Auschwitz

A medida que nos adentramos en la historia de los nazis y de aquellos a quienes persiguieron, aprendemos, asimismo, no pocas cosas de la condición humana. Y casi todo lo que nos encontramos es negativo. Comprobamos que, en este caso, el sufrimiento casi nunca es redentor. Pese a que, en muy raras ocasiones, topamos con personas extraordinarias que actuaron con evidente bondad, ésta es, en su mayor parte, una historia de degradación. Se hace difícil no coincidir con la opinión de Else Baker, enviada a Auschwitz a los ocho años de edad, para quien “el grado de depravación humana” alcanzado en el recinto fue “insondable”. Con todo, si existe un rayo de esperanza, está en el poder de la familia como fuerza sustentadora. Con frecuencia se dan en esta historia actos heroicos, por parte de quienes eran confinados en los campos de concentración, por el bien de un progenitor, un hermano, un hijo.

Con todo, lo que Auschwitz y la “solución final” demuestran por encima de todo es, quizás, el influjo fundamental que puede ejercer una situación sobre el comportamiento humano. Esta teoría ha sido confirmada por uno de los supervivientes más fuertes y animosos de los campos de la muerte: Toivi Blatt, quien, obligado por los nazis a trabajar en Sobibór, arriesgó la vida con intención de fugarse. “La gente -recuerda- me preguntaba: ‘¿Qué has aprendido?’, y lo cierto es que yo sólo estoy seguro de una cosa: nadie se conoce a sí mismo. La misma persona educada a la que encontramos en la vía pública y que, al preguntarle dónde está la calle Tal, recorre media manzana para mostrárnoslo con ademán atento y afable, puede convertirse, en circunstancias diferentes, en el peor de los sádicos. Nadie puede decir que se conozca a sí mismo. Todos podemos ser buenos o malos en distintas situaciones. A veces, cuando alguien se conduce conmigo de un modo amable, me sorprendo pensando: ‘¿Cómo sería en Sobibór?’”

La persona, el pudor, la castidad

La originalidad propia del ser del hombre se designa afirmando que el hombre es un sujeto, un “yo”. Pero para indicar el verdadero significado del yo, más allá de la dimensión biológica (sujeto biológico), de las funciones sociales (yo social), de la personalidad (yo psicológico) y del aspecto epistemológico (sujeto de conocimiento), afirmamos que el hombre es una persona.

Con este término se quiere subrayar, ante todo, la unicidad de cada ser humano, el hecho de que el hombre es, a diferencia del animal, mucho más que un individuo de una determinada especie (la humana). Al afirmar que todo hombre es persona se subraya que, más allá de todos los caracteres que lo especifican como individuo distinto de los demás, todo hombre es un ser singular, inconfundible e insustituible, único. Pues lo que le confiere su unicidad no es ninguna característica peculiar, propia de cada uno, sino el hecho de que todo hombre es un misterio, es decir, una realidad que nunca puedo objetivar del todo, poniéndola frente a mí, como un “objeto”.

Deseo de Dios

(Oración de Adviento)

Ven, luz verdadera.
Ven, vida eterna.
Ven, misterio escondido.
Ven, tesoro sin nombre.
Ven, realidad inefable.
Ven, felicidad sin fin.
Ven, luz sin ocaso.
Ven, resurrección de los muertos.
Ven, oh Poderoso que todo lo haces y rehaces y transformas por tu solo querer.
Ven, Tú que, habitando más allá de todos los cielos, lo llenas todo.
Ven, Tú, que permaneciendo siempre inmóvil, vienes en cada instante a nosotros, que yacemos en los infiernos.
Ven, alegría eterna.
Ven, Tú, el Solo, a mí que estoy solo.
Ven, Tú, que me has separado de todo y me has hecho un solitario en este mundo.
Ven, Tú, que te has hecho en mí deseo y me has hecho desearte, a Tí, el absolutamente inaccesible.
Ven, mi aliento y mi vida.
Ven, consolador de mi pobre alma.
Ven, mi alegría, mi gloria,
Ven, Espíritu Santo.


I Domingo de Adviento

30 de noviembre de 2014
Ciclo B - Año Impar

  • ¡Ojalá rasgases el cielo y bajases! (Is 63, 16b-17. 19b; 64, 2b-7)
  • Oh Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve (Salmo 79)
  • Aguardamos la manifestación de nuestro Señor Jesucristo (1 Cor 1, 3-9)
  • Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa (Mc 13, 33-37)
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"¡Ven Señor Jesús!" (Meditación de Adviento)

Catequesis parroquial nº 125

Autor: D. Fernando Colomer Ferrándiz
Fecha: 29 de octubre de 2014

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