Trátame con bondad, Señor

Señor muy compasivo,
Manantial de misericordia,
Dador de bienes,
Hijo del Altísimo,
Señor Jesucristo,

ten misericordia de mí,
sálvame,
trátame con bondad,
mírame en mi peligro,
considera mi corazón quebrantado;

abájate hacia mi miseria,
contempla mi desconcierto en mi angustia irremediable,
socórreme frente a mis debilidades que me conducen a la perdición.

Para que sea glorificado tu Nombre, oh Jesús,
siendo proclamado en todo
con el Padre y tu Espíritu Santo,
en lo alto del cielo,
y abajo en la tierra,
por todos sus habitantes
por los siglos de los siglos.

Amén.

San Gregorio de Narek
(944-1010)

IV Domingo de Pascua

15 de agosto  

21 de abril de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • No hay salvación en ningún otro (Hch 4, 8-12)
  • La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular (Sal 117)
  • Veremos a Dios tal cual es (1 Jn 3, 1-2)
  • El buen pastor da su vida por las ovejas (Jn 10, 11-18)
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La Buena Noticia que nos da la liturgia de este domingo es que hay salvación para el hombre. “Salvación” no significa una especie de “jubilación aceptable”, es decir, una buena renta, una buena salud, no tener enemigos y estar con los que quiero. “Salvación” significa mucho más, significa un nuevo nivel de la existencia, un nuevo nivel del ser, que san Pedro expresa hablando de que estamos llamados a ser “partícipes de la naturaleza divina” (2P 1, 4).

Son palabras mayores. Ninguno de nosotros es Dios y entre Dios y cada uno de nosotros hay un abismo infranqueable. Sin embargo “salvación” significa que Dios quiere “deificarnos”, hacernos “dioses por participación” en su única y propia naturaleza divina. Así es como podemos ser llamados “hijos de Dios, pues ¡lo somos!” dice san Juan en la segunda lectura de hoy, aunque aún no se ha manifestado lo que llegaremos a ser: “seremos semejantes a él, porque le veremos tal cual es”.

Ser “hijo de Dios” significa parecerse a Dios, ya que los hijos se parecen siempre a los padres (aunque a veces los padres piensen y digan que no). Dios es humilde, es generoso y magnánimo, es casto y puro y se complace en perdonar. Él quiere “salvarnos”, es decir, hacer de nosotros seres parecidos a Él: hombres y mujeres humildes, generosos y magnánimos, castos, puros y llenos de misericordia.

El perdón de los pecados



1. La Buena Noticia: el perdón de los pecados.

Jesús no se cansó de señalar al pecado como el verdadero mal del hombre, como la causa última de una existencia marcada por la incapacidad para vivir de un modo auténticamente humano. Por eso cuando le presentan a un hombre atenazado por la parálisis, el Señor ve en él como una imagen de la situación espiritual de todo hombre, atenazado por la parálisis del pecado, y le anuncia la Buena Noticia: Hijo, tus pecados te son perdonados (Marcos 2,5).

El hombre bajo el imperio del pecado vive une existencia de esclavo, sometido al diablo (Juan 8,34). Anunciar, pues, el perdón de los pecados, es tanto como anunciar la derrota del diablo y la apertura de una nueva posibilidad para la existencia humana: la de realizarse según la voluntad de Dios, que no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Ezequiel 18,23). Las palabras de Jesús: el tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado (Mc 1,14; Mt 4,17; 10,7; Lc 10, 9 y 11) anuncian esta nueva posibilidad, que constituye la “Buena Noticia” en la que hay que creer (Mc 1,15). Y los milagros de Jesús son los signos que la avalan, ya que si por el dedo de Dios expulso yo los demonios es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios (Lc 11,20).

III Domingo de Pascua

15 de agosto 

14 de abril de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Matasteis al autor de la vida, pero Dios lo resucitó de entre los muertos (Hch 3, 13-15. 17-19)
  • Haz brillar sobre nosotros, Señor, la luz de tu rostro (Sal 4)
  • Él es víctima de propiciación por nuestros pecados y también por los del mundo entero (1 Jn 2, 1-5a)
  • Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día (Lc 24, 35-48)
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En el Evangelio que acabamos de escuchar vemos cómo los discípulos no acaban de creer que Cristo ha resucitado, a pesar de que lo tienen delante de ellos y pueden verlo y tocarlo. Sin embargo ellos piensan más bien que es un fantasma, un producto mental pero sin consistencia carnal, corporal. Por eso Jesús les muestra las manos y los pies, les invita a que le toquen (“palpadme”); pero no basta. Entonces el Señor les pide algo de comer y come un trozo de pez asado delante de ellos; pero tampoco basta. Los discípulos permanecen en silencio, no acaban de creerlo, no le confiesan como al Señor resucitado.

Entonces Jesús les explica que su crucifixión y resurrección es el cumplimiento “de todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí”. San Lucas nos entrega a continuación la clave de la situación: “les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras”. Cristo resucitado ha abierto el entendimiento de su Iglesia, para que ella comprenda las Escrituras y, de ese modo, comprenda quién es Él, porque para conocer quién es Jesús es imprescindible reconocer en él la realización del designio salvador de Dios. Dicho de otra manera, es imprescindible el conocimiento y la comprensión profunda del Antiguo Testamento. De lo contrario no se puede saber quién es Jesús. Porque Jesús no es una especie de meteorito caído del cielo, sino Aquél que da cumplimiento a todo lo anunciado en el Antiguo Testamento. Esta gracia de iluminación del entendimiento para comprender la Sagrada Escritura la ha recibido la Iglesia y no el individuo aislado. Por eso hay que leer la Sagrada Escritura siempre con los ojos de la Iglesia, que es la Esposa del Señor, iluminada y esclarecida por Él: sólo quien lee las Escrituras con los ojos de la Esposa la lee correctamente. Y entonces entiende quién es Jesús.

El odio: la tragedia de un deseo

(Václav Havel (1936-2011) fue el último presidente de Checoslovaquia y el primer presidente de la República Checa. Escritor y dramaturgo, fue encarcelado varias veces por su defensa de los derechos humanos. Las reflexiones que siguen las expuso en una alocución pronunciada en Oslo el 29 de agosto de 1990)

Al meditar sobre aquellos que me odian o me han odiado personalmente, descubro que todos tienen ciertos rasgos de carácter que, una vez reunidos y sumados, proporcionan una explicación muy general al origen de ese odio.

Ante todo, nunca se trata de personas vanas, vacías, pasivas, indiferentes o apáticas. Su odio me parece traducir siempre una gran aspiración insatisfecha, una voluntad incumplida e irrealizable, una ambición desesperada. Se trata de una fuerza interior radicalmente activa que habita en la persona, la sujeta, la arrastra hacia algún lugar y la supera.

Tal y como las he conocido, las personas llenas de odio tienen permanentemente el sentimiento de que han sido engañadas, es un sentimiento indestructible profundamente desproporcionado respecto de la realidad. Estas personas parecen querer ser estimadas, respetadas y amadas sin límite, parecen atormentarse sin cesar por el doloroso descubrimiento de que los demás son de una ingratitud y de una injusticia imperdonables, pues no solo no les manifiestan el respeto y el amor que se les debería, sino que incluso les olvidan; esta es la menos su impresión.

II Domingo de Pascua o de la Divina Misericordia

15 de agosto 

7 de abril de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Un solo corazón y una sola alma (Hch 4, 32-35)
  • Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia (Sal 117)
  • Todo lo que ha nacido de Dios vence al mundo. (1 Jn 5, 1-6)
  • A los ocho días llegó Jesús (Jn 20, 19-31)
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“Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez” (Lc 1,36), le dijo el ángel a la Virgen en la anunciación. Con estas palabras le daba un signo que la ayudara a creer, a dar crédito a lo que se le estaba diciendo de parte de Dios. A Dios le gusta siempre darnos signos que nos sirvan de apoyo para nuestra fe.

El Evangelio de hoy nos presenta la figura de Tomás que exige un signo concreto, determinado, para creer; exactamente exige “ver y tocar” las llagas del Resucitado para dar fe al testimonio que le están dando los demás discípulos. Y el Señor, en su infinita misericordia, le concedió el signo que pedía. Entonces Tomás hizo un acto de fe sorprendente, el acto de fe más rotundo y explícito que encontramos en todo el Nuevo Testamento: “Señor mío y Dios mío”. Como observa San Agustín: “Veía y tocaba al hombre y confesaba a Dios, a quien no veía ni tocaba”.

El pecado


1. Qué es el pecado.

El pecado es una postura, una actitud, que el hombre puede tomar ante Dios. Dios creó al hombre a su imagen y semejanza (Gn 1,26). El hombre es, pues, un ser referencial, relacional: todo su ser consiste en ser una referencia, una relación a Dios (más exactamente a Cristo), a cuya imagen ha sido creado y cuya semejanza le realiza, le plenifica. El ser del hombre, en efecto, adquiere su plenitud si existe completamente “volcado” hacia Dios, si vive “mirando a” Dios porque sólo en Él puede encontrar su propia identidad. Así vivían Adán y Eva antes del pecado: contemplaban el mundo, se contemplaban el uno al otro y cada uno a sí mismo, “mirando a Dios”, es decir, a través de los ojos de Dios. Por eso dice la Escritura que estaban ambos desnudos (...) pero no se avergonzaban uno del otro (Gn 2,25), porque se percibían en la mirada de Dios, para el cual no hay maldad ni impureza alguna en nada de lo creado, pues para los limpios todo es limpio (Tt 1,15).

El pecado consiste en dejar de mirar a Dios, en plantear la propia existencia fuera de la mirada de Dios, en empezar a existir “desde sí mismo” en vez de existir “desde Dios”. Seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal (Gn 3,5) dijo la serpiente a Eva; es decir seréis vosotros quienes decidiréis lo que está bien y lo que está mal, ya no tendréis que vivir extáticamente pendientes de Dios para saber lo que está bien y lo que está mal, sino que seréis vosotros mismos quienes lo determinaréis. De este modo lo que Dios quiso unir en el hombre, el hombre lo disoció: Dios quiso que el hombre fuera criatura y creador, libre y obediente, agradecido a Dios y autónomo en sus elecciones. Pero el hombre (“Adán”) lo disoció todo: el hombre eligió la inteligencia, el espíritu, la razón, la dominación de las cosas, disociándolo de su amor de hijo hacia Dios, su Padre. Quiso todo eso pero fuera del contexto del amor filial.

Frases...

En la planta, las hojas y las flores son belleza, los frutos son riqueza, pero la raíz es sólo fuerza de fe. La raíz no es más que esperanza, camino paciente en la noche hacia el día que no verá jamás, hacia la flor que desconoce y a la que, en su oscuridad, alimenta. ¡Ayudad a las raíces, Señor!

Marie Noël


Domingo de la Pascua de la Resurrección del Señor

15 de agosto 

31 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos (Hch 10, 34a. 37-43)
  • Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo (Sal 117)
  • Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo (Col 3, 1-4)
  • Él había de resucitar de entre los muertos (Jn 20, 1-9)
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En la historia de Jesús habían hablado los hombres pronunciando las palabras que los hombres solemos pronunciar: traición, cobardía, acusaciones falsas o distorsionadas, resentimientos, avaricia, voluntad de poder, cálculos políticos por encima de la verdad etc. etc. Todas estas palabras habían conducido a Jesús a la muerte. Y el sepulcro hacia el que caminaban María la Magdalena y la otra María, un sepulcro nuevo en el que nadie todavía había sido depositado (Jn 19, 41-42), era el lugar en el que había desembocado la historia de aquel hombre excepcional llamado Jesús de Nazaret.

Pero en la alborada de aquel “primer día de la semana”, es decir, de aquel domingo, después de que hubieran hablado los hombres con sus palabras de muerte, iba a hablar Dios, el Cielo iba a tomar la palabra. Y cuando habla el Cielo, la tierra se estremece: por eso se produjo un temblor de tierra y un ángel del Señor vino a decirnos lo que Dios pensaba sobre todo lo que había ocurrido.

Orar por la transfiguración del mundo

“Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no solo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo (…) Y de igual manera el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios” (Rm 8, 19-23. 26-27).

Así pues es la oración la que asume la espera y los gemidos que atraviesan la Creación. A los gemidos de la Creación hacen eco los gemidos que el Espíritu profiere en el corazón de nuestra plegaria. San Pedro precisa que esta transformación que la Creación anhela llegará de un modo inesperado: “El Día del Señor llegará como un ladrón; en aquel día, los cielos, con ruido ensordecedor, se desharán; los elementos, abrasados, se disolverán, y la tierra y cuanto ella encierra se consumirá. Puesto que todas estas cosas han de disolverse así, ¿cómo conviene que seáis en vuestra santa conducta y en la piedad, esperando y acelerando la venida del Día de Dios, en el que los cielos, en llamas, se disolverán y los elementos, abrasados, se fundirán? Pero esperamos, según nos lo tiene prometido, nuevos cielos y nueva tierra, en los que habite la justicia” (2 P 10-13). San Marcos afirma que “si el Señor no abreviase aquellos días, no se salvaría nadie, pero en atención a los elegidos que él escogió, ha abreviado los días” (Mc 13, 20). La oración acelera y aligera la transfiguración en Dios de toda la Creación.

Viernes Santo

15 de agosto 

29 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Él fue traspasado por nuestras rebeliones (Is 52, 13 - 53, 12)
  • Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu (Sal 30)
  • Aprendió a obedecer; y se convirtió, para todos los que lo obedecen, en autor de salvación (Heb 4, 14-16; 5, 7-9)
  • Pasión de nuestro Señor Jesucristo (Jn 18, 1 - 19, 42)
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La vida de Jesús, queridos hermanos, fue como la nuestra, como es toda vida humana. En ella el peso de las circunstancias, de las “casualidades”, fue enorme y determinó gran parte de su desarrollo. Pero lo típico de Jesús fue que él supo discernir, a través de todo ello, una llamada del Padre del cielo, una misión que el Padre le encomendaba, y que supo entregarse a ella de todo corazón. Por eso el Señor no vivió sus circunstancias como fatalidad sino como vocación, como llamada, como misión.

De ahí procede el señorío que Jesús muestra en su pasión: “Sabiendo todo lo que venía sobre él”, dice el evangelista para explicar su comportamiento. En efecto, hay multitud de detalles que indican que aquel hombre que estaba siendo víctima de un complot humano contra él, vivía toda esta situación con una serenidad, con un dominio, impensables en alguien que sólo fuera víctima. Así Jesús sale al paso de quienes van a detenerle y los impresiona con su contundente respuesta –“Yo soy”- (que evoca el nombre mismo de Dios revelado a Moisés en la zarza ardiente), defiende a los suyos (“si me buscáis a mí dejad marchar a éstos”), reprende a Pedro por usar la espada porque “el cáliz que me ha dado mi Padre, ¿no lo voy a beber?”-, le habla de igual a igual a Pilato instruyéndole sobre el origen divino del poder que ostenta (recordándole, por lo tanto, que tendrá que dar cuentas del uso que haga de él).

Jueves Santo

15 de agosto 

28 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)






  • Prescripciones sobre la cena pascual (Ex 12, 1-8. 11-14)
  • El cáliz de la bendición es comunión de la sangre de Cristo (Sal 115)
  • Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor (1 Cor 11, 23-26)
  • Los amó hasta el extremo (Jn 13, 1-15)
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La Iglesia celebra hoy tres dones que el Señor nos entregó en la última cena: el don de la Eucaristía, el don del sacerdocio ministerial y el don del mandamiento nuevo que, un poco más adelante, formula Jesús diciendo: “Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros. Que, como yo os he amado, así os améis también vosotros los unos a los otros” (Jn 13,34) y que Jesús ha ejemplificado en el lavatorio de los pies. Estos tres dones gravitan en torno a la Eucaristía, que es la entrega sacrificial del propio Cristo, el don de su Persona: el sacerdocio existe para que la Eucaristía sea posible y en ella recibamos el amor con el que nos hemos de amar, que no es una simple filantropía o solidaridad puramente humana, sino el amor con el que Cristo nos ama; ese amor se llama misericordia.

En la última cena, Cristo anticipó sacramentalmente la entrega sacrificial de sí mismo que iba a hacer unas cuantas horas después, muriendo en la cruz. “Haced esto en memoria mía” fue la orden, dada por Cristo, de celebrar la Eucaristía, para que su cuerpo entregado y su sangre derramada estuvieran presentes a lo largo de los siglos, acompañando a los hombres, y los hombres nos pudiéramos acoger siempre a ese cuerpo roto y a esa sangre derramada. “Haced esto”, “esto” que acabo de hacer -tomar el pan, partirlo y dároslo diciendo que es mi cuerpo, y tomar la copa de vino y dárosla diciéndoos que es mi sangre- “esto” significa, pues, “mi cuerpo entregado” y “mi sangre derramada”.

Horario Semana Santa 2024

 


Escuela de la fe #20: El purgatorio

 

El purgatorio


D. Fernando Colomer Ferrándiz
22 de marzo de 2024


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126371156

Domingo de Ramos

15 de agosto 

24 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)






Procesión:

Jesús viajaba siempre a pie, excepto cuando atravesaba el lago de Galilea, que lo hacía en barca. Por lo tanto debió de constituir una sorpresa desconcertante verlo empeñado en entrar en Jerusalén no como un simple peregrino sino montado en un asno. Había hecho todo el camino hasta Jerusalén a pie y, cuando ya quedaba muy poco, cuando estaban ya en el monte de los Olivos, Jesús se empeñó en que trajeran un borrico y en entrar cabalgando sobre él en la ciudad santa.

¿Por qué se empeñó en ello? Sin duda alguna porque quería hacer ver que Él era el Rey prometido por el profeta Zacarías para los últimos tiempos: “¡Exulta sin freno, hija de Sión; grita de alegría, hija de Jerusalén! He aquí que viene aquí tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un pollino, cría de asna” (Za 9,9).

La imagen de un rey montado en un pollino tiene algo de desconcertante: un rey monta en un caballo, en un brioso y mayestático corcel. Sin embargo ya Zacarías había dicho que ese rey sería humilde. La humildad del rey que es Jesús se manifiesta también en que el asno sobre el que cabalga no es suyo, es prestado, en que no tiene tampoco silla de montar y en que no lleva soldados con él. Por lo tanto no es un rey convencional, como todos los reyes de este mundo. De hecho Él dirá ante Pilato: “Mi reino no es de este mundo”.

En el resplandor de Dios

¡Señor, yo creo, pero que mi fe sea más firme!
¡Yo espero, pero que mi esperanza sea más confiada!
¡Yo amo, pero que mi amor sea más ardiente!
¡Yo me arrepiento, pero que mi arrepentimiento sea más vivo!

Yo te adoro como fuente primera,
te deseo como fin último,
te alabo como bienhechor incesante,
te llamo como defensor bondadoso.

Que tu sabiduría me dirija,
que tu justicia me contenga,
que tu clemencia me consuele,
que tu poder me proteja.

San José

15 de agosto 

19 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • El Señor Dios le dará el trono de David, su padre (Lc 1, 32) (2 Sam 7, 4-5a. 12-14a. 16)
  • Su linaje será perpetuo (Sal 88)
  • Apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza (Rom 4, 13. 16-18. 22)
  • Tu padre y yo te buscábamos angustiados (Lc 2, 41-51a)
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No sería correcto interpretar que la Virgen y san José se “despistaron” en relación a su hijo Jesús a la hora de regresar desde Jerusalén a Nazaret. Y esto por dos razones. En primer lugar, porque el niño Jesús acababa de cumplir 12 años, como el evangelio se preocupa de subrayar. Doce años era y es la edad en la que un niño judío empieza a ser considerado “adulto”: se le declara “hijo de la Ley”, que a partir de ahora tiene la obligación de estudiar, y adquiere también el deber de defender a su pueblo Israel. A partir de los doce años se produce una inflexión en el trato que los padres dispensan a su hijo: un control agobiante ya no sería pertinente, una cierta libertad y capacidad de iniciativa propia resultan ya necesarias. En segundo lugar, en las caravanas de la época los varones y las mujeres caminaban en grupos distintos y diferenciados, mientras que los niños podían elegir libremente entre caminar en uno u otro grupo. Con toda probabilidad María pensaría que iba con José y José con María. Al reunirse al anochecer para acampar es cuando se percataron de su error.

Durante tres días estuvieron buscándolo. María y José nos dan ejemplo de lo que hay que hacer cuando se pierde a Cristo: buscarlo sin parar hasta encontrarlo. Una vez que se ha conocido a Jesús, vivir sin Él es verdaderamente miserable e insoportable: hay que ponerse a buscarlo hasta encontrarlo. Cuando perdemos a Cristo por el pecado mortal, hay que ponerse inmediatamente a buscarlo por el arrepentimiento y la confesión sacramental, en vez de quedarse chapoteando en los propios pecados.

Frases...

Ningún hombre puede superar su propio pasado; sólo Dios con el perdón.


San Juan Pablo II

V Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

17 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Haré una alianza nueva y no recordaré los pecados (Jer 31, 31-34)
  • Oh, Dios, crea en mí un corazón puro (Sal 50)
  • Aprendió a obedecer; y se convirtió en autor de salvación eterna (Heb 5, 7-9)
  • Si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto (Jn 12, 20-33)
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La vida de Jesús aparece toda ella polarizada hacia un punto, su muerte y resurrección, que Él designa como “la hora”. En las bodas de Caná Jesús le dijo a su madre: “Mujer, todavía no ha llegado mi hora” (Jn 2,4). “La hora” de Jesús es simultáneamente la hora de su muerte y de su glorificación, de su abatimiento y de su esplendor, porque “si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto” (v. 24).

En este evangelio Jesús afirma, en cambio, que “ha llegado la hora” de su glorificación. Y lo afirma por dos razones: porque unos gentiles -griegos- quieren “ver a Jesús”, es decir, creer en Él y porque esto sucede después de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, cuando ya estamos muy cerca de su crucifixión. “Cuando sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí” dice el Señor (v. 32). Y Él ve, en estos griegos, “temerosos de Dios”, que aunque no son judíos, se han convertido al Dios de Israel y que ahora le buscan a Él, como el cumplimiento y la plenitud de la revelación de ese mismo Dios, como los primeros brotes de esa fecundidad espiritual que su muerte va a producir. Nosotros sabemos, en efecto, por el libro de los Hechos de los apóstoles, que serán estos “prosélitos” los que mejor acogerán el Evangelio cuando los apóstoles empiecen a predicarlo después de Pentecostés.

Desesperación y esperanza

Confrontado con las dificultades y los obstáculos para la realización completa de la existencia que la vida comporta, el hombre puede caer fácilmente en la desesperación, que consiste en el convencimiento de que la realidad en su conjunto no permite, en modo alguno, esperar que la realización de la existencia será posible. El desesperado eterniza ante sí la situación presente de fracaso o de mal, considerando que siempre será así. El desesperado no sólo contempla, no sólo tiene ante sí esta repetición sombría, esta ‘eternización’ de una situación en que se ve aprisionado como un barco aprisionado por los hielos; por una paradoja difícilmente concebible anticipa esta repetición, la ve a cada instante, y tiene al mismo tiempo la amarga certeza de que esta anticipación no le dispensará de tener que seguir sufriendo la prueba día a día, indefinidamente, hasta la extinción, que también anticipa, pero no como un remedio, sino como un supremo ultraje al desaparecido. La desesperación es como un encantamiento, o, más exactamente como un maleficio, cuya acción maléfica se ejerce sobre la sustancia misma de la vida.

Esta (falsa) contemplación de la realidad ejerce sobre el desesperado una fascinación de carácter maléfico puesto que genera una inmovilización y como una congelación de la vida del alma. En la desesperación el ser no vuelve a enderezarse, inmovilizado en una especie de suicidio demorado. El error del desesperado consiste en creer que hay situaciones en que no subsiste ninguna posibilidad de esperanza: este error, que actúa por fascinación, sumerge al desesperado en un vértigo que provoca la destrucción de su ser interior, un verdadero derrumbamiento ontológico. El ser ya no espera nada de nadie; se identifica con su soledad.

IV Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

10 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • La ira y la misericordia del Señor serán manifestadas en el exilio y en la liberación del pueblo (2 Cron 36, 14-16. 19-23)
  • Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti (Sal 136)
  • Muertos por los pecados, estáis salvados por pura gracia (Ef 2, 4-10)
  • Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él (Jn 3, 14-21)
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Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que sea levantado el Hijo del hombre, para que el que crea tenga en él vida eterna. El evangelio de hoy remite a un episodio del peregrinar de Israel por el desierto camino de la tierra prometida, cuando los israelitas murmuraron contra Dios y contra Moisés diciendo: “¿Por qué nos habéis subido de Egipto para morir en el desierto? Pues no tenemos ni pan ni agua, y estamos cansados de ese manjar miserable (= el maná)” (Nm 21,5). Este pecado de increencia, de falta de fe en el plan de Dios, en su designio salvífico, hizo que el Señor enviara unas serpientes venenosas que mordían a los israelitas; entonces Moisés intercedió por ellos y el Señor le mandó construir una serpiente de bronce puesta sobre un mástil “y si una serpiente mordía a un hombre y éste miraba la serpiente de bronce, quedaba con vida” (Nm 21,9).

Este episodio tiene un profundo significado: es como una explicación del pecado original y como una profecía de Cristo elevado en la cruz. Por un lado nos recuerda que estamos heridos por la mordedura de “la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero”, como dice el Apocalipsis (Ap 12,9), y que esa mordedura ha inoculado en nosotros el veneno de la increencia, de la duda, del cansancio, de la deserción de nuestra adhesión al plan de Dios (porque se realiza por caminos ‘desagradables’). Por otro lado nos anuncia que hay un remedio para ese mal y que ese remedio es la fe en Dios: en vez de mirarnos a nosotros mismos y a nuestras condiciones reales de vida, mirar a Otro, mirar a Dios, mirar a Cristo elevado sobre el mástil de la cruz. Pues el rito de mirar a la serpiente de bronce no salvaba a los hebreos de manera mágica, sino a causa de su significación simbólica que era precisamente ésta: apoyarse en Otro, recurrir a Dios. Así lo explica ya el Antiguo Testamento, en el libro de la Sabiduría: “el que a ella se volvía, se salvaba, no por lo que contemplaba, sino por ti, Salvador de todos” (Sb 16,7).

Frases...

Justicia y misericordia

Solo un necio pide justicia a Dios; los sabios siempre piden misericordia.





Autor: Peter J. KREEFT
Título: La sabiduría de los Salmos
Editorial: Homo Legens, Madrid, 2023, (p. 220)

Justos y pecadores

Ama a los pecadores, pero rechaza sus obras. No los desprecies por sus inclinaciones, para que no seas tentado también tú cuando te encuentres en su misma situación.

Ni siquiera aquel que está inmerso en los pecados se encuentra excluido de la esperanza, porque aún es posible que encuentre la vida. Mientras vive tiene esperanza, lo mismo que aquel que camina rectamente. Tú, hombre, ¿por qué tratas con insolencia al pecador? ¡Piensa que las ganancias que has logrado con las fatigas de tu comercio no han entrado aún al puerto! La esperanza de aquel hombre sobre el cual te enalteces no ha sido todavía rechazada por Dios. Porque es posible que, dentro de poco, él te adelante en la virtud y Dios le acoja más fácilmente que a ti. Pues aún no ha llegado la muerte para poner fin a su conducta, ¡ni tampoco a la tuya! Muchos cambios acontecen a los hombres mientras se encuentran todavía en esta vida; y Dios mira al final, no a las realidades intermedias.

Hay muchos justos que caen de su justicia, y hay pecadores que ascienden y que ocupan su puesto. Por tanto, que el justo no se ensalce, pues está todavía en esta vida; y que el pecador no abandone la esperanza, pues Dios está a su lado si él le busca.

Isaac de Nínive (Siglo VII)



III Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

3 de marzo de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • La ley se dio por medio de Moisés (Jn 1, 17) (Ex 20, 1-17)
  • Señor, tú tienes palabras de vida eterna (Sal 18)
  • Predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los hombres; pero para los llamados es sabiduría de Dios (1 Cor 1, 22-25)
  • Destruid este templo, y en tres días lo levantaré (Jn 2, 13-25)
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El evangelio de hoy posee un cierto carácter turbador porque nos presenta al Señor actuando bajo un ángulo que no es el de la amabilidad y la dulzura sino el de la exigencia y el rigor. Los cuatro evangelistas nos narran este episodio y nos lo presentan como la primera acción de Jesús en Jerusalén, como si el Señor, la primera vez que sube, durante su ministerio, a la ciudad santa, hubiera tenido una urgencia que le preocupara y que quería cumplimentar cuanto antes. ¿Qué es, pues, lo que está en juego en toda esta cuestión para que Jesús actúe de esta manera?

Lo que está en juego se llama PUREZA. Y pureza significa nitidez, que se vea claramente lo que cada cosa es, que se perciba claramente que el Templo es sólo el lugar de la presencia de Dios, la casa de su Padre, y no un lugar de comercio, y no un mercado. La clave de toda esta cuestión es la palabra “sólo”. El rostro del Padre del cielo es tan bello que Jesús quiere que, en el Templo, resplandezca sólo su luz.
La enigmática respuesta de Jesús -“destruid este templo y en tres días lo reedificaré”- significa: “Yo soy el verdadero Templo, el lugar auténtico de la presencia de Dios y por eso poseo autoridad para determinar qué condiciones debe de tener este Templo que es imagen de mí”. Con esta palabra Jesús nos desvela y nos introduce en el misterio del templo. Este misterio se articula en cuatro afirmaciones fundamentales.

Frases...

Sufrimiento y consuelo

“El mejor servicio que podrías prestarme, amigo mío, sería no tratar de ofrecerme socorro, sino estar sencillamente aquí, a mi lado, cogiéndome la mano”




(Palabras de Job a Elifaz en la obra de Fabrice HADJADJ, Job o la tortura de los amigos, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 2015, p. 22)

Mar sin fondo










¡Oh Trinidad eterna!
Tú eres un mar sin fondo
en el que, cuanto más me sumerjo, más te encuentro,
y cuanto más te encuentro, más te busco todavía.
El alma que se sacia en tus profundidades
te desea sin cesar,
porque siempre está hambrienta de ti,
y siempre desea ver su propia luz
en tu luz.

II Domingo de Cuaresma

15 de agosto 

25 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe (Gen 22, 1-2. 9a. 10-13. 15-18)
  • Caminaré en presencia del Señor en el país de los vivos (Sal 115)
  • Dios no se reservó a su propio Hijo (Rom 8, 31b-34)
  • Este es mi Hijo, el amado (Mc 9, 2-10)
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Los milagros de Jesús y su pretensión de perdonar los pecados y de anunciar la cercanía del Reino de Dios plantean una cuestión: ¿Quién es este hombre que se atreve a perdonar pecados y a anunciar la proximidad del Reino de Dios? ¿Quién es este hombre que posee poderes sanadores tan espectaculares? ¿Quién es él? El evangelio de hoy va a responder a esta cuestión diciendo: es el Hijo de Dios.

Tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y subió con ellos solos a una montaña alta. La “montaña alta” evoca el monte Sinaí, donde subió Moisés y estuvo cuarenta días delante del Señor, en gran intimidad con Él, recibiendo los mandamientos de Dios. Todo indica que Jesús busca la soledad y un marco adecuado para la intimidad. Va a hacer una gran revelación, pero no quiere que sea todavía pública, sino destinada tan solo a estos tres.

Se transfiguró delante de ellos. La transfiguración no fue un cambio de la naturaleza de Jesús, sino una revelación de su verdadera naturaleza, de su identidad más profunda. La figura familiar y el aspecto habitual de Jesús se transforman ante sus ojos y ellos caen en la cuenta de que su aspecto habitual terreno-humano no expresa toda su realidad, toman conciencia de que él no está encerrado en los límites de la realidad terrena. Lo mismo indica el “blanco deslumbrador” de sus vestidos, que simboliza el mundo divino, la esfera de la luz esplendorosa de la majestad divina (cf. Mc 16,5; Ap 3,5)

Deseos para el futuro

Aún anhelo algo más: que la humanidad llamada a habitar lo que para nosotros es el futuro sienta a veces que no sabe qué pensar. Es decir, que se deje desconcertar por el inefable esplendor de cada amanecer, que se quede sin palabras ante el mar, como aquellos que lo vieron por primera vez; que se sienta irresistiblemente atraída por la variedad de colores, volúmenes y fragancias del paisaje diurno y nocturno; que se estremezca al entrar en contacto con el agua; que mantenga la capacidad de asombro ante la manera en que el viento arrastra nuestras voces felices en la distancia; que mire de la misma manera despreocupada la lluvia, los campos anegados en silencio, las cosas pequeñas y las más grandes, el paso de las nubes, las amapolas diseminadas en los campos semejantes a palabras que sueñan.

Deseo fervientemente que la humanidad del futuro saboree la turbación por lo que permanece abierto no por escasez, sino por exceso, y no se apresure a catalogar, describir o apresar. Que su forma de comprensión sea una nueva manera de mantener intacto (o de aumentar incluso) el asombro.



Autor: José TOLENTINO MENDONÇA

Título: Pequeña teología de la lentitud

Editorial: Fragmenta Editorial, Barcelona, 2017, (pp. 73-74)




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I Domingo Cuaresma

15 de agosto 

18 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Pacto de Dios con Noé liberado del diluvio de las aguas (Gen 9, 8-15)
  • Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza (Sal 24)
  • El bautismo que actualmente os está salvando (1 Pe 3, 18-22)
  • Era tentado por Satanás, y los ángeles lo servían (Mc 1, 12-15)
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En el evangelio de hoy contemplamos a Jesús que, inmediatamente después de su bautismo, se va, movido por el Espíritu Santo, al desierto, donde permanece durante cuarenta días. El bautismo de Jesús evoca el paso del Mar Rojo y su estancia de cuarenta días en el desierto, evoca igualmente los cuarenta años que Israel permaneció en el desierto antes de entrar en la tierra prometida. En el desierto Israel fue tentado y cayó; aquí Jesús va a ser tentado también por Satanás, pero no va a caer. Con ello se nos está diciendo que en Jesús, en Cristo, se retoma la historia del pueblo de Israel, pero ahora bajo el signo de la fidelidad a Dios y a su Reino. Jesucristo significa, por lo tanto, un nuevo comienzo para la historia de Israel, como historia de fidelidad y de amor (y no, como había sido hasta entonces, una historia de traición e infidelidad).

En el desierto Jesús se encuentra con Satanás, con las fieras y con los ángeles. Satanás es el que pretende separar y enfrentar a Dios y a los hombres. Lo consiguió con nuestros primeros padres, Adán y Eva; pero no lo consigue con Jesús. Lo que sí consiguió es que Jesús sintiera el vértigo de la tentación, aunque sin conocer la amargura de la caída. Pues la tentación, queridos hermanos, es una especie de vértigo que se apodera de nosotros y que nos hace ver como bueno y bello aquello que, en realidad, es para nosotros destructor. Dios ha querido conocer, en su Hijo Jesucristo, ese vértigo que nos aflige y por eso nos comprende perfectamente. “Pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado. Acerquémonos, por tanto, confiadamente al trono de la gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,15-16). Cuando nos sorprenda la tentación, acudamos a Cristo, porque Él conoce, por experiencia propia, lo que es ser tentado, y puede socorrernos.

Frases...

El silencio no es lo contrario que la palabra, es el preludio a toda palabra.






Autor: Gabriel INSAUSTI
Título: Récord de permanencia
Editorial: Rialp, Madrid, 2020. (p. 53)

VI Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

11 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • El leproso vivirá solo y tendrá su morada fuera del campamento (Lev 13, 1-2. 44-46)
  • Tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación (Sal 31)
  • Sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo (1 Cor 10, 31 - 11, 1)
  • La lepra se le quitó, y quedó limpio (Mc 1, 40-45)
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Uno de los mayores peligros espirituales que acechan al hombre es el de la confusión, el de no diferenciar y no distinguir claramente la verdad de la mentira, el bien del mal. Contra ese peligro se yerguen, en el Antiguo Testamento, las leyes de pureza e impureza, cuyo mensaje central es claro: no todo es lo mismo ni da lo mismo, y no podemos abordar la relación con Dios de cualquier modo. Con estas leyes Dios va educando a su pueblo, y a la humanidad entera a través de él, para que dé un testimonio correcto de la Verdad y del Bien que proceden de Dios y que nos obligan a distinguir entre lo que construye y lo que destruye, lo que clarifica y lo que confunde, lo que realiza al hombre y lo que le destroza.

En este contexto se inscribe la primera lectura de hoy, donde se nos explica que la lepra es fuente de impureza y que, en consecuencia, un leproso no puede participar en el culto divino, como tampoco en la convivencia humana: por eso tiene que vivir “solo”, “fuera del campamento”, proclamando a voz en grito que es impuro. El leproso es un “intocable” porque, simbólicamente hablando, es como una encarnación del mal y su aislamiento es una manera de enseñarnos que “no hay que tocar al mal” porque quien toca el mal, quien juega con él, se contamina. Pero ese aislamiento es “mientras le dure la lepra”, porque Dios puede curar también de la lepra y por eso el libro del Levítico prevé también lo que hay que hacer en caso de curación (Lv 14, 1-32).

La paz del corazón

Ninguna realidad espiritual debería ser más familiar para el cristiano que la paz. Ella fue anunciada desde el nacimiento de Jesús durante la noche de Navidad: “Paz a los hombres que ama el Señor” (Lc 2, 14). Después de su resurrección, Jesús se presenta a sus discípulos con el mismo deseo en sus labios: “La paz con vosotros” (Jn 20, 19), como si quisiera asegurarles el final de todo conflicto, de toda turbación, de toda inquietud. De modo semejante, el apóstol Pablo iniciará todas las cartas escritas directamente por él con el deseo de la gracia y la paz; “gracia y paz” es la traducción que hace Pablo del deseo de los ángeles en la noche de Navidad; al fin y al cabo la gracia de Dios coincide con su Amor.

Durante la última cena Jesús mismo había dicho a sus discípulos: “Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde” (Jn 14, 27). Y, sin embargo, el mundo ha seguido teniendo conflictos y guerras cada vez más sanguinarias. ¿Es una ilusión la paz que Jesús nos ha dado?

V Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

4 de febrero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Me harto de dar vueltas hasta el alba (Job 7, 1-4. 6-7)
  • Alabad al Señor, que sana los corazones destrozados (Sal 146)
  • Ay de mí si no anuncio el Evangelio (1 Cor 9, 16-19. 22-23)
  • Curó a muchos enfermos de diversos males (Mc 1, 29-39)
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Predicando en las sinagogas y expulsando demonios. San Marcos subraya que el ministerio de Cristo se realiza mediante la predicación /y/ las “acciones de poder”, que consisten en expulsar demonios (exorcismos) y realizar curaciones. La predicación ocurre en las sinagogas. En Israel había un solo templo que estaba en Jerusalén. En cambio, en cada aldea había una sinagoga, que era el lugar donde se reunía la comunidad para rezar y escuchar la palabra de Dios en la Sagrada Escritura. Al predicar en las sinagogas Jesús está insertando su ministerio en la vida litúrgica del pueblo de Israel y con ello está diciendo que lo que Él anuncia es el cumplimiento del obrar salvífico de Dios a lo largo de la historia de Israel. Está subrayando la continuidad en la novedad, lo que el mismo Señor expresará más tarde diciendo: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento” (Mt 5,17).

Las acciones de poder (exorcismos y curaciones), por su parte, proclaman que Dios es todopoderoso, que no hay nada que se le resista, que Él es más fuerte que todo lo que aflige al hombre; y que Él es misericordioso, compasivo, lleno de ternura hacia los hombres y sus miserias y desgracias; que Él tiene la última palabra y que, por lo tanto, hay esperanza para el hombre. “Mis días se consumen sin esperanza”, ha dicho Job en la 1ª lectura de hoy. A este lamento responden los milagros de Jesús, en los que se ve que para Dios “nada hay imposible” (Lc 1, 37). Las “acciones de poder” de Jesús significan que Él no es sólo un maestro y que, por lo tanto, el cristianismo no es sólo una doctrina, sino el encuentro con Aquel que no sólo predica (enseña, muestra la Verdad), sino que vence el Mal.

¿Cómo es mi relación con Cristo? ¿Lo considero sólo como un maestro que me enseña o soy capaz también de pedirle que me cure, que sane mi corazón?

La seducción de Jesucristo



1. Qué es ser cristiano.

Uno no es cristiano por creer que existe un “Algo”, ni siquiera por creer que existe “Dios”, ni mucho menos por estar a favor de la justicia, de la libertad, de la paz, del bienestar y el respeto de los derechos humanos. Uno es cristiano únicamente si cree en algo absolutamente inaudito: que existe un hombre –Jesucristo– que es Dios, que es la Felicidad.

En el corazón de todo hombre que viene a este mundo hay un ansia de verdad, de bondad y de belleza que ningún objeto de este mundo puede saciar por completo. Por eso el hombre es un ser perpetuamente insatisfecho, un ser en constante búsqueda. Y además el hombre no sólo anhela la posesión de la verdad, de la bondad y de la belleza, sino, sobre todo, su posesión simultánea, sin escisiones, sin fisuras. El anhelo del hombre es el de una vida en que todo sea verdadero, bueno y bello. Eso se llama Felicidad.

Pues bien, uno es cristiano si cree en un acontecimiento inaudito: que la Felicidad se ha hecho uno de nosotros, que ha aparecido la Felicidad en persona en medio de nosotros, que la Felicidad ya no es una idea, un ideal, una aspiración, sino una realidad, algo –Alguien– que se puede ver, tocar, palpar, escuchar. Este es el contenido de la fe cristiana, como escribe San Juan: Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca de la Palabra de la vida, -pues la Vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio y os anunciamos la Vida eterna, que estaba vuelta hacia el Padre y que se nos manifestó– lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Os escribimos esto para que nuestro gozo sea completo (1 Jn 1, 1-4).

Escuela de la fe #18: ¿Judíos o cristianos?


¿Judíos o cristianos?

"Por pura gracia estáis salvados" (Efesios 2, 5)


D. Fernando Colomer Ferrándiz
26 de enero de 2024


Enlace para escuchar en ivoox: https://go.ivoox.com/rf/126370836

IV Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto  

28 de enero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Suscitaré un profeta y pondré mis palabras en su boca (Dt 18, 15-20)
  • Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón» (Sal 94)
  • La soltera se preocupa de los asuntos del Señor, de ser santa (1 Cor 7, 32-35)
  • Les enseñaba con autoridad (Mc 1, 21b-28)
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En el evangelio de este domingo se nos reitera la Buena Noticia de la llegada del Reino de Dios, que ya se nos anunció el domingo anterior. Y ello se hace, de manera muy gráfica, presentándonos a un hombre que tenía un espíritu inmundo al que Jesús libera. “Un espíritu inmundo” significa una fuerza que supera al hombre, que se apodera de él, que lo arrastra, que no le deja ser él mismo, que lo convierte en un guiñapo, en un cascarón de nuez arrastrado por la corriente, en un ser incapaz de gobernarse a sí mismo según la verdad y la dignidad de su propio ser. Eso es un “espíritu inmundo”. Y de esos, hay muchos: la soberbia, la avaricia, la ira, la lujuria, la pereza, la envidia, la gula etc. El evangelio nos enseña que todas esas fuerzas están, en realidad, dominadas por Satán, por el Maligno, que es el enemigo del género humano desde el principio.

El evangelio de hoy nos da la Buena Noticia de que hay uno, Jesús, el Señor, que tiene verdadero poder sobre todas esas fuerzas oscuras que aplastan al hombre; y que Él, con su palabra poderosa, puede arrinconarlas, mandarles que dejen en paz al hombre para que éste puede ser de verdad lo que es: imagen y semejanza de Dios, y no un pelele en mano de unas fuerzas oscuras. De hecho, Jesús, cuando nos enseñe a orar, nos mandará pedir: “y líbranos del Mal”.

Vivir cristianamente la enfermedad

Señor, tú me habías dado la salud para servirte
y yo he hecho un uso inadecuado de ella.
Tú me envías ahora la enfermedad para corregirme:
no permitas que yo la use para irritarte
por mi impaciencia.
Toca mi corazón mediante el arrepentimiento de mis pecados
y haz que los males del cuerpo sirvan de remedio
a los del alma.
Concédeme la gracia, Señor, de unir tus consuelos
a mis sufrimientos para que yo sufra como cristiano.
No te pido dejar de sentir mis dolores
sino no ser abandonado a los dolores
de la naturaleza sin los consuelos de tu Espíritu.

Haz, Señor, que tal como yo estoy
me conforme a tu voluntad;
y que estando enfermo
te glorifique en mis sufrimientos.
Pues sin ellos no puedo llegar a la gloria;
pues tú mismo, Señor, no has querido llegar a ella
sino a través de ellos.
Y ha sido por las huellas de tus sufrimientos
como tus discípulos te han reconocido;
y es también por sus sufrimientos
como tú reconoces a los que son tuyos.

III Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

21 de enero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Los ninivitas habían abandonado el mal camino (Jon 3, 1-5. 10)
  • Señor, enséñame tus caminos (Sal 24)
  • La representación de este mundo se termina (1 Cor 7, 29-31)
  • Convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1, 14-20)
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El evangelio de hoy nos presenta a Jesús que inicia su ministerio anunciando la Buena Noticia, diciendo que “se ha cumplido el plazo” y ya “está cerca el Reino de Dios”, es decir, que Dios, por fin, ha empezado a construir su Reino, a introducirlo en la historia. Jesús dice que está sucediendo algo y nos pide, en consecuencia, dos cosas: que creamos de verdad que eso (la introducción de su Reino en la historia humana) está sucediendo, y que nos convirtamos, es decir, que reajustemos nuestra vida, que cambiemos la orientación de nuestra vida, en función de este acontecimiento.

Lo que está sucediendo es objeto de fe, hay que “creerlo”, porque no es algo evidente que se imponga por sí mismo a los ojos de todos. Porque Dios está introduciendo su Reino en la historia humana, pero al modo de un germen, de una semilla muy pequeña (“grano de mostaza”), de una levadura. Por eso Jesús nos pide que “creamos” esta Buena Noticia.

El hombre es un ser que se sostiene desde arriba

La arquitectura del ser humano, con sus tres elementos principales (cuerpo, alma, espíritu), tiene un sentido dinámico y ascendente. Puede ser comparada a un cono, cuya base representaría el cuerpo, cuyo cuerpo interior representaría el alma y cuyo vértice sería el espíritu. El ser del hombre “se sostiene desde arriba”, es decir, desde el espíritu, porque es el espíritu, es decir, el ser personal, lo que constituye la característica diferencial del hombre en relación a todos los demás seres visibles: si el cuerpo vive animado por el alma y ésta, a su vez, centrada y unificada en el espíritu, entonces resplandece el ser del hombre en toda su plenitud y belleza. Si en cambio el alma, con su multitud de vivencias, invade el espíritu y lo agobia, sin dejarle apenas margen de maniobra, y anima al cuerpo sin dejarse ella misma animar por el espíritu, entonces el ser del hombre se desfigura, “desciende”, se aproxima cada vez más al mundo animal, pero con el agravante de que la libertad suele ceder a las peores posibilidades, que nunca ocurrirían en el mundo animal.

II Domingo del Tiempo Ordinario

15 de agosto 

14 de enero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Habla, Señor, que tu siervo escucha (1 Sam 3, 3b-10. 19)
  • Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad (Sal 39)
  • ¡Vuestros cuerpos son miembros de Cristo! (1 Cor 6, 13c-15a. 17-20)
  • Vieron dónde vivía y se quedaron con él (Jn 1, 35-42)
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El evangelio de hoy, queridos hermanos, nos enseña qué es y cómo se hace el cristianismo. En él vemos que el cristianismo es, ante todo, un encuentro personal con Cristo. En este encuentro interviene siempre alguien que actúa como mediador, como aquel que me presenta a Cristo (en el evangelio de hoy Juan el Bautista y Andrés) y, por supuesto, el Espíritu Santo que abre los ojos del corazón para que reconozcamos en Jesús al Mesías, al Hijo de Dios vivo, al Salvador, a Aquel que viene a cumplir los deseos del corazón del hombre.

El encuentro con Cristo, nos enseña el evangelio de hoy, requiere tiempo, requiere un trato sosegado, tranquilo, que permita acogerlo y dejar que nuestro corazón se pronuncie sobre Él. Por eso los dos discípulos de Juan, que se van a convertir en discípulos de Jesús, le preguntan: “Maestro, ¿dónde vives?”; es decir, donde podemos entrar en intimidad contigo, conocer tu mundo interior, los contenidos de tu corazón, lo que a ti te interesa, te urge, te entusiasma, te mueve. Y Jesús acepta introducirlos en su casa: “Venid y lo veréis”.

Notemos que Jesús no les da un libro, un código de conducta, unas normas que cumplir. Jesús les da su amistad, les abre su corazón, acepta hablar, platicar, con ellos, dejarse conocer por ellos. En el cristianismo, lo primero, hermanos, es una amistad, una relación, un encuentro vivo. En ese encuentro, en el trato con Jesús, ellos irán descubriendo una manera nueva de ser hombre, una manera distinta de vivir: la que encarna y realiza ese hombre, Jesús de Nazaret. Y de Él, de su Persona, de su manera de ser, los discípulos deducirán cómo debe vivir todo aquel que quiera ser discípulo suyo, todo aquel que quiera vivir en la amistad con Él.

Frases...

¿Por qué nos asalta el deseo de burlarnos de los inocentes? 
¿Es por la envidia que sentimos de ellos?





Autor: Graham GREENE
Título: El final del affaire
Editorial: Libros del Asteroide, Barcelona, 2019, (p. 121)

Bautismo del Señor

15 de agosto 

7 de enero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • Mirad a mi siervo, en quien me complazco (Is 42, 1-4. 6-7)
  • El Señor bendice a su pueblo con la paz (Sal 28)
  • Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (Hch 10, 34-38)
  • Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1, 7-11)
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“Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo”. El cielo estaba cerrado desde que Adán, por el pecado original, había roto la comunión con Dios, porque el hombre, por el pecado, se había hecho un extraño en relación a Dios: ya no había comunicación entre el cielo y la tierra. “Vio rasgarse el cielo” significa, pues, que se ha vuelto a reestablecer la comunión entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres.

El Evangelio nos dice hoy que esto ocurre con Jesús, cuando Jesús se bautiza. Los Padres de la Iglesia nos enseñan que Jesús no se bautizó porque necesitara ser purificado de algún pecado, ya que él era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, sino que lo hizo para conferir a las aguas del Jordán y, a través de ellas, a las aguas del mundo entero, el poder de engendrar, por la fuerza y la acción del Espíritu Santo, hijos de Dios. Así San Proclo de Constantinopla afirma que, cuando Jesús se sumergió en las aguas del Jordán, fue como si el sol se sumergiera en el agua: el “sol de justicia que ha venido de lo alto”, se sumergía, en efecto, en el Jordán. Y San Máximo de Turín, por su parte, nos recuerda que “Cristo es bautizado no para ser él santificado por las aguas, sino para que las aguas sean santificadas por él, y para purificarlas con el contacto de su cuerpo. Más que de una consagración de Cristo, se trata de una consagración de la materia del bautismo”. Jesús se bautizó, pues, para instaurar nuestro propio bautismo, el bautismo que, recibido mediante el agua, es, sin embargo, bautismo “con Espíritu Santo y fuego”, que otorga la vida eterna, por el que se nos comunica la vida divina, que es la vida de la que vive Cristo, junto con el Padre, en la unidad del Espíritu Santo.

Epifanía del Señor

15 de agosto 

6 de enero de 2024

(Ciclo B - Año par)





  • La gloria del Señor amanece sobre ti (Is 60, 1-6)
  • Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Sal 71)
  • Ahora ha sido revelado que los gentiles son coherederos de la promesa (Ef 3, 2-3a. 5-6)
  • Venimos a adorar al Rey (Mt 2, 1-12)
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Cuando el Señor eligió a Abraham lo hizo para que, a través de su descendencia, fueran bendecidos “todos los linajes de la tierra” (Gn 12,3), “todos los pueblos de la tierra” (Gn 18,18). De Abraham sacaría Dios más tarde un pueblo, Israel, que tendría como misión en el mundo ser el portador de la salvación de Dios para todos los hombres. Pues “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad” (1 Tm 2,3-4). Por eso ya desde antiguo el profeta Isaías exhortó a Israel a “ensanchar” su corazón, para acoger en su seno a la multitud de los gentiles: “Tus hijos llegan de lejos…Te inundará una multitud de camellos, los dromedarios de Madián y de Efá” (Is 60,1-6). Este misterio, escondido durante siglos eternos en Dios, es el que ahora, con la venida de Cristo, ha sido revelado: que “también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio” (Ef 3,6). Pues Jesucristo es la descendencia de Abraham en la que son bendecidas todas las naciones de la tierra. Por eso los magos preguntan “dónde está el rey de los judíos”. Es la misma inscripción que se pondrá sobre la cruz: Jesús Nazareno, Rey de los judíos. La salvación de Dios viene, en efecto, de los judíos. Pero es una salvación ofrecida a todos los hombres. Los magos que llegan de Oriente reconocen en Jesús al “rey de los judíos” por el que se les ofrece la salvación también a ellos, que no son judíos.