios! ¡Y cuántas sorpresas cuando todo será revelado!

El hombre, mísero de él, cree saber quién es, porque sabe el nombre de su padre y el que ha recibido en el bautismo, aunque no sabe el de su alma y, en consecuencia, se ignora a sí mismo con una ignorancia infinita. Ése es el secreto de Dios y, hasta la muerte, nuestra identidad nos es desconocida e impenetrable (…) Cuando un alma es suficientemente profunda para comprender esta ignorancia, le queda felizmente el recurso de las lágrimas, y entonces tiene la visión crepuscular de la identidad de todos los hombres con el nuevo Adán, que es Nuestro Señor Jesucristo.

Se puede vivir sin pan, sin vino, sin techo, sin amor, sin felicidad; pero no se puede vivir sin Misterio. La naturaleza humana exige esa dependencia.

Sé paciente y dulce hacia ti mismo. Es infinitamente probable que Dios no hará nada de lo que tú sueñas. Lo hará mejor.

III Domingo de Adviento


13 de diciembre de 2015
(Ciclo C - Año Par)






  • El Señor se alegra con júbilo en ti (Sof 3, 14-18a)
  • Gritad jubilosos: "Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel" (Salmo: Is 12, 2-6)
  • El Señor está cerca (Flp 4, 4-7)
  • ¿Qué hemos de hacer? (Lc 3, 10-18)
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Consagración a la Inmaculada


Virgen Inmaculada, Santa Madre de Dios, Auxiliadora de los cristianos, Madre de los desamparados, me ofrezco y me entrego a Ti como hijo tuyo y te ruego que me tomes y me aceptes como tal, y que ejerzas, con mucho poder y con mucha fuerza, tu maternidad sobre mí, haciendo con mi espíritu, con mi psiquismo y con mi cuerpo, con mi ser y con mi tener, con mi vida y con mi muerte, con mi tiempo y con mi eternidad, cuanto a Ti te complazca, con tal de que yo sea completamente tuyo y un instrumento eficaz en tus manos al servicio de la Iglesia, para alabanza de gloria del Padre del cielo. Amén.

(Inspirada en San Maximiliano Kolbe)

Oración en formato pdf

II Domingo de Adviento


6 de diciembre de 2015
(Ciclo C - Año Par)






  • Dios mostrará tu esplendor (Bar 5, 1-9)
  • El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Sal 125)
  • Que lleguéis al día de Cristo limpios e irreprochables (Flp 1, 4-6. 8-11)
  • Todos verán la salvación de Dios (Lc 3, 1-6)
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A Jesús


Oh Jesús, en la riqueza de tu misericordia,
Tú llamaste a los publicanos y los pecadores, vuélvete ahora, de igual modo, hacia mí, que soy como ellos, 
y acepta ni alabanza como el incienso de la tarde:

Jesús, fuerza invencible,
Jesús, ternura infinita,
Jesús, belleza radiante,
Jesús amor inefable,
Jesús, Hijo de Dios vivo,
Jesús, ten piedad de mí que soy un pecador,
Jesús, sácame de mi ignorancia,
Jesús, disipa mis tinieblas con tu luz,
Jesús, purifícame de todas mis faltas,
Jesús, como al hijo pródigo, condúceme a la casa paterna,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

El ciego escuchó tus pasos, Señor,
y se puso a gritar: “Hijo de David, ten piedad de mí”.
Tú lo llamaste y le devolviste la vista.
De igual modo, en tu ternura, Señor,
ilumina los ojos de mi corazón. También yo, suplicando, te digo:

Jesús, Creador de los ángeles,
Jesús, Redentor de los hombres,
Jesús, Vencedor del infierno,
Jesús, que has revestido de belleza a todas tus criaturas,
Jesús, reconforta mi alma,
Jesús, ilumina mi inteligencia,
Jesús, colma mi corazón de alegría,
Jesús, da la salud a mi cuerpo,
Jesús, Salvador mío, sálvame,
Jesús, Luz del mundo, ilumíname,
Jesús, de todo tormento, líbrame,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

Cuando viste a la viuda con el corazón partido,
tuviste piedad, Señor,
y resucitaste a su hijo que ya iban a enterrar.
También yo te suplico,
a Ti, amigo de los hombres,
que devuelvas el vigor a mi alma.

Jesús, Dios desde siempre y para siempre,
Jesús, Maestro muy paciente,
Jesús, Salvador lleno de compasión,
Jesús, inmensa bondad, guárdame,
Jesús, purifícame de mi pecado,
Jesús, aparta tu mirada de mi culpa,
Jesús libra mi corazón de toda mentira, 
Jesús, en Ti espero, no me abandones,
Jesús, no me rechaces lejos de Ti,
Jesús, mi Creador, no me olvides,
Jesús, el único buen Pastor, cuida de mí,

JESÚS, HIJO DE DIOS, TEN MISERICORDIA DE MÍ QUE SOY UN POBRE PECADOR.

I Domingo de Adviento


29 de noviembre de 2015
(Ciclo C - Año Par)






  • Suscitaré a David un vástago legítimo (Jer 33, 14-16)
  • A ti, Señor, levanto mi alma (Sal 24)
  • Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva (1 Tes 3, 12-4, 2)
  • Se acerca vuestra liberación (Lc 21, 25-28. 34-36)
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Carnet de identidad

De sangre soy albanesa.
De ciudadanía, India.
En lo referente a la fe, soy una monja católica.
Por mi vocación, pertenezco al mundo.
En lo que se refiere a mi corazón,
pertenezco totalmente al Corazón de Jesús.

Madre Teresa de Calcuta

Jesucristo, Rey del Universo


22 de noviembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Su dominio es eterno y no pasa (Dan 7, 13-14)
  • El Señor reina, vestido de majestad (Sal 92)
  • El príncipe de los reyes de la tierra nos ha convertido en un reino y hecho sacerdotes de Dios (Ap 1, 5-8)
  • Tú lo dices: soy rey (Jn 18, 33b-37)
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Oración de una monja anciana

«Señor, tú sabes mejor que yo misma
que cada día envejezco
y que un día seré anciana.

Guárdame de la presunción
de tener que decir algo en toca ocasión
y sobre cualquier asunto.

Líbrame de la gran pasión
de querer ordenar los asuntos de los demás.

Enséñame a ser reflexiva, pero no cavilosa,
servicial, pero no autoritaria.

En mi inmenso acopio de sabiduría,
me duele no seguir dándola;
pero tú sabes, Señor,
que me gustaría conservar un par de amigos al final.

Guárdame de contar particularidades sin fin;
dame alas para ir al grano.

Enséñame a callar
acerca de mis enfermedades y dolencias;
éstas aumentan, y el gusto por describirlas
crece de día en día, de año en año.
No me atrevo a suplicar el don de escuchar con alegría
los dolores y padecimientos de los demás,
pero enséñame a soportarlos con paciencia.

Tampoco me atrevo a pedir una memoria mejor,
sino algo más de modestia y algo menos de certeza
cuando mi recuerdo parezca estaren contradicción con los de los demás.
Enséñame la gran lección
de que a veces puedo también equivocarme.

Mantenme tan afable como sea posible.
Sé que no soy en absoluto una santa
-¡con algunos santos es tan difícil vivir…!,
pero un viejo cascarrabias es sin dudala obra maestra del diablo.

Enséñame a descubrir en otras personas
talentos inesperados,
y concédeme, Señor, el hermoso don
de hacérselos ver también a ellas.
Amén».

Oración de una monja inglesa del siglo XVII

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XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario


15 de noviembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Por aquel tiempo se salvará tu pueblo (Dan 12, 1-3)
  • Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti (Sal 15)
  • Con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que van siendo consagrados (Heb 10, 11-14. 18)
  • Reunirá a los elegidos de los cuatro vientos (Mc 13, 24-32)
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Condenarse por amor

(Rose, una ingenua muchacha de 16 años, se ha enamorado locamente de un joven asesino de 20 años, Pinkie, y le ha prometido seguirle en todo y compartir su destino sea el que sea. Pinkie no la ama en absoluto, aunque no deja de conmoverse, a lo largo de la historia, por la inocencia y la entrega de ella. Ambos son católicos y Pinkie vive su situación como certeza de su condenación eterna. Ella acepta también condenarse, con tal de estar con él. El texto narra la conversación que Rose tiene con un sacerdote en el confesonario, después de que Pinkie, su amor, se haya suicidado para que no le atrape la policía. Ella está furiosa consigo misma por no haber muerto con él, y furiosa también con una mujer que la había advertido –acertadamente, por cierto- de que Pinkie no la amaba sino que la estaba utilizando)

Rose apenas distinguía la venerable cabeza inclinada en la reja. El cura respiraba con un silbido en la garganta mientras escuchaba con paciencia la confesión de la muchacha que exponía sus congojas. Detrás de ella, las impacientes mujeres hacían crujir las sillas esperando su turno.

- Es esto lo que me pesa, no haberme reunido con él.

Su voz sonaba desafiante y serena. El sacerdote la animó afectuosamente:

- Continúa, pequeña.

- Quisiera haberme matado. Debí haberme matado.

El cura empezó a decir algo, pero ella lo interrumpió:

- No, no le pido que me absuelva. No quiero absoluciones. Quiero ser como él…Condenarme.

El cura respiró con un nuevo silbido. Rose repitió, monótonamente:

- Quisiera haberme matado. Apoyaba las manos contra los senos, por la intensidad del sufrimiento. No había ido a confesarse, sino a reflexionar. No le era posible reflexionar en su casa, con el fuego por encender, su padre de mal humor y su madre maravillada aún por la gran cantidad de dinero que les había dado Pinkie. Hubiera querido tener el valor de suicidarse ahora, pero le horrorizaba la posibilidad de que en el oscuro país de la muerte no encontrara a su amado…La Gracia, tal vez, podía haber tocado el alma de uno u otro en el último instante. Con voz desmayada dijo:

- ¡Aquella mujer…! Ella sí que debería condenarse para siempre. Decir que él no me quería, que intentaba desembarazarse de mí. No sabe lo que es el amor.

- Quizá tuviera razón, insinuó el viejo cura.

Lunes. Dedicación de la Basílica de Letrán


9 de noviembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Vi que manaba agua del lado derecho del templo, y habrá vida dondequiera que llegue la corriente (Ez 47, 1-2. 8-9. 12)
  • El correr de las acequias alegra la ciudad de Dios, el Altísimo consagra su morada (Sal 45)
  • Hablaba del templo de su cuerpo  (Jn 2, 13-22)
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Jesús, mi único y verdadero amigo

Jesús,
tú eres el único y el verdadero amigo.
Tú te interesas por todos mis males,
te cargas con ellos
y conoces el secreto para convertirlos en bien;
tú me escuchas cuando yo te cuento mis aflicciones
y sabes consolarme en ellas.

Te encuentro siempre y en todo lugar,
porque nunca te alejas de mí;
y si tengo que cambiar mi lugar de residencia,
no dejo nunca de encontrarte dondequiera que vaya.

Tú no te cansas nunca de escucharme
y de hacerme el bien.
Y yo estoy seguro de ser amado
siempre que yo te amo.

No necesitas para nada mis bienes
y no te empobreces nada
al darme los tuyos.
Y aunque yo sea muy miserable,
y encuentres personas más nobles,
más puras y más santas que yo,
no por eso dejas de ser mi amigo.
Y la muerte,
que me separará de todos mis amigos,
me reunirá contigo.

Ninguna desgracia propia de la edad o de la vida
te alejará de mí, sino que más bien, al contrario,
cuando todo me sea adverso,
Tú estarás más cerca de mí que nunca,
y yo gozaré plenamente de tu compañía.

Tú soportas mis defectos
con una paciencia admirable;
y ninguna de mis infidelidades y mis ingratitudes
te hieren tanto
que no estés siempre dispuesto a volver a mí,
si yo te lo pido.

San Claudio La Colombière

XXXII Domingo del Tiempo Ordinario


8 de noviembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • La viuda hizo un panecillo y lo llevó a Elías (1 Re 17, 10-16)
  • Alaba, alma mía, al Señor (Sal 145)
  • Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos (Heb 9, 24-28)
  • Esa pobre viuda ha echado más que nadie (Mc 12, 38-44)
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Jesús, presente en los enfermos

Oh Señor, haz que hoy y cada día sepa verte en la persona de tus enfermos y que, ofreciéndoles mis cuidados, te sirva a ti.

Haz que, aun oculto bajo el disfraz poco atrayente de la ira, la arrogancia o la demencia, sepa reconocerte y decir: "Oh Jesús, mi paciente, cuán dulce es servirte".

Dame, oh Señor, esta visión de fe, y mi trabajo nunca me resultará monótono. Experimentaré siempre alegría acunando las pequeñas veleidades y los deseos de todos los pobres que sufren.

Oh queridos enfermos, me resultáis aún más queridos porque representáis a Cristo. ¡Qué gran privilegio poder serviros!

Señor, hazme sensible a la dignidad de mi elevada vocación y a la gran responsabilidad que comporta. No permitas que nunca me muestre indigna de ella pecando de dureza de corazón, falta de amabilidad o impaciencia. Y luego, oh Dios, puesto que tú eres Jesucristo, mi paciente, dígnate ser también conmigo un Jesús paciente. Sé indulgente con mis faltas, mira solo mi voluntad de amarte y servirte en la persona de cada uno de tus enfermos. Señor, incrementa mi fe, bendice mis esfuerzos y mi trabajo, ahora y por siempre. Amén.

Madre Teresa de Calcuta

Todos los Santos


1 de noviembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Apareció en la visión una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua (Ap 7, 2-4. 9-14)
  • Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor (Sal 23)
  • Veremos a Dios tal cual es (1 Jn 3, 1-3)
  • Estad alegres y contentos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo (Mt 5, 1-12a)
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"En todas las cosas haced Eucaristía"

Catequesis parroquial nº 129
(Meditación para el Tiempo Ordinario)

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 21 de octubre de 2015

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Despedida desde el gueto

(Reproducimos algunos fragmentos de la larga carta que una madre judía, oftalmóloga de profesión, escribe a su único hijo, que es un prestigioso físico, investigador de las partículas subatómicas, desde el gueto donde ha sido encerrada junto con otros muchos judíos. Ella es perfectamente consciente de que todos ellos van a ser exterminados y de que ésta es su última conversación con su único hijo, aprovechando la mediación de un amigo que está fuera del gueto y que le hará llegar la carta. En ella le habla de cómo es la vida en el gueto, de ese misterio llamado esperanza, de sus reflexiones sobre todo lo que está ocurriendo y de su amor de madre)

Visito a los enfermos en sus casas. Decenas de personas, ancianos prácticamente ciegos, niños de pecho, mujeres embarazadas, todos viven apretujados en un cuartucho diminuto. Estoy acostumbrada a buscar en los ojos de la gente los síntomas de las enfermedades, los glaucomas, las cataratas. Pero ahora ya no puedo mirar así en los ojos de la gente, en sus ojos sólo veo el reflejo del alma. ¡Un alma buena, Vítenka! Un alma buena y triste, mordaz y sentenciada, vencida por la violencia pero, al mismo tiempo, triunfante sobre la violencia. ¡Un alma fuerte, Vitia! Si pudieras ver con qué consideración me preguntan sobre ti las personas ancianas. Con qué afecto me consuelan personas ante las que no me he lamentado de nada, personas cuya situación es peor que la mía.

A veces me parece que no soy yo la que está visitando a un enfermo, sino al contrario, que las personas son amables doctores que curan mi alma. Y de qué manera tan conmovedora me ofrecen por mis cuidados un trozo de pan, una cebolla, un puñado de judías.

Créeme, Vítenka, no son los honorarios por una consulta. Se me saltan las lágrimas cuando un viejo obrero me estrecha la mano, mete en una pequeña bolsa dos o tres patatas y me dice: “Vamos, doctora, vamos, se lo ruego”. Hay en esto algo puro, paternal, bueno; pero no puedo transmitírtelo con palabras.

¿Qué puedo decirte de los seres humanos, Vitia? Me sorprenden tanto por sus buenas cualidades como por las malas. Son extraordinariamente diferentes, aunque todos conocen un idéntico destino. Imagínate a un grupo de gente bajo un temporal: la mayoría se afanará por guarecerse de la lluvia, pero eso no significa que todos sean iguales. Incluso en esa tesitura cada cual se protege de la lluvia a su manera…

A propósito de la ancianidad

«Después del mediodía,
la luz se torna preciosa.
Empieza en las sombras el nacimiento de las estrellas.
La gran quietud.
Estás solo.
No abandonado».

Gotthard de Beauclair

XXX Domingo del Tiempo Ordinario


25 de octubre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Guiaré entre consuelos a los ciegos y cojos (Jer 31, 7-9)
  • El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres (Sal 125)
  • Tú eres sacerdote eterno, según el rito de Melquisedec (Heb 5, 1-6)
  • Maestro, haz que pueda ver (Mc 10, 46-52)
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San Ignacio de Antioquía

San Ignacio de Antioquía
(35-107)

Nació el año 35 de nuestra era en Antioquía, la ciudad de Siria proconsular donde los discípulos de Cristo fueron llamados por primera vez “cristianos”. Fue contemporáneo de los apóstoles y, según cuenta san Juan Crisóstomo, trató personalmente con san Pedro y san Pablo. Hacia el año 70 fue constituido obispo de Antioquia, el tercer obispo después de san pedro y san Evodio. El año 107 fue delatado como cristiano al gobernador de Siria y, junto con otros dos clérigos suyos, Zoísmo y Rufo, fue condenado a morir en el circo. Al parecer cuando se le comunicó la noticia dio gracias a Dios, tal como hicieron también santa Felicidad y san Ciptriano.

El viaje desde Antioquia hasta Roma lo hizo cargado de cadenas y vigilado por un pelotón de diez soldados que le hicieron sufrir mucho con sus malos y groseros tratos y que “se hacían peores cuanto más les favorecía”. También tuvo sus consuelos, ya que en Esmirna, donde se detuvieron bastante tiempo, fue acogido por san Policarpo, obispo d ela ciudad, quien salió a su encuentro con todos los cristianos, quienes besaban sus cadenas. Además las iglesias de Éfeso, Magnesia y Tralles enviaron a Esmirna delegados suyos para venerarlo. Ignacio aprovechó su estancia en Esmirna para escribir tres de sus cartas (precisamente a estas tres iglesias).

También desde allí escribió a los cristianos de Roma pidiéndoles que no buscaran recomendaciones o influencias para librarlo de la muerte: “Yo os lo suplico: no busquéis para conmigo una benevolencia importuna. Permitidme ser pasto de las fieras, pro las que me es dado alcanzar a Dios. Trigo soy de Dios, y por los dientes de las fieras he de ser molido a fin de ser presentado como limpio pan de Cristo” (…) “Mi amor está crucificado y no queda ya en mí fuego que busque alimentarme de materia, sí, en cambio, un agua viva que murmura dentro de mí y desde lo íntimo está diciendo: ‘ven al Padre’” (…) “No siento placer por la comida corruptible ni me atraen los deleites de eta vida. Lo que deseo es el pan de Dios, que es la carne de Jesucristo, del linaje de David, y la bebida de su sangre, que es la caridad incorruptible”. 

XXIX Domingo del Tiempo Ordinario


18 de octubre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Cuando entregue su vida como expiación, verá su descendencia, prolongará sus años (Is 53, 10-11)
  • Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti (Sal 32)
  • Acerquémonos con seguridad a trono de la gracia (Heb 4, 14-16)
  • El hijo del hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos (Mc 10, 35-45)
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La oración del fuego, al Corazón de Jesús

¡Oh fuego divino,
oh llamas completamente puras
del Corazón de mi único amor, Jesús,
quemadme sin piedad,
consumidme sin resistencia!

¡Oh amor del cielo y de la tierra, venid,
venid por completo a mi corazón
para reducirme a cenizas!

¡Oh fuego devorador de la Divinidad, venid,
venid sobre mí para fundirme!
Haced que yo arda y me consuma
en medio de vuestras llamas más vivas
que hacen vivir a todos los que en ellas mueren.

¡Que así sea!


Santa Margarita María Alacoque

Santa Margarita María Alacoque

Santa Margarita María Alacoque
(1647-1690)

Margarita nació en Vérosvres, a una treintena de kilómetros de Paray-le-Monial, el 22 de julio de 1647, día de la fiesta de Santa Magdalena. A la edad de cinco años, durante una estancia en casa de su madrina, que tenía una hija religiosa en Paray-le-Monial, hizo la primera ofrenda de su vida a Dios: “Oh Dios mío, yo os consagro mi pureza y hago coto de castidad perpetua”. Esta primera ofrenda marca el inicio de su formidable historia de amor hacia el Señor.

A los ocho años de edad murió su padre y su educación fue confiada a las clarisas de Charolles, donde hizo su primera comunión al año siguiente. Comenzó entonces una extraordinaria vida eucarística: Margarita pasaba largos ratos de oración delante del sagrario. Dos años más tarde se apoderó de ella una misteriosa enfermedad que la obligó a abandonar el convento de las clarisas. De esta enfermedad fue curada milagrosamente después de consagrarse a la Santísima Virgen María. En agradecimiento a Ella, cuando recibió la confirmación, añadió a su propio nombre el de María. A partir de entonces se la conocerá como Margarita María.

La juventud de Margarita María estuvo muy marcada por las pruebas. Tras la muerte de su padre, se sucedieron tres mujeres en el gobierno de su casa, que llegaron incluso a despojar a la madre de toda autoridad. La madre estaba a menudo enferma y tan solo Margarita María se ocupaba de ella. Cuando se sentía agobiada se arrojaba a los pies de Jesús en el sacramento de la eucaristía. El Señor la instruyó en la oración y sembró en ella el deseo de la vida religiosa. Pero el deber filial hacia su madre le impedía entrar en un convento. Mientras tanto, además de cuidar de su madre, ayudaba a los pobres y reunía a los niños en su casa para enseñarles el catecismo. 

La presencia de Dios

«Esta sola cosa es para mí tan clara y perceptible como extraña: el mundo está lleno de Dios. Él sale a nuestro encuentro manando, por decirlo así, de todos los poros de las cosas. Pero con frecuencia estamos ciegos. Quedamos enganchados en las horas buenas y en las malas y no las vivimos totalmente hasta el hontanar en que brotan de Dios. Esto se puede decir de todo lo hermoso y también de lo deplorable. En todo quiere Dios celebrar un encuentro, y pide y desea la respuesta de la adoración y la entrega».

Palabras escritas, con las manos atadas, por el jesuita Alfred Delp, 
el 17 de noviembre de 1944, en la prisión de Berlín-Tegel

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario


11 de octubre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • En comparación de la sabiduría, tuve en nada la riqueza (Sab 7, 7-11)
  • Sácianos de tu misericordia, Señor. Y toda nuestra vida será alegría (Sal 89)
  • La Palabra de Dios juzga los deseos e intenciones del corazón (Heb 4, 12-13)
  • Vende lo que tienes y sígueme (Mc 10, 17-30)
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Los santos ángeles custodios


EL UNIVERSO ANGÉLICO: UN UNIVERSO JERARQUIZADO

Lo propio específico del universo espiritual consiste en que es una creación puramente cualitativa, mientras que en nuestro universo material la creación es fundamentalmente cuantitativa y secundariamente cualitativa. En la visión que tiene la Escritura y la Tradición, el orden cualitativo de nuestro universo -siempre difícil de separar de la cantidad- está vinculado a un registro superior de la creación, el mundo de los ángeles, en el cual lo cualitativo domina plenamente. Además, este mundo de los ángeles no es un mundo, sino unos mundos. Por eso la noción de ángel implica la de jerarquía: cada criatura espiritual aparece como un universo de cualidades que resume en un único ejemplar unas perfecciones que, en nuestro mundo material, están repartidas entre una multitud de criaturas individuales. Nuestro mundo, en efecto, es el mundo de lo cuantitativo, mientras que el mundo angélico, al contrario, es un mundo en el que la cualidad formal subsiste como tal. Pues el ángel es único en su género; resume en sí mismo y él solo una participación en la perfección divina.

Es necesario hablar de los Querubines cuyo nombre evoca la idea de ala y por lo tanto de movimiento y de omnipresencia: por los Querubines Dios cubre toda la extensión del espacio. Los Querubines -sobre los que “Dios se sienta” (Ex 25,18)- no aparecen como una sede inerte sino como unas ruedas aladas porque Dios no se sienta de una manera estática sino que su transcendencia es como un torbellino de movimiento (Ez 1,10; 10, 1ss). El cielo no es una inmutabilidad estática e impersonal (como fácilmente se imagina el hombre) sino que es “el lugar de las iniciativas de amor” (J. Maritain), un lugar de movimiento, de danza, de canto, no un dormitorio. 

Los Querubines están cerca de la gloria de Dios y la guardan; con sus alas se cubren el rostro y velan la presencia de la gloria divina, pues no se puede ver a Dios sin morir. Parece que los Querubines son los “ángeles de la Faz”, los que están con Dios en una relación de gran inmediatez y que conocen por lo tanto su gloria con mayor pureza. Velan su rostro con las alas porque son esencialmente seres de adoración.

Los Serafines son los “ardientes” (cf. Is 6,1-7), los que llevan el fuego del amor y de la purificación hacia los hombres. Aunque son ellos quienes cantan el triple Sanctus están, sin embargo, menos inmediatamente vueltos hacia la gloria de Dios que los Querubines y su misión estaría más directamente relacionado con la comunicación con el hombre: los labios de Isaías son purificados por un serafín. 

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario


4 de octubre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Y serán los dos una sola carne (Gén 2, 18-24)
  • Que el Señor nos bendiga todos los días de nuestra vida (Sal 127)
  • El santificador y los santificados proceden todos del mismo (Heb 2, 9-11)
  • Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre (Mc 10, 2-16)
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Acto de ofrenda al Amor Misericordioso de Dios

¡Oh Dios mío, Trinidad santa! Ya que me has amado hasta darme a tu Hijo único para que fuese mi Salvador y mi Esposo, te suplico que no me mires sino a través de la faz de Jesús y de su Corazón abrasado de amor.

En la tarde de esta vida, compareceré delante de Ti con las manos vacías, pues no te pido, Señor, que lleves cuenta de mis obras. Todas nuestras justicias tienen manchas a tus ojos. Por eso, yo quiero revestirme de tu propia Justicia y recibir de tu Amor la posesión eterna de Ti mismo. No quiero otro trono ni otra corona que Tú mismo, Amado mío.

A fin de vivir en un acto de perfecto amor, yo me ofrezco como víctima de holocausto a tu Amor misericordioso, y te suplico que me consumas sin cesar, haciendo que se desborden sobre mi alma las olas de ternura infinita que se encierran en Ti, y que de esa manera llegue yo a ser mártir de tu amor, Dios mío.

Que este martirio, después de haberme preparado para comparecer delante de Ti, me haga por fin morir, y que mi alma se alce sin demora al eterno abrazo de tu Amor misericordioso.

Quiero, Amado mío, renovarte esta ofrenda con cada latido de mi corazón y un número infinito de veces, hasta que las sombras se desvanezcan y pueda yo decirte mi amor en un cara a cara eterno. Amén.

Santa Teresita del Niño Jesús

Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz

  
Santa Teresita del Niño Jesús y de la Santa Faz
(1873-1897)

Santa Teresita fue la quinta de cinco hermanas, de una familia acomodada. Su infancia feliz se vio truncada por una terrible herida: la muerte de su madre, cuando ella tenía cuatro años y medio. Desde entonces pesará sobre ella una continua sombra de tristeza y se convertirá en una niña tímida, introvertida, excesivamente sensible y de fácil llanto, lo que le impide hacer amigas en el colegio y la hace muy infeliz. a los nueve años recibió su segunda gran herida: Paulina, la hermana que ella había elegido como su “segunda mamá”, entra en el Carmelo. Esta separación le costará mucho pero le servirá para conocer lo que es el Carmelo: un lugar solitario a donde se retira quien quiere buscar a Dios con todo el corazón. Entonces ella comprendió, sin ningún género de duda, que ése era su lugar.

A los diez años, la tarde de Pascua de 1883, le ataca una extraña enfermedad durante la cual padece inexplicables crisis de terror y parece convertirse en una idiota, lamentándose sin cesar. Un día mientras se quejaba llamando continuamente a su “mamá”, ve que la estatuilla de la Virgen que tiene en su habitación, se anima y le sonríe. Sanó improvisadamente, como si se despertase de una larga pesadilla. Siguió una época marcada por los escrúpulos y la hipersensibilidad, hasta que sucedió su “pequeño milagro” en la noche de Navidad de 1886, que consistió precisamente en recibir la capacidad de vencerse a sí misma, de actuar por encima de sus estados de ánimo. “Desde aquella noche bendita nunca más fui vencida en ningún combate, sino que marché, por el contrario, de victoria en victoria”, iniciando lo que ella llama “el período más bello de mi vida”.

Teresa consiguió, tras pedírselo al propio papa, el permiso para entrar con quince años al Carmelo. Entra en él “para salvar las almas y, sobre todo, para rezar por los sacerdotes”. En el carmelo de Lisieux reina un ambiente moralista, de un  ascetismo exagerado, con tintes de jansenismo, con una visión de Dios como Juez al que hay que aplacar. Además el tono intelectual es bastante pobre, por lo que ella y sus hermanas, de cultura superior, fácilmente podían ser consideradas como un grupito de “intelectuales” que había que marginar. Todo ello constituirá el crisol en el que el Señor purificará a Teresa.

Oración a San Rafael


“Oh Rafael, condúcenos hacia aquellos que estamos esperando, hacia aquellos que nos esperan a nosotros: Rafael, ángel del feliz encuentro, condúcenos de la mano hacia aquellos que estamos esperando. Que nuestros pasos sean guiados por tu luz y transfigurados por tu alegría. Ángel, guía de Tobías, coloca la súplica que ahora te dirigimos a los pies de Aquel cuya Faz desvelada tienes el privilegio de contemplar. Solitarios y cansados, abrumados por las separaciones y los pesares de la vida, sentimos la necesidad de invocarte y de implorar la protección de tus alas, para no ser tan extraños en la región del gozo, totalmente ignorantes de las preocupaciones de tu país. Tú que eres fuerte, acuérdate de los débiles, tú, cuya morada está más allá de la región del trueno, en una tierra siempre pacífica, siempre serena y que brilla con la resplandeciente gloria de Dios”.

Flannery O’Connor


XXVI Domingo del Tiempo Ordinario


27 de septiembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • ¿Estás celoso de mi? ¡Ojalá todo el pueblo fuera profeta! (Núm 11, 25-29)
  • Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón (Sal 18)
  • Vuestra riqueza está corrompida (Sant 5, 1-6))
  • El que no está contra nosotros está a favor nuestro. Si tu mano te hace caer, córtatela (Mc 9, 38-43. 45. 47-48)
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Evitando hablar demasiado

Evitando hablar demasiado, evitarás la superficialidad, la maledicencia, la ligereza y, en consecuencia, el pecado.

Quien vigila su lengua guarda su vida, mientras que quien habla demasiado se pierde. Pues la abundancia de palabras siempre comporta alguna falta. Pide a Dios que ponga una guardia a tu boca y que vigile la puerta de tus labios. Frente a la malicia de los murmullos, los chismes y las burlas, opón sin cesar tu oración. 

Sigue tu camino sin dejar que tu lengua se pierda y coloca una mordaza a tu boca cuando el impío hable ante ti. 

Frente a los juicios y las envidias, los afectos desordenados, las nostalgias o los recuerdos que estorban o invaden tu alma, humilla tu corazón delante del Señor mediante el silencio, y Él te levantará.

Del Libro de Vida, de las Fraternidades monásticas de Jerusalén

XXV Domingo del Tiempo Ordinario


20 de septiembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Lo condenaremos a muerte ignominiosa (Sab 2, 12. 17-20)
  • El Señor sostiene mi vida (Sal 53)
  • Los que procuran la paz están sembrando paz, y su fruto es la justicia (Sant 3, 16-4, 3))
  • El Hijo del hombre va a ser entregado. Quien quiera ser el primero, que sea el servidor de todos (Mc 9, 30-37)
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Para una tipología de la experiencia mística

El tema de la mística rebasa con mucho el universo de la religión, por lo menos de las religiones históricamente establecidas, y nos remite a una experiencia buscada y realizada no sólo en su seno, sino tam­bién en campos que le son extraños, cuando no, incluso, hostiles. Baste recordar al respecto las experiencias místicas obtenidas con la ingestión de drogas por personalidades tan relevantes como R. Daumal y A. Huxley, así como el experimento del Viernes Santo realizado por T. Leary y R. Alpert en la universidad de Harvard en 1963, por no citar el uso ritual de la mescalina y de la psilocibina por los indios del suroeste americano y de México, investigado por antropólogos como G. Wasson, J. S. Slotkin y C. Castaneda, o la innegable aspiración mís­tica que guió al movimiento hippie (“Paradise now”). El universo de la filosofía no es tampoco ajeno a la experiencia mística que podemos encontrar en pensadores como Plotino, de quien sabemos que no prac­ticaba ninguna religión concreta, o incluso en un pensador tan decla­radamente ateo como Nietzsche. También el mundo del arte suele ser bastante propicio a experiencias que no pueden dejar de calificarse como “místicas” aunque se produzcan en el vacío de una referencia a Dios. Incluso algunos desarrollos del pensamiento ecológico conducen a una postura mística en la que el hombre se funde con el universo en una transparencia casi total con él. 

Es tarea de la filosofía de la religión y de la antropología el intentar una comprensión unitaria y diferenciada a la vez de este conjunto de fenómenos todos ellos referidos a la común categoría de “mística”. El presente trabajo se sitúa en esta perspectiva e intenta establecer una comprensión y una comparación entre experiencias místicas tipológi­camente diferenciadas. (continúa)

XXIV Domingo del Tiempo Ordinario


13 de septiembre de 2015
(Ciclo B - Año Impar)






  • Ofrecí la espalda a los que me apaleaban (Is 50, 5-9a)
  • Caminaré en presencia del Señor en el país de la vida (Sal 114)
  • La fe, si no tiene obras, está muerta (Sant 2, 14-18))
  • Tú eres el Mesías... El Hijo del hombre tiene que padecer mucho (Mc 8, 27-35)
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María, al pie de la cruz












María,
estando hoy contigo al pie de la cruz,
he sentido con más claridad que nunca
que fue bajo la cruz
donde tú te convertiste en Madre nuestra.

Con la ternura con que toda madre de la tierra
procura cumplir la última voluntad de su hijo,
tú, que eras la esclava del Señor,
y que llevabas inscrito en tu ser y en tu vida,
de modo irrevocable,
el ser y la vida del Dios hecho hombre,
recibiste a tus hijos en tu corazón,
al precio de tus amargos dolores
y de la sangre de tu corazón.

De este modo acogiste a cada alma para la vida nueva.
Tú conoces las heridas y los sufrimientos
de cada uno de nosotros;
tú conoces también el esplendor del Cielo,
que el amor de tu Hijo
quiere derramar sobre cada uno de nosotros.


Guía, pues, con cuidado, todos nuestros pasos,
tú para quien ningún precio es demasiado elevado,
con tal de conducirnos al Cielo.



Santa Teresa Benedicta de la Cruz

El pudor

“El pudor es el sentimiento que tiene la persona de no agotarse en sus expresiones y de estar amenazada en su ser por quien tome su existencia manifiesta por su existencia total. El pudor físico no significa que el cuerpo es impuro, sino que yo soy infinitamente más que este cuerpo mirado o tomado. El pudor de los sentimientos significa que cada uno de ellos me limita y me traiciona. Uno y otro expresan que no soy juguete de la naturaleza, ni del otro. No estoy avergonzado de ser esta desnudez o este personaje, sino de que parezca que no soy más que esto”, escribe Emmanuel Mounier.

Hay un pudor del cuerpo y un pudor del alma, del espíritu, de los sentimientos, de la propia interioridad. Pero tanto en uno como en otro se expresa la misma realidad: que el hombre es un misterio que no se agota en ninguna de sus manifestaciones, ni en su manifestación física -la desnudez del cuerpo-, ni en sus manifestaciones espirituales -las que se ofrecen en el diálogo íntimo y confiado.

El pudor es, pues, una manifestación eminentemente personal, humana, porque nace de la toma de conciencia de mi ser personal, del misterio que me constituye y que puede ser vulnerado en cualquier momento por quien identifique mi ser total con el conjunto de sus manifestaciones.

El pudor no es sólo una actitud que debe regular mi manera de presentarme ante los demás, sino también mi manera de abordar al prójimo. Pretender una transparencia inmediata y total por parte del otro es ignorar el hecho de que la vida humana está ligada, por su propia naturaleza, a un cierto secreto. “Las gentes totalmente volcadas al exterior, totalmente expuestas, no tienen secreto, ni densidad, ni fondo. Se leen como un libro abierto y se agotan pronto. La reserva en la expresión, la discreción, es el homenaje que la persona rinde a su infinitud interior. Jamás puede comunicar íntegramente por la comunicación directa, y prefiere a veces medios indirectos: ironía, humor, paradoja, mito, símbolo, ficción, etc.”, sigue diciendo Mounier.


San Agustín

San Agustín
(354-430)

San Agustín nació el 13 de noviembre de 354 en Tagaste. Su padre se llamaba Patricio y su madre Mónica. No fue bautizado, porque en su tiempo el bautismo se recibía en la edad adulta: simplemente, al nacer, trazaron sobre su frente la señal de la cruz y recibió la sal de los catecúmenos. Al llegar al uso de razón, aprendió a leer, escribir y contar en una escuela de Tagaste. A los dieciséis años se trasladó a Cartago para aprender el arte de la retórica. a los dieciocho años se enamoró perdidamente de una joven y se fue a vivir con ella, sin casarse, práctica socialmente admitida en aquel entonces, como hoy en día. De esa unión nació, sin desearlo, un hijo, a quien llamaron Adeodatus, que morirá a los dieciocho años de edad, causando un gran dolor a Agustín, que fue siempre muy sensible.

En Cartago descubrió la filosofía, que despertará en él la pasión por la verdad. Pero adherirá muy pronto al maniqueísmo, religión de tipo dualista. Más tarde volverá a Tagaste como profesor de retórica, con su compañera y su hijo. Su madre, santa Mónica, le dio con la puerta en las narices por haberse hecho maniqueo, aunque no dejó de orar por él. Como profesor de retórica vuelve más tarde a Cartago y finalmente va a Roma, donde se acerca al escepticismo filosófico. Al quedar vacante una cátedra pública de retórica en Milán, decide ir a por ella y parte hacia Milán. Tiene entonces treinta años.

Milán era entonces, junto con Tréveris, la capital del imperio romano de Occidente. Su obispo era san Ambrosio, personalidad excepcional y muy culta, que aparece a los ojos de Agustín como una especie de gran figura paterna. Agustín escuchaba todas las semanas sus sermones por amor al buen decir de Ambrosio, no porque le interesase el contenido de lo dicho (¡era un retórico!). Pero poco a poco ese contenido va calando en él y decide separarse definitivamente de los maniqueos, aunque sigue siendo un escéptico. Entonces su madre, Mónica, se reunió con él en Milán. Y aunque Agustín sintió la presencia de su madre como una especie de “persecución”, lo cierto es que a través de ella y de la figura de Ambrosio, recibió el sostén afectivo que necesitaba en la crisis vital en la que se encontraba: pues desesperaba de encontrar la verdad a la que, sin embargo, aspiraba con gran vehemencia. Entonces descubrió la filosofía neoplatónica, que le entusiasmó, lo arrancó del escepticismo y lo acercó al cristianismo.

Oración para envejecer y morir

   «Dios mío, me resultaba muy dulce, en medio del esfuerzo, experimentar que, desarrollándome a mí mismo, aumentaba la presencia vuestra en mí; me resultaba también muy dulce, bajo el empuje interior de la vida, o entre el juego favorable de los acontecimientos, abandonarme a vuestra Providencia. Haced que después de haber descubierto la alegría de utilizar todo crecimiento para permitiros crecer en mí, yo acceda ahora sin turbación a esta última fase de la comunión, en el curso de la cual yo os poseeré disminuyendo en Vos.

    Cuando sobre mi cuerpo (y más todavía sobre mi espíritu), comenzará a notarse el desgaste de la edad; cuando caerá sobre mí desde fuera, o nacerá en mí desde dentro, el mal que me disminuye o me vence; en el minuto doloroso en el que tomaré de golpe conciencia de que estoy enfermo o de que me estoy haciendo viejo; en ese momento último, sobre todo, en el que yo sentiré que me escapo a mí mismo, completamente pasivo ante las manos de las grandes fuerzas desconocidas que me han formado; en todas esas horas oscuras, dadme, Dios mío, la gracia de comprender que sois Vos quien separáis dolorosamente las fibras de mi ser para penetrar hasta la médula de mi substancia, para llevarme con Vos»

Pierre Teilhard de Chardin